Blogia

el informador informal

Casualidades incendiarias contra la inmigración (pobre)

Calor. Mucho calor durante este seco verano. Aún vemos a la gente con múltiples protecciones contra los rayos solares. El caso es que te hacía gracia cuando hubo días nublados, o se desató alguna tormenta estival y la gente por la calle se manifestaba con pesar “por el mal tiempo”. Incongruencias producto de las obviedades y del pensamiento simple. Mira, la gente ponemos el automático y ante la meteorología decimos tantas simplezas como en el ascensor. El mal tiempo de lluvia es un tiempo excelente. Parece que nuestra cultura mediterránea (creo que, si alguna vez existió, hoy ya es más americana que no del mare nostrum) es soleada, calurosa y con sudor todo el día y noche. Para esa gente la lluvia debe ser una maldición.
Pero, bueno, calor no nos ha faltado e incendios, aún menos.
La península ha sido una tea alarmante. No te razonaré tal evidencia. El fuego siempre alarma y aún más cuando tantos bosques quemados y tantas personas fallecidas han sido la prueba que nos confirma la ya macabra tradición de cada verano. Un día comentaste aquí que no creías en que fueran muy eficaces las campañas antiincendios. Hay que hacerlas, te respondí. Insististe. Si la mayoría de los incendios son provocados por descuidados ciudadanos (a estos, llamémosles así) o por manos intencionadas que los prenden por varios sitios a la vez, se debe incidir en ellos. Vamos a los pueblos y les explicamos esto a los vecinos. Crees que desde las ciudades no se entiende a los pueblos ni se descubren tantas razones como deben tener quienes cometen este delito. Injustificable su actitud pero habrá que descubrirla para combatirla. Te dije que el campo está abandonado, el medio rural casi parece ya una reserva natural para urbanitas de fin de semana que no saben lo que es una gallina ni un roble, que se mantiene por pensionistas y por subvenciones europeas, que hay luchas y venganzas entre vecinos, soledad, afición a prender para fastidiar o como síntoma de locuras varias, deudas, intereses económicos, especulación y a veces la más ininteligible sinrazón.
Los incendios peninsulares se han ido apagando pero, como nos gusta seguir la actualidad, se vuelven a repetir otros fuegos y no aquí. Fíjate, en Francia, Alemania, Austria, de vez en cuando se dan unas curiosas casualidades y comienza a arder una vieja casa o piso del centro de la ciudad con la sorpresa de que siempre lo habitan inmigrantes. Países acostumbrados a gentes de otras razas y culturas se ven sorprendidos por mortandades evitables.
Comisiones de investigación (como siempre) y nunca más se supo de sus resultados. Burocracia para encubrir y olvidar el tema. Inmigrantes pobres, hacinados en esas viviendas inhabitables que se las alquilan porque nadie las quiere antes de que llegue la mejor valoración del solar a cargo del más hábil especulador. Racismo, nacionalismo, desprecio. Ha pasado en esos países pero puede pasar aquí cualquier día. Tú me lo has comentado muchas veces. La zona del centro de muchas ciudades y pueblos con edificios más viejos y descuidados es el hogar de la inmigración. Personas amontonadas en una habitación para ahorrar. Éste no debió ser su paraíso soñado. He ahí la vergüenza de propietarios que hacen su negocio y autoridades que sólo aparentan conocer el problema cuando ocurre una desgracias. Te doy la razón de nuevo, a menudo sólo actuamos después del suceso porque no nos atrevemos o no sabemos demostrar nuestra inteligencia con la prevención.
Como ves, tanto en el bosque como en las personas, las casualidades más bien son causalidades. Los árboles no denuncian y los inmigrantes...son pobres y podían haberse quedado en su país. Qué vergüenza, si es que aún existe.

Vadeando el río de las informaciones

Tú por joven y yo por segunda hacia la tercera edad, ambos nos estamos aprovechando de esta herramienta que es Internet para imitar a millones de personas que ahora harán lo mismo. Enviar mensajes, chatear, escribir en la web o alimentar el diario personal que te regala cualquier empresa de blogs. Gracias, Blogia, por dejarnos publicar obviedades y pensamientos, válidos para dar a conocer nuestro eterno diálogo a quien no le moleste perder unos minutos al día. Perdemos tantos...
Unos venimos de otros tiempos y otras estáis en este tiempo dado a estar a la última. Tu instituto en esto de ordenadores no te quejarás. O sea, que en teoría tus profesores pretenderán prepararte para un presente que estamos tecnificando de forma muy rápida. Todo más deprisa que las oportunas reflexiones sobre el fondo y la forma de la realidad en que estamos inmersos. No pierdas un minuto en pensar que te quedas atrás, parece que es la máxima de los más tecnólogos.
El otro día hablabas de ese nuevo término, la brecha digital, las diferencias de velocidad en los países de este planeta. Como siempre te fijas en otros mundos que no sean el primero (el superdesarrollado), sacaste como conclusión que la realidad global es muy triste. Ves demasiado, te dije. Menos mal que nunca te parece mal que te diga esta frase. Sé que discutes con tus amigos y amigas cuando dicen estar al borde de la depresión (adolescente) por nimiedades propias de la edad, por no tener para ser, por no estar para ser visto, por no ir para figurar, por no aparentar para existir. Tú sí que tienes en tu mente los globalizados problemas que sí son trascendentales, aunque te sometas a los dictados de tus amistades.
Otro efecto de tanto digital es esa queja continua que ya detectáis los jóvenes que acceden a muchos aparatos: el exceso de información. A los más grandes también nos pasa. Quien diga que tiene las ideas muy claras siempre y que sabe seleccionar al momento, que se observe a sí mismo en la selva digital: Internet o un río como corriente continua de información.
Para echar más leña al fuego, ya viste la que se armó el pasado miércoles 24 de agosto con el artículo del escritor Jordi Soler titulado “La información instantánea”, en EL PAIS. Los blogs echaban humo con ciertas críticas a su contenido. No estaban de acuerdo cuando razonaba por qué creía que la información instantánea que publican los blogs ante una noticia no siempre debe ser creíble porque no está contrastada. Criticaba que ahora cualquiera pueda convertir en noticia una curiosidad que encuentre por la calle, con fotografía digital incluida. Defendía el papel del oficio de periodista como profesional que busca el equilibrio y saber tratar lo que es información de lo que no.
Te formaste luego una visión global del tema. Defendiste las posibilidades tecnológicas, esto que hacemos ahora al alcance de cualquiera, la democratización de la publicación, la libertad. Te caen bien los periodistas pero dices que los blogs les pueden ayudar aunque sea información subjetiva. Lógico, no crees en la objetividad. Yo tampoco. Le respondías a Jordi Soler: a menudo las fuentes de la información pueden aportar noticias falsas o manipuladas, y no son de blogs; las webs oficiales cuelgan también su versión y los periodistas la citan sin problemas. Y podríamos hablar del papel de los gabinetes de comunicación, de relaciones públicas, de marketing, los amigos del amigo del mandamás de turno, el rumor, la llamada confidencial. Se los creen y les están intoxicando. Te hizo gracia cuando te comenté que la prensa rosa de esta semana habla del amante de la mujer de un ministro francés actual. Cuando dicen quién es él, sus datos biográficos recogen que es un experto en comunicación de grandes noticias internacionales. Si es cierto, imagínate en qué mundo vivimos, en que las grandes noticias son decoradas y puestas a punto por expertos de todo tipo, para conseguir los efectos programados con antelación. Así de claro. Créetelo que el mundo está lleno de lobbys, de técnicos en saber decir lo que toca en cada momento o lo que programan para que oigamos, compremos o pensemos. Así de claro.
Después de todo, van y critican las aportaciones de bloggers como nosotros, cuando muchos periodistas escriben en un diario y en su blog escriben cada día opiniones a veces distintas a lo que han publicado en el papel. Recuerda lo que Eugenio Scalfar, fundador del periódico italiano La República, le dijo a un grupo de alumnos de periodismo no hace mucho: "Periodista es gente que le dice a la gente lo que le pasa a la gente". Luego te surgió la duda. Querías saber cómo llamaría a la gente cuando es ella misma la que informa directamente al resto de la gente.
Lo dijiste muy claro de nuevo, la corriente continua de informaciones es una riqueza que aún sería mayor si nos enseñaran a transformarla en conocimiento. En eso estamos, te dije, en un proceso llamado cultura formado por muchas asignaturas y por el conocimiento acumulado y heredado de tantos sabios que en vez de Internet disponían de un cerebro para pensar.
El río es largo y la información es continua. Quizá de momento el arte esté no tanto en vadearlo sino en compenderlo.

La cultura de la muerte, pendiente de asignatura

Sé que es difícil hablarle de este tema a quien es joven y no ve el final de su futuro. A mí también me pasaba. Recordaba cuando mi familia, a tu edad, me repetía lo mismo que ahora debe tocarme decirte a ti, más que nada para no perder estas costumbres tan ancestrales.
Es verdad. Creo que antes la cultura de la muerte estaba más asumida en la vida diaria. Se nace y se muere. Me admiras porque has sacado tú este tema en las conversaciones más que yo. Soy del montón, de los que les cuesta recordar que existe un final. Y no será por tantas señales diarias. De momento le pasa a los demás. Mientras comemos observamos carnicerías en la televisión, bueno, no: ahora algún código ético autorregulador de los medios nos permite comer en paz, ignorar la crudeza, la sangre, todo lo que nos pudiera alterar las digestiones de nuestros estómagos llenos. Ahora, síntomas de que esto pasa los hay. Escuchas las barbaridades contra las mujeres, el terror de los accidentes de tráfico, las consecuencias de enfermedades, de violencias, del hambre y de tantas miserias como no se nos muestran en ninguna pantalla plana.
La cultura de la muerte nos suele venir al pensamiento a la puerta de los hospitales, de los tanatorios y de los cementerios. Filosofamos, ensalzamos a quien ha muerto, comentamos sus grandezas y no nos queda más remedio que seguir viviendo, continuar hasta la próxima vez. Sin embargo, nos cuesta asumir nuestra desaparición. Tú lo dices. Estamos tan seguros con nuestros avances, con tantos recambios para casi todas las disfunciones corporales, con tantas medicinas y nuevas técnicas que parecemos unos inmortales de pacotilla. Tampoco vemos personas muertas. Se ha cambiado la cultura funeraria, mejoramos, hay centros especializados para todo, servicios al ciudadano hasta que es enterrado. Qué más queremos.
No, tranquila, no hay ningún proyecto para crear una nueva asignatura que nos recuerde una realidad que tú, tan joven y tan inteligente, te encargas de recordarme. Si no fuera eso, quizá yo sólo pensaría en días como hoy, cuando hemos despedido a una estimada persona compañera de profesión. Soy del montón.

Dos asignaturas más: agua y fuego

Ya sabes que en nuestras conversaciones transcritas no aparecen ni signos de interrogación o exclamación ni formas de identificar quién de los dos habla o responde. Adoptamos este compromiso. De momento lo cumplimos. Y ahora te sugiero que pienses en una propuesta derivada de la actualidad más cercana.
Tal como vamos en este país, península de más de un país, España, Estado español o como cada uno quiera nombrar, pronto alguien sugerirá que en las escuelas se deberían estudiar dos asignaturas más, una sobre la cultura del agua y otra, sobre la cultura del fuego. Ya sé que te ríes con tales propuestas, que te quejas de tantos temas y de tantas clases, asignaturas, créditos. Aún te ríes más cuando el listo o la lista de turno soluciona cualquier problema social con la escuela o con campañas publicitarias para la difusión de las buenas costumbres. Pero más vale que estemos preparados.
Agua y fuego ya son más que dos elementos básicos de la naturaleza de este planeta. Comprobamos la ausencia de cultura en torno a ambos. Uno porque se acaba y otro porque acaba con todo. El verano actual nos puede dar un buen toque de alerta. La higiene, el derroche, el consumo excesivo, la limpieza. La naturaleza, la voluntariedad, la provocación, los intereses, los descerebrados, la prevención, el negocio, los despistes, la dejadez, el abandono. Añádele más palabras de tu amplia cosecha.
No soy partidario de más asignaturas curriculares pero creo que la realidad demuestra que a menudo nos supera, a nosotros, tan inteligentes, tan reyes de...

Nuestros ídolos nos escupen en público

Un día me enfadé con algunos compañeros y compañeras de mi instituto. Ya descubrirás por qué te lo explico. Resulta que desde hace tiempo se ha impuesto la moda de escupir en público. Lo ven natural. Cuando juegan a algún deporte lo hacen con espontaneidad pero también por la calle. Fíjate, me han contado que hay quienes parece que están entrenando la musculatura bucal. No es por extenderme en detalles desagradables pero presumen de quién lo lanza más lejos, del sonido que produce el acto en sí y puede que compitan a ver quién tiene más puntería. Es así la cosa. Como quienes hacen piruetas aéreas con el humo del tabaco, o lanzan la colilla a la máxima distancia, o miran a ver si encestan los papeles. La papelera se convierte en canasta de básquet. Incluso recibe la bola hasta con efectos especiales. O quienes escriben imagínate qué frases en las mesas. O en las puertas de los lavabos. Una vez conocí un chico y una chica que le propusieron a un profe hacer un trabajo de investigación sobre el uso del lenguaje en espacios públicos tipo lavabos, túneles, paredes, fachadas, etc. Tenían muchos material, sólo que ese profesor no denotaba demasiada imaginación y eludió el tema.
A veces les preguntaba por qué escupían así, o se sonaban sus mucosidades sobre el suelo delante de gente. Qué pasa contigo, siempre quieres saber más. Su respuesta superficial dio paso a un fondo aclaratorio. Cuando te lo comenté tú me dijiste casi lo mismo que ellos. Al parecer, en el mundo del deporte es habitual escupir en público, sonarse o esconderse para otras necesidades. Y todo estas actitudes las recogen las cámaras de televisión en primer plano. O sea, ya ves a mis colegas copiando los escupitajos de sus ídolos futbolistas. Hasta queda bien para ellos imitar a su referente. Qué personalidad tan adolescente. Si ya me parecía a mí que a veces vemos normales comportamientos que, en otro contexto, los rechazaríamos. Nuestros ídolos nos escupen en público y repetimos sus hazañas.
Después vendrán campañas a favor de los modales, anuncios y más anuncios. La realidad tú me has dicho cuál es. Es habitual ver las aceras llenas de estos efluvios bucales por la mañana. Junto con excrementos de perros y papeles la limpieza deja que desear. Claro que también yo mantengo mi hipótesis favorita: basta que unos pocos lo hagan mal para que resalten más sus resultados que el buen comportamiento de la mayoría.
En fin, disculpa por este monólogo. Hoy no te he dejado hablar nada. Sé que me querías comentar eso que dijo el alcalde de Barcelona. Que después de tantas campañas en defensa de actitudes cívicas, iba a multar a quienes no las cumplan. Debe estar enfadado con la juventud alborotadora de las fiestas del barrio de Gràcia. El alcohol y otros productos causó estragos. Oí que ya señalaban a los ocupas como culpables de todo. Siempre pagan los mismos. Pero no dijeron de quién eran hijos los que destrozaron todo. Habría sorpresas. Seguro que no se conformaron con los escupitajos de sus ídolos. A los resultados me remito. Todo a la vista, con policías, vecinos y periodistas delante. Para qué cortarse si eran capaces de echar por tierra en un momento el ambiente festivo.
A lo mejor es que empezaron escupiendo en público y han acabado destrozando lo público.

Hoy rindo menos, no me lo he tomado

Te veo en buena forma física, campeona. Una mente despierta en un cuerpo que llama la atención. Cultivas todo y bien. Si es que no das abasto. Ya desde muy pequeña te metieron en el típico estrés de la actual infancia. Cuenta cuántos deportes has probado, actividades artísticas, musicales, gimnásticas, rítmicas; cuántos idiomas has estudiado fuera de la vida escolar, y no hablemos de tantos intereses que tienes y pretendes seguir. En ocasiones me parece que hay personas que conoces y te interesan pero por algún aspecto que compartes con ella. Dices: es la vida moderna la que nos impone estar muy preparados para el presente que ya es futuro. De acuerdo. A mí ahora casi me pasa igual, sólo que cada vez tengo menos futuro y más pasado.
El otro día, en el gimnasio, te imaginabas algunos cuerpos de gente que por allí se trabajaba el físico. Qué cuerpos, decías, reflejando tu ardor adolescente. Sí, esbeltos, bellos. Son espacios más sociales de lo que parecen. Fíjate que suelen colocar estratégicamente espejos donde mirarse las fachadas de la estructura corporal, el sudor colectivo de máquinas tan juntas debe tener efectos narcotizantes para la superación corpórea (como el cloro en las piscinas), las pantallas planas no paran de idealizarnos con vídeos musicales protagonizados por la juventud famosa de MTV y similares. Jóvenes también muy castigados por sustancias diversas, decías.
Pues sí, la historia de la humanidad siempre ha ido acompañada de productos que ayudaran a las personas a algo. Lo hablamos en una clase y participaron compañeros y compañeras que relataron su experiencia con algunas de esas sustancias. Una vez leí algún artículo sobre drogas escrito por Antonio Escohotado y recuerdo que te pregunté quién era ese señor. Me llamó la atención su trayectoria vital, su defensa de la libertad para consumir tantas sustancias (no la obligación) y sus problemas con familias de personas enganchadas o muertas por culpa de las drogas que desalmados traficantes les habían vendido, a veces adulteradas. Yo hablo con mis colegas y sé que cada vez de prueban más cosas. Personas adultas son responsables de lo que pasa, y gobiernos y empresas encubiertas y policías y muchos intereses. No entiendo por qué los adultos os metéis con los jóvenes cuando debíais mirar más a vuestro interior y a vuestra época juvenil. Acordaos de lo que hacíais. Ofreced a la gente joven un mundo mejor, mejores trabajos, menos hipotecas y más viviendas, menos préstamos y más ideales basados en vuestro modelo de vida por la que lucháis o debíais luchar.
Qué te voy a responder, dices tantas cosas con tanta razón que si te corto en tu monólogo podría ser para ampliar tus ideas.
Una conversación que después retornó al punto de partida inicial, al gimnasio. Seguimos con el tema pero desde la vertiente deportiva. Decías que mucha gente toma también productos para desarrollar más músculo, para rendir más, para ser los primero en lo que sea, para la alta o baja competición. Y acudiste a la actualidad. Sabes de ejemplos de profesionales de ese deporte que a mí tanto me gusta ver por televisión, el ciclismo en carretera. Algunos han sido condenados por lo que hacen muchos en éste y en otros deportes de élite. Nuestro homenaje y admiración a El Chava Jiménez, al emblemático Marco Pantani y ahora al acusado por los franceses otra vez, Lance Armstrong. Otra vez a la carga, de nuevo lo condenan. Envidias. No miran a su alrededor. Protegen a los suyos. Muchos hacen lo mismo para aguantar esfuerzos que no se consiguen sólo con macarrones y bistecs. Tú los justificabas. Si se dopan, qué pasa. Crean deportes que convierten en espectáculos y cuentan con hombres que deben ser superhombres para estar a la altura del circo mediático que alimenta el negocio que produce dividendos que van a parar a las cuentas de algunos que condenan. No entendías por qué los ciclistas y los esquiadores de fondo son sus víctimas más elegidas. Les retabas a que “los vampiros” (extractores de sangre por sorpresa) entraran igual en el fútbol de élite, en el baloncesto, balomnano,atletismo. O en muchas oficinas, despachos de políticos, puestos de responsabilidad, donde las rayas no son precisamente de escritura.
Antonio Escohotado ha investigado la importancia de las drogas en la historia. Mentes despiertas o adormecidas, rapidez o lentitud, en el paraíso o en el infierno.
Legalización o no, polémicas aparte, hemos de acabar con este asunto que tanto te preocupa. Porque te he de decir la verdad: hoy rindo menos, no me lo he tomado.

Los ataques a la defensa

Sigues la actualidad con tanto ímpetu adolescente que te sacan de los nervios veraniegos los que atentan a tus principios más hondos. Ya sé que cada vez que nos vemos la actualidad es uno de nuestros temas preferidos. Solemos coincidir en muchas interpretaciones, cosa que a mí me rejuvenece el espíritu aunque no el carnet de identidad. Las diferencias a menudo radican en la energía para sublevarte contra la marcha de unos acontecimientos que se podrían conducir de otra forma. Te lo repito con frecuencia, si me ves leyendo con pasión los temas económicos, si empiezo los diarios por las páginas del dinero es porque estas noticias suelen extender sus tentáculos sobre muchas otras secciones del diario. No es justo que ocurra pero ahí está. Los negocios mandan sobre la política, que a su vez manda sobre lo militar, la medicina, los medios de comunicación, la enseñanza, la religión, etc.
Déjate de tus rollos y vete al grano, es intolerable la existencia de ejércitos y que sus miembros tengan que morir hasta en misiones de protección humanitaria. Así te expresabas, con mucha vehemencia pacifista. Como si no se supiera que uno de los peligros que tiene pertenecer a un ejército siempre ha sido la posibilidad de morir. Suscribía tus juicios cuando nos resultaba incomprensible la retirada de tropas españolas de Irak y no de Afganistán. Lo dijimos hace meses. De hecho estábamos en contra de todas las tropas, de su existencia y de tanta justificación de la necesidad de la defensa. Soldados armados hasta los dientes en misiones humanitarias dentro de un país en guerra y con el terrorismo como una realidad diaria usada por los más débiles. Nos parecían contradicciones propias de quienes quizá no éramos capaces de entender lo que para los del uniforme estaba muy claro.
La defensa se defiende atacando y también recibe las represalias del bando contrario. En medio máquinas, personas, fenómenos meteorológicos, cansancio, despistes y muertes. No sabemos lo que vale la muerte de estos militares, incluyendo ceremonias, desplazamientos, actos, honores, parafernalia, etc. Comprendo tu crispación, me veo reflejado en ella y eso que el ministro del ramo nos cae bien. Pero como despreciamos el fondo de la cuestión y el cuerpo en sí (no las personas) suscribiremos aquella frase de un pacifista cuando decía que lo mejor que se puede hacer de todos los militares del mundo es no hablar de ellos. Punto final.

De la construcción de bancales a la destrucción por las grúas

El litoral mediterráneo - tú me lo has explicado muy bien – fue tierra de entrada de nuevos pueblos, de conquistas, de batallas y de asentamiento de núcleos urbanos con sus avances y con su organización política y social. En donde antes había pueblos hoy puede haber otros más grandes o ruinas cubiertas de vegetación, donde antes se trazaban vías de transporte hoy el asfalto es el rey. Los cambios están relacionados con el paso del tiempo y con las circunstancias de cada momento histórico. Clima mediterráneo, dieta mediterránea e invasión de este mare nostrum por nuestras conquistas fruto dicen que del nivel de vida.
La autopista de La Jonquera hacia el sur de España discurre por parte de aquellas calzadas romanas. Hoy, ya ves lo que se nos ofrece. Para no pasar de largo sin enterarte apenas del territorio (algo muy propio de los turistas), una parada para acercarse hasta algún núcleo costero y conocer cómo se le trata al Mediterráneo por estas zonas. Las viñas del Penedès catalán nos permiteron ver ese bosque de racimos que esperan la vendimia, inicio de futuros vinos o cavas muy bien conseguidos en laboratorios comandados por esos reyes de la tecnología del bouquet que se llaman enólogos.
Tenías ganas de que te hablara de algunos cambios del litoral observados sobre el terreno. De Vilafranca del Penedès a Vilanova i la Geltrú, por ejemplo. Qué suerte con las viñas, un paisaje verde estival como si de una inmensa pradera se tratara. Restos de antiguos recintos poblados. Olèrdola, antiguo pueblo que ya existió en la Edad del Bornce, con los iberos, los romanos, con un castillo medieval del siglo X, muchas culturas que recorrieron estas zonas sometidas ahora a lo que toca.
Además de antiguas piedras, en las laderas cercanas a la carretera aún hay bancales. Te llaman la atención, son pequeñas paredes de piedra construidas por las personas en los desniveles montañosos para evitar la erosión del terreno y para ganar así una pequeña zona de cultivo. Una piedra tras otra, colocadas a mano, mucho trabajo, ilusiones y ganas de prosperar. Aún están ahí aunque no sean muchos los que se fijen en ellos ni sepan interpretarlos. Hoy todo está abandonado hasta que el paso del tiempo facilite que el bosque se apodere de tantas zonas desbrozadas para el cultivo, siempre que los incendios lo permitan.
En frente, abajo en la carretera, una cruz con flores, un tributo más de alguien que fue víctima de veloces inventos para movernos o matarnos.Hemos visto tantas por todos los sitios que ya no producen efecto. Al fondo, una parte de la suave cadena montañosa litoral. Por esta vertiente ya se vislumbran grúas de la construcción que reciclan el paisaje, o sea, destruyen mucho para construir algo. Las modernas atalayas, propiedad de lobos capaces de hipotecar las pensiones de los nietos de las nuevas construcciones, se encadenan y avanzan a medida que entregan la felicidad al propietario de las escrituras. Un país que hoy se puede atravesar, no por árboles sino cabalgando de una grúa a otra, nos enseña la destrucción imparable de lo poco que queda del litoral mediterráneo. Descender hacia el litoral es un continuo tejado adosado hacia el infinito. Cada año avanzan con sus máquinas como si de la legión romana se tratara, a la conquista del terreno y de los árboles libres vendiendo un mar cada vez más contaminado y una simbología mediterránea, colonizada por culturas procedentes de otros mares.
Se te ocurrió avanzar desde los romanos hasta hoy. Querías imaginarte qué quedará de todo esto que se construye ahora cuando transcurran cientos de años, cómo nos interpretarán las muy futuras generaciones por lo que dejamos hecho (o deshecho) e inventado. Como eres positiva y piensas contribuir a cambiar tanta realidad que te desagrada, suspirabas por las doctrinas, consejos y manuscritos dejados por los antiguos sabios griegos y romanos que aquel profesor de filosofía te había escogido desde el punto de vista de una ética actual.
Esos sabios sí que debían ser la parte fundamental de la dieta mediterránea.

Ventanas abiertas a esos mundos

Mira,

Sí, miras y miramos pantallas, muchas de esas pantallas planas de Juan Cueto. Pantallas táctiles, digitales, pequeñas, grandes, largas, de plasma, de LCD, tipo IMAX, panorámicas. Muchos objetos tecnológicos que se relacionan con nosotros a través de una pantalla que incrementa sus recursos, colores, formas y atractivos cada cierto tiempo. Son materiales para ofrecernos realidades y ese mundo virtual que suele desvirtuar el existente. Nos ofrecen, nos enseñan, nos conducen, nos facilitan, nos divierten en un entorno en el que también podemos encontrar otras ventanas que son como puertas de entrada a otros mundos.
Las puertas están abiertas y te recibe una muestra de chicas jóvenes. Te miran de frente, en apariencia con un maquillaje muy disimulado. Ves la mitad de su cuerpo para arriba y son el reclamo para hablar de cualquier cosa, referida a mujeres, a hombres o ambos. Todo son consejos para mejorar bajo reclamos impactantes que parece que te solucionan cualquier problema de la vida si sigues sus consejos. Hay variedad de chicas, de temas y de formas de presentarlos. Llamar la atención desde la puerta de entrada, franquearla adquiriéndola y después...ya veremos.
Encima de las chicas, sin molestarlas ni hacerles la competencia, hay muestras de casas y de ideas para mejorarlas. Cada vez se enseñan más, nuevas, reformadas, para construir, para mejorar, para cambiar, estén donde estén. Atractivas casas, como las chicas, o también poco a poco, chicos. Casas que se adaptan a cualquier estación, época o momento vital del año. Dan a entender que pueden ayudar a mejorar a sus dueños, a que piensen en esas mejoras que a su vez les beneficien a ellos. Calidad de vida. Dentro de esas casas modelo, como con las chicas, muestras de ideas, de diseños, de construcciones, de decoraciones que nunca te complican la vida ni te crean problemas. Fíjate en qué mansiones enseñan aunque, como saben que son para todos los públicos, pues también estas construcciones se democratizan y le ofrecen una ayuda a quienes no llegan a tanto. O les brindan la posibilidad de seguir un método más pobre, hazlo con tus propias manos, es barato y fácil si usas tu tiempo y sigues nuestros consejos de bricolaje.
Ya que las puertas siguen abiertas, entra. Vigila con tanto plástico empaquetado en grandes cartones, colocados casi a propósito para que los mires. La exposición sigue, de abajo arriba. Si te interesan los personajes que siempre salen en los mismos sitios, aquí te los enseñan manipulados a su gusto y conveniencia. Si no quieres pensar, sólo contempla cómo viven y que te susciten algún grado de envidia. Todo es tan plano como las casas, los muebles o los jardines. Si te interesan las motos, las que quieras a tu disposición: lo que pasa, lo que vendrá y lo último de lo último. De dos ruedas también tienes bicicletas en todas sus modalidades. Tantas como se compraron cuando fueron moda, a sus dueños hay que proveerles de las novedades. Si lo tuyo son las cuatro ruedas, husmea los quads, los bólidos de todos los precios, cualquier novedad de cuatro ruedas con las combinaciones y utilidades que quieras. Sin problemas. Todo y más que se renueva con asiduidad para que estés a la última. Camiones también, y esos modernos tanques más urbanos que rurales que multiplican cuatro por cuatro, y caravanas y ocio y componentes y aquí en esta sección, más protagonistas masculinos que femeninos.
Antes de llegar al fondo, como que lo del motor también lo catalogan como deporte, te ofrecen más deportes y aventuras, pero sin motor. Tú y tus fuerzas ante un reto elegido por ti. Atletismo, esa palabra llamada Outdoor, ponte en forma, mejora tu figura, adelgaza, pierde lo que te sobra, gana salud. Con esta oferta para la mejora visual, a continuación la ventana te deja ver sitios a donde ir, viajes, propuestas para un ocio encantador y tan revitalizante como ese cuerpo conseguido con tantos métodos. Y lo último en informática, en relaciones de pareja, en la mente y el espíritu, en curaciones, parapsicología, ovnis y lo que compre el mercado.
Todo bien si no fuera que también en el mismo recinto tan mundano tienen cabida las cosas que pasan por el mundo. Sí, todo eso que tú siempre dices es noticia porque es desagradable o negativo para el género humano. Tu frase: a menudo no me interesa seguir la actualidad porque es penosa. Como si los mensajeros fueran los culpables de lo que te ofrecen.
Nuestra ventana es un kiosko cualquiera, papel de todas las clases que enseña lo que creen que necesitamos en cada momento. Entre más satinado y de mejor calidad es, parece como que las complicaciones de sus contenidos son menores. Ya ves, pronostican que las pantallas planas acabarán con tantos papeles de esta ventana cogida al azar. El futuro lo desconocemos pero los contenidos del presente son estos, nos los ofrezcan como sea. El problema es que son una pequeña parte de tantas realidades que desconocemos porque no interesa mostrarlas. Otros mundos, los problemas e inquietudes de otras personas, otras culturas, otros países...otras ventanas con más...

Pensamiento simple

Una chica como tú, que siempre has sido bastante independiente, liberal y capaz de ir más allá de lo que te enseñan, de lo que te cuentan, lees u oyes te veo preocupada por lo que tú llamas “pensamiento simple”. No es cierto que lo hubiera instaurado un reciente y ya ex - presidente de gobierno, aunque lo cultivó en exceso. Es muy antiguo el tema y ya se sentían consternados los filósofos griegos. Pues no veas hoy cómo está la cuestión. Muchos siglos de evolución pero la cosa, según tu opinión, no ha mejorado en todas las direcciones. Tus compañeros y compañeras de instituto te gustan pero eso no impide que observéis los juicios de valor y el posicionamiento ante problemas vitales de los quienes convivís en el centro. No relaciones las modas, las marcas, los símbolos, la imagen con la simpleza. Insistías en que a veces son compatibles. Puede. Te pedí ejemplos que justificara tu interés por lo simple. Ejemplos: abundan los chistes fáciles, en Internet y en las conversaciones; programas de televisión tan simples que te cuestionas quiénes son esos millones de audiencia que usan su tiempo en verlos; pasar simplemente el tiempo, perderlo en los momentos de ocio para ganarlo trabajando sin parar cada día; mensajes de móviles con textos continuos sin apenas contenidos; conversaciones rutinarias, simples, con poca forma y menos fondo; lenguaje repetitivo, escaso y lleno de formulismos.
Te mandé parar tu enumeración. Debes respetar la forma de ser de cada persona. Inconformista, pensabas que tu exigencia era para mejorar y te rebelabas ante la interpretación tan simple de una compleja realidad, ante inquietudes simples, ante carencia de dudas en general, estabas contra los que afirman más que cuestionan, pontifican más que discrepan, gritan para tener razón y alimentan sus juicios con simples opiniones ajenas muy masticadas pero poco elaboradas.
Entiéndelo, hay personas que viven más cómodamente sabiendo menos, sin complicaciones neuronales, conformándose con su mundo, disfrutando de los avances y teniendo más que siendo. Siempre me dices lo mismo – me replicabas- con tanto respeto nunca se mejorarán los niveles culturales, nosotras adolescentes hemos de repetir aquellos inconformismos que planteabais en vuestra juventud para ir contra aquel mandamás.
Charlas con una chica inquieta y más compleja que el pensamiento simple que critica.

Protección global

El otro día hablábamos de la seguridad o inseguridad en que vivimos. Habías relacionado muchas informaciones y comentarios que oías a menudo y planteaste un tema que nos preocupa a todos, en proporción directa a nuestras propiedades y nivel de vida. La protección y la seguridad.
La última provocación que relacionaste con tus pensamientos anteriores sobre todo esto fueron las actuaciones de Bansky, un artista británico de 31 años tan provocador en sus actuaciones que ayer EL PAIS hablaba de que había pintado nueve graffitis en el muro de Gaza, esa enorme pared de cemento que los israelíes van construyendo para no saber nada de sus hermanos palestinos del otro lado. Bansky pretendió aportar su toque artístico a esa vergüenza que desgraciadamente no es única. Citaste a uno que llegaste a conocer, el muro de Berlín, pero yo te nombré alguno más cercano. Qué decir de esa enorme alambrada que separa Ceuta de Marruecos para que no puedan entrar inmigrantes llamados por algunos “ilegales” (curioso término para hablar de personas). O los que hay entre México y Estados Unidos. Muros los hay de muchas formas y ahora la tecnología es capaz de construir separaciones vigiladas virtualmente que detectan a cualquier intrépido aventurero, “ilegal” por supuesto.
Hablando hablando, tiramos tanto del tema que lo extrapolamos a nuestra vida diaria. Recuerda que un día me dijiste que tu profesor de sociales os planteó el tema seguridad – libertad, una dicotomía de la que antes se hablaba mucho, con fuertes discusiones en las que la gente de izquierdas siempre se decantaba por la libertad. Qué tiempos aquellos en que se citaba a otro Gran Hermano (no el del programa de la TV), a George Orwell y a suposiciones futuristas en que los derechos humanos se pudieran ver recortados por tanta seguridad.
¿Elucubraciones sin sentido?
No me veas como anticuado o irrespetuoso con las nuevas tendencias, pero quisiera ayudarte a completar tus argumentos con algunas observaciones. Después, tú misma. Si quieres te explico lo que he comprobado muchas veces en la vida diaria de nuestra ciudad, una urbe parecida a muchas. De día las calles están muy animadas y los escaparates de las tiendas aportan un toque alegre a los edificios. De noche, antes de cerrar, aún son más vistosos con tanta luz y diseño óptico. Sin embargo, llega un momento en que las calles son una persiana seguida. Desparecen los escaparates y todo semeja un muro metálico abierto por los lados y por las intersecciones de calles. Protección al máximo. Pero no sólo eso, protección con alarmas por doquier. Puertas que ya las anuncian, miedo a la intromisión en la propiedad.
Si quieres pasamos a otro escalón protector. Las cámaras de vigilancia. Las hay dentro de cualquier tienda, a la entrada de bancos, en las fachadas de edificios públicos, en las calles, en las carreteras y autopistas, en las montañas para informar sobre el tiempo. Y, en el ámbito privado, las webcam, no tanto para vigilar sino para enseñar. No te acuerdas pero hace no tanto tiempo hubo quien se opuso a instalar estos aparatos en las calles porque atentaban ala libertad privada. Ahora nadie dice nada. Y quien lo diga, le demuestran su eficacia con las pruebas que aportan en atentados terroristas, en robos, secuestros o crímenes. Luego te imaginaste cuánta información tendrán los organismos policiales sobre todos nosotros. Incluso pensabas qué pasaría si un día los expertos en intromisiones informáticas llegaran a controlar tanto aparato vigilante. Y nadie se queja, son sistemas de seguridad. Nos venden seguridad. El penúltimo invento, los móviles con cámaras también útiles para vigilar con fotos, publicar, vender o denunciar.
Tu capacidad deductiva luego se despertó y empezaste a añadir otros sistemas de protección. Citaste a tantos policías distintos como hay, y tantos agentes privados que enriquecen a sus compañías de seguridad, a guardaespaldas, porteros de discotecas o restaurantes, detectives privados. Seguiste con el tema de las llaves y los sistemas de seguridad en nuestro territorio más próximo: alarmas de coches, alarmas de garajes, de casas, sirenas de todo tipo. Me hizo gracia cuando se disparó tu imaginación y lanzaste una interesante hipótesis: qué pasaría si un día todos los sistemas de seguridad se pusieran en marcha de golpe: alarmas sonando, cámaras sin parar de grabar, sirenas funcionando, policías de un lado para otro. Tranquila, te dije, es difícil que ocurra. Piensa que tantos radares de control de tráfico, escaners de aeropuertos, fotos por satélite, controles por GPS, etc. todo esto dicen que previene que no pasen cosas peores pero la realidad es que tanta saturación esconde miedos, inseguridades personales y sociales, gente ineficaz que no interpreta tanto mecanismo. Hay muchas pruebas que así lo demuestran. Libertad controlada gracias a que todos colaboramos y nos enfadamos o denunciamos cuando no estamos protegidos. ¿Un policía por persona, una cámara, una alarma para cada uno?
Nos cansamos de tanto darle vueltas a un presente tan protegido. Tú me aseguraste que vivías bien, que disponíamos siempre de una buena lista de teléfonos de emergencias para cualquier imprevisto y que con tanto bienestar nos podíamos permitir el lujo de rebajarnos unas décimas en nuestro grado de libertad. Estabas encantada con un presente tan esperanzador. Sin embargo, seguiste pensando en nuestros planteamientos y en esa global protección que nos reporta tanta calidad de eso que aquí llamamos buena vida.

Nuestro homenaje a Pedro y a Gregorio por parques y por Picos

Querida compañera de aventuras y viajes, nuestra admiración por la naturaleza nos permitió abandonar nuestro lugar de residencia, cercano al parque natural de Sant Llorenç del Munt i Serra de l’Obac, en Barcelona, y repasar tres parques nacionales situados en extremos no de la península ibérica sino de eufemismos bajo nombres diversos: España, Estado, Estado español, patria, etc. Por cierto, no sabías quién era Pedro Pidal pero pronto lo descubrirías. Sobre la identidad de Gregorio Pérez “El Cainejo”, mejor ni te la pregunto. También sabrás cuál fue su papel en la historia de la escalada española.
Recuerda que iniciamos el verano en las islas Canarias porque tú así lo decidiste. Tengo mejor vista que tú, me decías mientras te reías hasta de tu sombra. Más vale tomarnos tal como somos siempre con humor, es una de tus frases favoritas. Tus sentidos adolescentes afinan más que lo que algunos vemos con ojos protegidos por gafas graduadas, lentillas u operaciones diversas.
Las antiguas pero recientes erupciones volcánicas nos impresionaron. Gracias, Teide, o Cheide, aquel dios que las leyendas guanches lo encumbraron a tan alta cima. Un parque nacional de contrastes, terreno lunar, colores, formas, ascensión suave pero continuada, gente, mucha gente, casi tanta como esas amigas lagartijas que nos saludaban desde cualquier piedra. Una cumbre de acceso restringido, centro de atención para tantos científicos que parecen no querer alarmar con posibles nuevas erupciones.
Impresionados con un paisaje exterior que también puede erosionar tus dogmas, inmersos en un gentío conducido por acotados terrenos asfaltados, rodeados por variada tecnología digital y por agua envasada en plásticos varios, el Teide nos dejaba contemplar el fruto de sus anteriores actividades, con formaciones rocosas propensas al retrato instantáneo, con surcos sólidos de emanaciones varias, con ese resultado externo de tantos años de movimientos. Muchos turistas van tan de paso que apenas oyen el eco de continuas noticias que alertan de posibles nuevas actividades volcánicas. Tiene sangre joven este Teide y puede que aún la vuelva a derramar por sus laderas. Eso parece que sospechan tantos equipos de expertos que lo estudian con cuidado, ayudados por nuevas tecnologías que auscultan a nuestro protagonista para avisarnos de sus mínimos aspavientos.
Así estábamos cuando la altitud y las piedras dieron paso al agua marina, a una nueva isla y a nuestro segundo parque nacional canario. Contrastes, aparente lejanía pero siempre nuestro Teide al fondo, el destino en el parque nacional de Garajonay, en La Gomera. Lluvia horizontal, laurisilva, fayal-brezal, vegetación del terciario, escasa población y turistas, minorías que descubren una isla ausente de catálogos, un océano inmenso que aquí se tranquiliza y enseña sus mareas, sus olas y la magia del horizonte teñido de esos colores tan usados para fotos de catálogos, salvapantallas de ordenadores, fondos publicitarios o para transmitir espiritualidad y relajación con un original power point . No lo niegues, siempre te ha gustado que te describa el último que me llega y, después, me sorprendes con una curiosa deducción como si de un juego se tratara. Intentas adivinar cómo es la persona por su mensaje y por el power point enviado, sea hecho por ella o transmitido.
Dos parques canarios, dos espacios protegidos y vigilados. Después contrastabas tanta protección de aquí con esas polémicas de allá originadas por tantos incendios, tanta destrucción, tantos árboles testimonio de muchas historias personales, tantos recuerdos de quienes los dejaron en herencia, tanta sequía y tantas incógnitas cuando oías que casi todos son provocados. No te conformabas con estas atribuciones de culpabilidad, te interrogabas sobre las posibles razones de esos supuestos incendiarios de lo verde, cómo juzgaban a la naturaleza, cuáles eran sus intereses, qué culpa la del bosque, por qué la venganza, a qué tanto gasto de recursos y cómo les narcotizaría el olor a cenizas, el resplandor de las altas llamas, el sudor ajeno y ese paisaje final originado por sus provocaciones. Tantos incendios causados casi siempre por algún motivo. Mientras todo eran condenas, tu curiosidad daba un paso más. Me gustaría reunirme con todos los que provocan incendios, en un lugar secreto y a puerta cerrada. Querría que me explicaran sus razones, saber el fondo de sus actos y que le pusieran voz a sus sentimientos posteriores a la tragedia forestal: qué notaban, cómo disimulaban su autoría, qué beneficios habían obtenido, qué habría que hacer para que no lo repitieran, si les ayudaría la cárcel para un posible arrepentimiento. Eso decías desde tu más firme condena a la destrucción, aunque no la pudieras ver.

Picos

Los parques nacionales canarios fueron la primera escala. De punta a punta. Avión, carretera, amigos, planes, refugios de montaña y ya estamos en Riaño, León. ¿No te suena este pueblo? Eres muy joven para conocer antiguas realidades muy presentes en esta muy querida provincia de León. Ya sabes que el curso alto de los ríos se ha visto domesticado por los pantanos, y más desde aquel dirigente español llamado Franco. Inauguraba paredes de cemento sin parar porque ese acto mediático era un símbolo. Para unos era progreso a costa de enterrar pueblos, flora y fauna. Electricidad, canales de riego, el progreso con energía. Riaño es un símbolo de oposición a una gran obra hidráulica. Muchos fuimos allí y dejamos nuestro testimonio. Una vez te enseñé una foto publicada en una revista en la que nos pillaron in fraganti en Riaño firmando nuestra oposición. Pasamos por encima de la pared, el embalse está lleno, dicen que apenas se utiliza para regar, que hay dos centrales eléctricas, se ven barcos de recreo, el nuevo Riaño en un alto, con su recuperada antigua iglesia y con el pico Yordas como testimonios de tantos cambios.
En Riaño nos esperaban nuestros amigos guías. Luego notaste la grandeza de estas dos personas, sus cualidades humanas de las que no vamos a hablar porque a ellos no les gustaría sentirse retratados aquí en público. El norte de esta parte de León ya pertenece al parque nacional de Picos de Europa. Verdes valles, vegetación de árboles caducifolios, lluvia, vacas, trashumancia, emigración, turismo, excursionistas, senderismo, caza, nieve, bastante nieve en invierno aunque mucha menos de antes a decir de quienes aún tienen la habilidad de ir en madreñas. El puerto del Pontón deja ver la comarca leonesa de Sajambre, con casas de indianos y antesala del espectacular desfiladero de Los Beyos, puerta de entrada por carretera a Asturias. Ya te lo había avisado: carretera estrecha, curvas y más curvas, paredes verticales, el río Sella abajo y Asturias cerca.
Cangas de Onís nos recibió con agua, mucho agua y polémica en los alrededores de La Santina, la Virgen de Covadonga. Para evitar el colapso veraniego en los Lagos de Enol y la Ercina, el Principado diseña un plan. Cada cinco minutos suben autocares lanzadera que te dejan arriba. Pretenden evitar un problema mdioambiental no permitiendo dehar subir ningún coche a partir de primera hora de la mañana. Pero crean otro problema mercantilista: se quejan los puestos turísticos de que la gente no accede a ellos porque el autocar les une la salida y la llegada. La gente no visita los santos lugares del recuerdo. Además, dicen que estos autocares van vacíos, colapsan la subida y también contaminan.
Aquel día subimos a los lagos al oscurecer en medio de una lluvia impresionante. Tanto que, arriba, para hablar de un coche a otro, aparcados al lado, había que hacerlo con el móvil. Una imagen de risa, la lluvia fomenta el uso del móvil, hablar viéndose al lado. Te hizo gracia cuando te conté lo que estábamos haciendo y las bromas que nos gastábamos ante tanta ridiculez comunicativa. Son los nuevos tiempos, amigo, me decías con tu naturalidad tecnológica. Encima que te entiendes y no te mojas, te ríes de una comodidad que te evita un posible resfriado. No te quejes, me respondiste mientras volvías a colocarte en tus orejas el I-Pod con tanta música almacenada para escucharla en el centro del culto asturiano. Nuestro objetivo incumplido era dormir en el refugio de Vegarredonda. Llegar hasta allí lo dejamos para la mañana siguiente. Teníamos que subir antes de las 9 dela mañana para que nos dejaran subir en nuestro vehículo. Y lo hicimos.
Una mañana soleada, carretera en continuo ascenso permitiéndonos cada vez una mayor amplitud de la perspectiva. Picos, valles, lejanas nieblas, horizontes lejanos, subida pasando históricos miradores con la virgen de Covadonga que se nos perdía allá abajo. Y arriba, parte de los Picos de Europa. No supe decirte a qué viene este apellido tan europeo. Bordeamos el lago de Enol, vimos pequeñas casas en medio de prados, hechas para uso ganadero y de sus pastores y aparcamos en un espacio en donde aparecía un letrero. Un pastor rogaba que no se aparcara allí. Era su salida con los animales. El cartel denotaba anteriores dificultades, vacas sin salida por culpa de coches estacionados. Un cartel que pedía respetar esa puerta en el campo, lugar de paso animal.
Una hora de subida por entre fresnos, hayas, pastos, muchas vacas, cuevas propias de estas rocas calcáreas, el sendero bien marcado que nos condujo al refugio de Vegarredonda. Ya no había árboles, sólo rocas calizas blanquecinas que enseñaban inimaginables formas cinceladas por el efecto erosionador del agua. El refugio estaba al mando de dos parejas no muy simpáticas. Luego lo captaste, palabras parcas, frases sueltas, evitar conversaciones y cualquier explicación que no estuviera escrita en las innumerables órdenes colgadas en los tablones de anuncios. Curiosidades: todas las mochilas se metían en jaulas metálicas, se subía al dormitorio sin botas ni bastones, arriba el espacio estaba tan aprovechado que no era recomendable para claustrofóbicos. Eso a ti te daba igual. Tú te hiciste tu composición de lugar y te adaptaste al medio. Como los demás. Al mediodía insististe en hacer la planificada excursión que tanto nos habían recomendado nuestros amigos guías. Nos esperaban varios regalos finales siempre que el tiempo fuera amable con nosotros. Mira que los días pasados la meteorología permitió disfrutar del sol pero el día anterior a nuestra llegada ya volvió a cubrirse con lo típico de la zona: niebla, lluvia, sol, nubes, y así son estos parajes. Un encanto que hay que aceptar y disfrutar. Eso nos planteamos en nuestra ascensión hacia el mirador de Ordiales. Roca y más roca a un lado y otro de la senda, formas recortadas, labradas, muchas cavidades por donde penetra el agua y destruye la caliza originando nuevos paisajes que a su vez dan lugar a otros. Y así seguirá siendo para disfrute tuyo también. Apreciabas mis descripciones, tocabas las superficies rocosas, te las imaginabas entre grisáceas y blanquecinas, llenas de oquedades que retenían el agua de la lluvia. Ibas bien guiada. Este terreno está lleno de cuevas, algunas usadas antes como refugio de pastores y ahora como protección de la lluvia, los espeleólogos se lo pasan muy bien por estas profundidades, un terreno kárstico pero duro y agreste para caminar, con el encanto de los riscos, de sus cumbres aptas para muchas actividades nombradas hoy como outdoor (¡no tendremos palabras en español!).

Ordiales

Subir al Ordiales nos sorprendió con estampas y postales para todos los gustos. Se va por una senda que forma un PR (pequeño recorrido, con marcas blancas y amarillas), con mucho té de roca por los lados, hierba comida por rumiantes y ya casi seca, allá arriba los corzos que nos otean en lontananza dibujando su silueta en las cumbres, un refugio abierto a merced de quien lo use, dolinas, más cuevas y el final del recorrido. El mirador de Ordiales maravilló tanto a nuestros amigos guías que nos convencieron para venir a compartirlo todos juntos. No paraste de interrogarme por el atractivo de este mirador en lo alto. Ahora te lo explicaré.
Nuestros amigos sabes que son, además de buenas personas, avezados excursionistas que pertenecen a un club de León que organiza salidas con abundantes explicaciones a cargo de expertos en flora, fauna y amplio conocimiento de los terrenos que pisan. El año pasado este grupo y otros de Asturias se reunieron aquí en otoño para homenajear a Pedro Pidal. ¿Quién fue? Un marqués asturiano fundador de los primeros parques nacionales españoles, amante de la naturaleza, escalador y personaje que el año pasado revivió por ser el acompañante de Gregorio Pérez, “El Cainejo” en la primera ascensión que se hizo al Naranjo de Bulnes, llamado por los asturianos el pico Urriellu. ¿Por qué aquí, en el mirador de Ordiales, donde estamos situados? Debajo de nuestros pies está enterrado Pedro Pidal, fue una decisión que tomó en vida. Un espacio montañoso resguardado por estas rocas que son el principio o final de este amplio valle por donde hemos venido, de origen glaciar. Detrás, cuando la niebla nos lo permite, apreciamos una de esas panorámicas que impresionan. Es el valle de Amieva, un pueblo asturiano situado allá abajo y al fondo, rodeado de prados con cabañas y una central eléctrica que aprovecha los recursos hidráulicos de la zona. Estamos en los Picos de Europa centrales, allá se vislumbra el desfiladero de los Beyos, a nuestra izquierda los Picos occidentales y, más a la derecha, los orientales, ya en Cantabria. Pedro Pidal tuvo buen gusto, me dijiste, su tumba es un motivo más para cumplir seguro que con uno de sus deseos: compartir la belleza de este paisaje desde el presente y hasta la eternidad. Aquí está él pero pronto completaremos el círculo. Mañana iremos a dormir al pueblo de su guía en la zona, a Caín, el pueblo más bajo de la provincia de León, con 480 metros de altitud.
De nuevo en el refugio, completamos el nublado día con mucha niebla, a seis grados de temperatura, diversidad de montañeros pero muy buen ambiente. Más amabilidad entre éstos que no entre los guardas del refugio. Observé que te gustó venir y darte cuenta de cómo se vive en un espacio así. Recuerdo que pensabas en lo poco que necesitamos a veces para existir, nos cabe en una mochila. Podemos prescindir de muchos lujos o comodidades. Tan cerca de todo lo que hay allá abajo y tan solos en medio de este pedregal. Y el gusto con que se aprecian cosas que no les damos importancia: una baraja de cartas, un café caliente, una cerveza, una cena, una infusión, una ducha cronometrada, un lavabo, una estrecha cama, la protección de un saco de dormir, un tejado donde resguardarse, un móvil con cobertura, una bombilla con luz.
La bajada para buscar el coche estuvo muy acompañada. Un incesante gentío subía y se dispersaría en tantos objetivos diferentes como nos relataban cuando nos saludábamos al pasar. Potentes cuádriceps, cargadas mochilas, bastones y varas de apoyo y la vista perdida en ese plan trazado antes. Muchas ilusiones que se cumplirían si las fuerzas y la suerte obtenían el beneplácito del buen trato que debía dispensar la montaña. Ella te ha de dar su permiso para que después se lo agradezcas una vez abajo. Deshicimos el camino, desfiladero de Los Beyos, zona de Sajambre (donde hay muchas rutas, entre ellas la Senda del Arcediano), puerto del Pontón, puerto de Panderruedas y acceso al valle leonés de Valdeón. Un valle muy castigado antes por la nieve, con pueblos aislados, un sitio noticia cada invierno. Ahora dicen que aquí también se nota el cambio climático y las modernas máquinas quitanieves. Ya no nieva como antes. Ya nadie queda aislado, aunque cada uno pueda estar solo en compañía o solo consigo mismo. La bajada a Valdeón nos sorprendió con el conocido mirador, ese espacio acondicionado como puerta de entrada al valle, para la foto de rigor y para admirar la grandeza de unas montañas relativamente próximas al mar.
Mientras descendíamos por la serpenteante carretera te expliqué el trabajo de un grupo de personas. Recogían hierba segada antes y ya seca. La amontonaban, la cargaban en el remolque del tractor y luego la guardarían para alimentar a los animales en invierno. Hoy ya quedan pocos que aún sigan con el oficio. Antes se segaba a guadaña y mucha gente fue la que le dio la fama que tiene el valle hoy de ganadero: vacas y cabras sobre todo. Te interesaste por las causas del abandono de estos ancestrales oficios. Buen tema, compañera. Causas: las nuevas generaciones han huido de oficios muy sacrificados, el campo y la ganadería ya no son rentables, la Comunidad Europea no para de invitar a abandonar aunque ponga el caramelo en la boca de las subvenciones, es mejor venir en verano y marchar, el turismo ha abierto la puerta al sector servicios. Recuerdo que te preguntabas en voz alta: ¿se nos van a acabar los jardineros del campo? No seamos pesimistas, te comenté, aunque luego me notaste cierto escepticismo. Hemos de tener una mentalidad abierta a los cambios que se avecinan, una evolución más rápida que la de épocas anteriores.

Caín

Los accesos a Caín desde Posada de Valdeón notaste su grado de vértigo por mis comentarios ante una carretera de montaña estrecha, donde sólo cabe un coche con la montaña a un lado y un precipicio sin ninguna valla quitamiedos. El río Cares al fondo es un buen colchón que puede parar a los despistados. Nuestra confianza la depositábamos en nuestros expertos guías. Ya sabían cómo disminuir el miedo que daban los últimos doscientos metros antes de ver el letrero de Caín. Es el pueblo más bajo de León, sus 480 metros se protegen por sus picos con neveros hasta en verano pero en Caín no nieva por su situación. El actual núcleo habitado se llama Caín de Bajo. Antes nos explicaron que había otro pueblo, al que un día visitamos, Caín de Arriba. Los cainejos bajaron por las mejores condiciones de vida que ofrecía el actual espacio y por los cambios de formas de vida que provocaban los nuevos tiempos. Te impresionó mucho cuando nuestros amigos nos dijeron que antes los cainejos no solían morir en su casa. Se despeñaban en sus actividades cotidianas: yendo a buscar las cabras, o sacándolas de zonas aéreas, transportando queso de un secadero a otro o a los mercados donde los vendían.
Caín nos recibió con varios monolitos y placas al otro lado del puente. En total y d emomento, cuatro. Descubriste luego a quién estaban dedicadas. Y me hiciste copiar todos los textos, que incluyo ahora:
- Primer texto:
o “A Gregorio Pérez “El Cainejo”: ‘ No hice más que colocar mis manos y mis pies donde Gregorio había puesto los suyos’. Pidal
1 de agosto de 2004
Los Montañeros de León
- Segundo texto:
o 1904-1974
El Cainejo
A Gregorio Pérez El Cainejo en el 75 aniversario – Primera ascensión al Naranjo de Bulnes
5 agosto 1979
- Tercer texto:
o El equipo de Al filo de lo Imposible, a Gregorio Pérez El Cainejo precursor de la escalada de dificultad en España que junto a Don Pedro Pidal escaló por primera vez el Naranjo de Bulnes
En memoria
5 de agosto 1904 – 5 agosto 1993
- Cuarto texto:
o A Gregorio Pérez (1853-1913)
Muy esforzado, valiente, generoso y leal compañero de Don Pedro Pidal en la primera ascensión al Naranjo de Bulnes, el 5 de agosto de 1904.
Homenaje del G.V.M.A
Agosto 1979

La deducción de tantos recuerdos es lógica. Es el orgullo de Caín a su paisano que fue quien ayudó al marqués a ascender por primera vez el Naranjo de Bulnes el 5 de agosto de 1904. Las placas no dicen que Pedro Pidal compró la cuerd que usaron en Londres, que llevaron dos botellas de vino, que una se la bebieron arriba y otra la dejaron para demostrarle a su rival francés que ellos ya habían llegado dos años antes que él, que para llegar al Naranjo tardaron dos días y que antes se entrenaron en un pico considerable. Hechos de un pastor que representa a tantos cainejos anónimos y a muchas personas que han dedicado su vida a cuidar de sus animales en el campo, sin importarles el tiempo u otras circunstancias.
Te puso muy contenta cuando conocimos a un nieto del escalador, un señor mayor que nos lo confirmó mientras fabricaba artesanalmente un rastro con una madera de un nogal que había sido roto por un alud de nieve. Estaba sentado a la puerta de su casa, con las mismas herramientas que habían usado sus antepasados. O la conversación que mantuvimos con otro señor mayor del pueblo. Gente que aún salen a vigilar sus cabras u ovejas por unos desniveles que hay que ver y andar para explicar. Este cainejo nos dijo que de su edad había treinta personas, que salían cada día y con unas piernas en forma. No se te olvida la vista y el olfato con que le predijo a otros excursionistas que no serían capaces de subir por donde pretendían. Al poco rato bajaron para confirmárselo. Pensabas en voz alta, te interesaba cómo sería la vida aquí antes, te costaba creer que se puede vivir sin tus comodidades, como si éstas hubieran estado siempre. Y admirabas a esta gente a medida que hablábamos con ellos y que nuestros amigos nos relataban los avatares de unos tiempos duros.
Caín nos ofreció esa ruta tan paseada, la del Cares, que ya conocíamos bastante, y también otras que tú no hiciste. Por ejemplo, la llamada Cuesta Duja, que sale de los primeros kilómetros de la senda del Cares. Te reías cuando yo explicaba el miedo que pasé, ese vértigo que pudo conmigo desde el primer momento y eso que yo había hecho ascensiones más difíciles. Fue el efecto psicológico de la primera subida muy en vertical con el precipicio del río Cares allá abajo. Pero la belleza de las cinco horas merecieron la pena. Mi respeto por estas cumbres calcáreas, mis limitaciones y un paisaje con niebla, con lluvia, con cabras y con árboles como hayas, tilos, robles y la seguridad de unos amigos que te guían y se preocupan por ti. Qué más pedir.
Caín ha cambiado desde las veces anteriores en que fuimos. Hay más hostales, un nuevo albergue, personas amables y hospitalarias, caminantes, excursionistas y los turistas de cualquier lado, y solteros. Dicen que hay veinte. También se ven chicas cubanas instaladas en el pueblo. Casas mejores, un entorno abierto a las visitas pero aún no demasiado domesticado para las grandes muchedumbres, con comidas contundentes como la fabada, las alubias con almejas, corzo, cabrito, trucha con jamón, ternera, pote. Un paisaje cambiante, típico de la vertiente norte y de Picos de Europa, unas montañas con tantas tonalidades como las que nos brindan los cambios de la meteorología, en especial el efecto de las cortinas de niebla que desdibujan los picos o los ocultan por partes, o el sol con sus matices desde el amanecer hasta el atardecer.
Te gustó este pueblo encajonado al final del valle de Valdeón, esa antigua construcción para cazar lobos llamada El Chorco de los lobos, la ermita de Corona, donde dicen que coronaron a Don Pelayo, y el queso de Cabrales y la mantequilla artesanal que compramos en Posada de Valdeón.
Bien sabes apreciar este modelo de ir por el mundo, parecido al de tantas personas que se buscan rutas a su gusto y condición. Unos días vividos en la zona de Pedro Pidal y de Gregorio Pérez, nuestro homenaje a ellos sin placas pero con cariño y respeto.

Turismos vacacionales

Eres joven pero ya has probado las mieles del turismo veraniego, ese que nos toca por derecho laboral aunque tú aún no cobres por tus estudios adolescentes. Sé que te esfuerzas y que te animan, te convencen con que el futuro es tuyo. Una chica lista y con muchas miras (no te rías por la frase tópica. Ves más de lo que crees)
Es la época de viajar, la moda de desplazarse, de moverse, de cambiar para volver igual o no. Titulares publicitarios de un día en los papeles diarios: “las otras vacaciones”, “imagina una isla”, “no te lo imaginas. Hazlo”, “vacaciones por descubrir”, “una oferta mítica”. Ofertas y superofertas que ponen a nuestro alcance el descubrir otros mundos, estén donde estén. Ver para contar, salir para demostrar, cambiar para volver, experimentar para explicar, captar para enseñar, gastar para vivir.
Así podría ser si no fuera que cada uno se hace o se imagina su experiencia y la vive como única, un deseo en el que fructifican los meses pasados y esos sueños que ahora se intentan convertir en realidad. Modelos turísticos hay muchos, tantos como vivencias. Ninguno es mejor que otro si quien lo ha escogido encuentra en él su paraíso temporal.
En esta exigencia social por salir sólo queda consolar a quienes no pueden probar esta fruta permitida para todos menos para ellos. Porque, a quienes no quieren salir, qué decirles: hartos de más de lo mismo, no hay nada nuevo bajo el sol, en la diferencia está la esencia, quedarse para abarcar más puntos de mira, la comodidad sin apenas riesgos, el moverse estándose quietos con tantos avances como hay, imaginarse un destino ideal, leer experiencias ajenas, asumir el ser de otra manera, o raros o fuera del común de los mortales en fechas tan señaladas para el ocio casi obligado.
No me veas como un aguafiestas con lo que viene a continuación. Quiero compartir contigo reflexiones adecuadas a una chica tan espabilada como tú. Juan José Lahuerta ha publicado un libro titulado “Destrucción de Barcelona”. Este autor se mete con ese tipo de turismo al que nos apuntamos nosotros, el turismo cultural, y dice que éste no es más que un eufemismo porque el turismo siempre es masivo y depredador por naturaleza. Te leí aquel recorte de EL PAIS con una cita textual suya: “El régimen nos obliga a viajar, el turismo es uno de sus máximos negocios y haber estado en alguna parte una condición necesaria en el esquema de nuestra alienación. Como turistas trabajamos en unas condiciones físicas y morales que ya no aceptaríamos en ninguna parte, y lo hacemos no ya gratis, sino pagando. El turismo no sólo nos conviene en los consumidores por excelencia, sino que hace de nosotros al mismo tiempo el productor y el producto, puros productos de la producción”.
Acabado mi párrafo me sorprendiste con el recuerdo a esa otra lectura que te hice hace unos días y que te sorprendió. ¿Te acuerdas? Se publicó en el diario parisiense LE MONDE el 12 de agosto pasado. Tranquila, te volveré a leer ese trozo que tanto te sorprendió. De entrada te enganchó la cita al libro “El idiota que viaja” del antropólogo Jean-Didier Urbain. Pero tu interés de aplicada estudiante adolescente aumentó con las siguientes líneas textuales: “..Las quejas contra estos turistas que viajan son innumerables. Son destructores, consumen los monumentos y los lugares que visitan. Favorecen la contaminación y obligan a crear instalaciones inútiles y costosas. Por su causa, los países de acogida fabrican identidades caricaturescas y estereotipadas. En resumen, el turista es un invasor que paga, el último avatar dela globalización. Pero, ¿quién es el turista? Es siempre el otro, aunque en realidad todos nosotros hemos sido o seremos turistas” Una cita que nos hizo pensar y te provocó un análisis de nosotros y de los demás.
Más adelante, cuando casi habías olvidado filosofar sobre turismos y vacaciones, recuperé el tema desempolvando un texto sacado de mi desordenado simulacro de archivo de recorte de diarios atrasados. Un artículo del gran Vicente Verdú titulado “La vacación y yo”, en EL PAIS del 20 de julio de 2000. Como mis ideas son limitadas alimento las tuyas con esta cita: “La vacación es la emancipación, la suspensión delos valores que configuraban la reiteración de la cotidianeidad. La vacación – decía Edgar Morin – es la vacación de los valores, y así se logra el valor de la vacación. Pero, a su vez, las vacaciones producen unos valores nuevos, y, entre ellos, el más visible es la preeminencia ególatra y narcisista del yo”.
Calidad de vida, logros sociales, descanso merecido, parón vital, cambio de chip y olvidar por días que septiembre aún queda lejos. Pero, poco a poco, se acerca.

Querida compañera, felices y pensativas vacaciones.

Tenerife y La Gomera, con otros ojos

Garachico, como ya sabías, es un pueblo situado en la costa tinerfeña, que concentra en su historia casi todas las características más tópicas de las islas Canarias. Cuando preparábamos este viaje y tú buscabas información me solías repetir las mismas palabras que se citaban en aquellas páginas que yo te comentaba de Internet, enciclopedias o artículos: vulcanismo constante y reciente, naturaleza explosiva, conquistas, piratas, agricultura y el turismo, siempre el turismo como moderna y controvertida industria económica. Y en Garachico comprobaste cómo fue víctima de recientes erupciones volcánicas, una parte del pueblo se salvó, su castillo aún conserva vestigios de épocas pasadas, estuco dominado por caciques que controlaban la riqueza vinícola y ahora vive sobre todo del turismo: edificios renacentistas y góticos, piscinas naturales en la playa y el atractivo de ese enorme y joven paisaje volcánico que culmina en el majestuoso Teide y en el final de esa carretera que acaba en la Punta de Teno, imponente balcón desde el que se divisa esos acantilados llamados con propiedad Los Gigantes,
Tenías mucha ilusión en experimentar nuevas sensaciones. A tu edad adolescente nunca habías montado en avión y desconocías todas las islas Canarias. Valorabas mucho las sensaciones propias, las descripciones que yo te hacía y después yo disfrutaba con tus nuevas preguntas y con la interpretación final de todo, con ese poso vivencial que te alimentaría tus conocimientos. Tuvimos un primer problema, ¿cuántas islas visitaríamos? Todas, casi imposible en tan corto espacio de tiempo y para nuestro ajustado presupuesto. Pronto me empezaste a “comer el coco” con escoger sólo dos para nuestros diez días. Siguiente cuestión, ¿cuáles? Opinamos ambos y en esa decisión sí que coincidimos. Sin menospreciar las otras, nos decidimos por unanimidad para ir a la zona norte de Tenerife y a La Gomera.

Agencias de viajes

¿Recuerdas cuando fuimos a husmear precios e información en algunas agencias de viaje? Sobre Tenerife, ningún problema: ofertas, precios gancho, números promocionales con bastante letra pequeña. Los dos aeropuertos son dos vías de entrada a dos zonas distintas de la isla. Mientras en la zona de arriba abunda vegetación de tipo subtropical, cubierta casi siempre por el gris de un cielo lleno de nubes, en la parte sur predomina el paisaje semidesértico, con dispersos núcleos de población cercana al mar, abundantes zonas industriales o de logística y los típicos edificios costeros que denotan la clase de turismo al que sirven. Pero lo de La Gomera fue curioso. En algunas nos trataron de ignorantes cuando les dijimos que pretendíamos estar allí cinco días. Decían que con un día ya había bastante, que hay un circuito que te llevan en barco desde el puerto tinerfeño de Los Cristianos, te montan en un autocar, ves el centro de Interpretación de Garajonay, te preparan la comida en un restaurante, algo más de recorrido y…vuelta en el barco a Tenerife. Que si casi no había hoteles, que es una isla muy pequeña, sólo con el atractivo de un parque natural, que lo mismo te lo pueden ofrecer en sus redes de hoteles de Tenerife. Fuimos respetuosos con sus opiniones, cogimos sus tópicos folletos turísticos llenos de presupuestos, de irreales fotos y de aparentes ofertas pero, nosotros, lo tuvimos aún más claro: el norte de Tenerife y La Gomera. Nos ayudaron también esa pareja canaria que pertenece a nuestro club de natación, ella es canaria y ambos conocen muy bien “las islas afortunadas”. Cuando les pedimos su opinión lo tuvieron claro, id a Tenerife y a La Gomera.

Un vuelo con vistas

El aeropuerto de Barcelona te impresionó. Por tus sentidos captabas sensaciones que después confirmabas con tus continuos comentarios, apreciaciones y matizaciones a mis comentarios. Del calor mediterráneo de un día de julio a mediodía, mejor no hablar. Ibas a mi lado y oías multitud de conversaciones, oías un sinfín de ruedas que arrastraban por el suelo muchas maletas, gente apretujada, te avisé que ahora vendría una larga cinta transportadora de personas, que teníamos que seguir andando hasta llegar a la terminal B, un enorme espacio lleno de lo típico que hay en cualquier aeropuerto: carros portaequipajes, oficinas de las compañías aéreas y de viajes, bares, tiendas, para qué seguir si lo primero que hicimos fue conseguir nuestra tarjeta de embarque, después facturar el equipaje y esperar hasta embarcar. Tus preguntas fueron continuas, te interesaba todo y yo recuerda que no paré de satisfacer tu continua curiosidad, Por algo tus profesores te consideran una chica que le interesa todo, que trabajas procesando siempre muchas informaciones que luego transformas en conocimiento. Tranquila, a mí me resulta difícil meterte todo un gran aeropuerto en tu cabeza. Saldremos de este lío con esa palabra que tanto te transmiten a ti y a los demás, “ilusión”.
Llegada la hora del embarque, atravesamos el acceso y penetramos en el avión. Luego observaste la continua amabilidad de toda la tripulación, cariñosas palabras, continua preocupación por el pasaje, atenciones. Recuerdo que una de tus bromas fue compararlos con los politicos en campaña electoral. Tampoco es eso, te respondí. Instalados en nuestros asientos, te fui explicando desde lo del cinturón hasta las instrucciones internacionales por si la cosa falla. Qué te iba a responder yo cuando sonreías al imaginarte cómo llevar a la práctica tanta instrucción si llega el fatídico momento. Te prevenía también del momento del despegue, la sensación de subir, la presión en los oídos, la estabilidad del vuelo, las turbulencias. Luego me empezaste a preguntar qué se veía desde mi ventana. El mundo cada vez más pequeño, las blancas nubes, el inmenso mar, ese infinito en el que estamos instalados provisionalmente imitando a Ícaro.

Ideas de arquitecto

En casi tres horas pudimos hojear la tradicional revista aérea, llena de amorfos contenidos, anuncios y promociones de la tranquilidad y de la buena vida. También reflexionamos sobre una noticia que te leí y que nos sirvió para tenerla presente en estos días y saber hasta qué punto es verdad. En nuestro diario de todos los días, en EL PAÍS del martes 5 de julio, el arquitecto Iñaki Ábalos pidió “pasión por el trabajo y rigor para construir algo inesperado” en el seminario que dirigía en Madrid titulado “Siete ideas de belleza, siete técnicas de diseño”. Tu curiosidad y tus ganas de saber y de experimentar me hicieron recortar la hoja, leértela varias veces y, juntos, comprobar en los próximos días la idea de Ábalos: “propone para la reflexión siete paradigmas en un mundo globalizado que plantea nuevos sitemas estéticos, con una base común en la que participan la fascinación por la geometría compleja, la sensibilidad medioambiental, el valor creciente de lo cotidiano, el espacio físico y social en un mundo en mutación, la materia como agente ´proyectual´ y lo pintoresco como experiencia estética”. Quedamos en trasladar estas ideas a nuestro turismo canario y, en estas estábamos cuando viviste tu primera experiencia de aterrizaje, aplausos de los pasajeros, otra vez la presión en los oídos, desembarque y…ya estamos en el aeropuerto de Tenerife Norte “Los Rodeos”. Atrás quedaba ese salto aéreo por encima de mucho agua y cruzando parte del territorio marroquí. Quién sabe si en algunas de esas costas se estarían fraguando muchas ilusiones de personas que pronto pensaban embarcarse en una patera para encontrar ese hipotético paraíso más allá. Tú, siempre con tus visiones sociales, te respondí. Cuánta gente vendería su alma a quien fuera por salir de ese continente africano, un producto más de tantos años de imperialismo, para probar suerte donde les han dicho que se vive mejor, lugares en que es posible tener lo que enseñan los canales de televisión por satélite o la envidia que provocan los emigrantes que vuelven de Europa por vacaciones.

Tenerife norte

Te empeñaste en escoger la parte norte de la isla. Tus informaciones te ratificaron tus preferencias: espacios verdes, vegetación, contrastes y el mar. El trayecto de ida hacia nuestro apartotel del Puerto de la Cruz nos dio pistas que nos confirmaron por qué a esta isla se la llama “la isla amable”. Personas amables, un buen trato, una vegetación subtropical exuberante y desconocida para nosotros, indicadores de tráfico hacia lugares como Santa Cruz, La Laguna, La Orotava, El Teide y el Puerto de la Cruz. Son espacios sometidos a las mutaciones, que diría Ábalos, y que pudimos comprobar tanto como lo puede hacer la mirada de un turista. Cuando te mencionaba estos nombres y te describía el verdor de esta zona, de pronto mostraste interés por una planta que produce unos frutos que tanto te agradan, el platanero. Hiciste lo mismo con el nombre del Teide, montaña que no se podía ver porque casi siempre en este microclima hay una nube que divide la meteorología en dos zonas.
En los días de estancia aquí, uno de los sitios en que se cumplía una de tus ilusiones era éste. Me he de disculpar porque no paré de hablarte mientras tú querías anteponer lo que captabas a lo que yo te explicaba. Es uno de los defectos que tenemos pensando que hay sentidos más importantes que otros. Visitamos ese parque de animales llamado “Loro Parque”. Reivindicabas silencio para escuchar sus sonidos, notaste el frío artificial de ese increíble espacio acondicionado con la ayuda de ordenadores para que los pingüinos vivan “como si” estuvieran en los polos, apreciaste los saltos de los lobos marinos, de los delfines y el vuelo de los loros. Durante las horas que pasamos no pudiste menos de hablar de una de tus preocupaciones. Discutíamos si este espacio era o no un parque temático y, sin aclararlo al final, te sirvió para ser otra vez escéptica ante este modelo entre turístico y conservacionista. Volví a oírte que cada vez hay más temas concentrados en espacios cerrados, sitios accesibles previo pago de una entrada que te ofrecen reproducciones en cartón piedra de atracciones con adrenalina muy planificada, pseudorriesgos asegurados y con fotografía digital a la salida, emociones para urbanitas con ganas de contarlo y jugar a héroes por momentos; polemizabas también cuando los temas eran los animales, o la etnografía o las profesiones o las rocas o cualquier otra manifestación de la naturaleza o de las costumbres. Incluso decías que, ya puestos, por qué no declarar todo el planeta un parque temático para fomentar más visitas y mejor conservación. Al volver escuchábamos la incautación de más pateras aquí al lado y también te sirvió este tema como una idea más: cualquier inhumano podría considerarlo un atractivo más algún día, igual que las excursiones a observar cetáceos entre Tenerife y La Gomera, en la zona enfrente a Vallehermoso, en Los Órganos.
El turismo actual exige muchos preparativos y no siempre todo es descanso. Recuerda cuando comentábamos la cantidad de cosas a las que el turista debe hacer caso y toda la parafernalia que se transporta encima del cuerpo. Cada vez estamos más invadidos por la tecnología y las preocupaciones se acumulan: que las baterías estén cargadas, las bolsas, la máquina de fotos digital, el video, el MP3, el móvil, la gorra, el agua, la mochila, la cartera con el dinero y documentos, los lavabos, la comida, el agua, los mosquitos, que no te roben, que no te engañen, que no te molesten, las colas, el estado de los alimentos, los precios (saqueo continuo al turista o éste como unidad de consumo), los medios de transporte, el aparcamiento, la temible grúa, la multa, los folletos explicativos. A menudo repites que hacer turismo es cansado, que llega a ser estresante, actividad escogida voluntariamente, por la que pagamos y de la que después presumimos aunque a menudo se salve por salirse de la rutina diaria del resto del año.

El drago y otros paisajes

También visitamos ese árbol mítico e histórico de Icod de los Vinos, el drago, rodeado de un jardín botánico con nombres a las plantas aunque su exploración al parecer era sólo para una reducida minoría. Te fui enseñando plantas que desconocíamos: rosal del guanche, taginaste, jazmín silvestre, tabaiba dulce, tarajas, tajinaste azul, barbusano, bicaro, verode, tolda. Y muchos más que pronto se nos olvidaron. Tanta naturaleza en esta zona temática al alcance de ignorantes turistas. Pero las cámaras enfocaban al drago milenario, en primer plano o como figura decorativa de fondo que demostraba que las caras del primer plano estuvieron allí. El precio de la entrada incluía la salida por en medio de un gran mercado de recuerdos y productos de todo tipo, con degustaciones gratuitas de vinos y licores. Y el drago en camisetas, en playeras, en bolsos, en infinidad de productos fabricados en China.
Mientras seguíamos nuestra ruta hacia Garachico, un mensaje de la radio del coche te sirvió para hacerme callar. Una señora de Valencia le explicaba a Julio César Iglesias, en Radio Nacional de España, que una de sus ilusiones era ir alguna vez de vacaciones. No sabía qué era eso. Toda la vida cuidando de sus cuatro hijos y viviendo con un modesto sueldo, con un hijo toxicómano. Le gustaría llevárselos a todos a algún sitio aunque fueran pocos días. Su emocionada reivindicación y deseo dejó sin habla a Julio César y vi cómo unas lágrimas asomaban en tus ojos. Conmovedor el testimonio que te hizo ser algo culpable por las injusticias de este mundo en el que unos descansan a veces sin cansarse antes y otras personas no se pueden permitir el lujo de desconectar nunca de nada. Siempre formulamos temas sociales, reflexionamos pero seguimos con nuestra calidad de vida adelante.
Sólo faltó que yo te complicara más tus pensamientos con ideas para la duda y la confusión. Juan José Lahuerta ha publicado un libro titulado “Destrucción de Barcelona”. Este desconocido autor para ti y para mí se mete con ese tipo de turismo al que nos apuntamos nosotros, el turismo cultural, y dice que éste no es más que un eufemismo porque el turismo siempre es masivo y depredador por naturaleza. Te leí aquel recorte de EL PAIS con una cita textual suya: “El régimen nos obliga a viajar, el turismo es uno de sus máximos negocios y haber estado en alguna parte una condición necesaria en el esquema de nuestra alienaci´n. Como turistas trabajamos en unas condiciones físicas y morales que ya no aceptaríamos en ninguna parte, y lo hacemos no ya gratis, sino pagando. El turismo no sólo nos conviene en los consumidores por excelencia, sino que hace de nosotros al mismo tiempo el productor y el producto, puros productos de la producción”
Sé que te gustó Garachico, un pueblo que transmite el encanto de la diversidad de casas, un castillo al lado del mar, una historia de mezquinos caciques que acaparaban y monopolizaban el mercado del vino hace cuatro siglos, con curiosas piscinas naturales al lado del mar y colocado debajo de una gran montaña de lava solidificada, con conventos e iglesias. Desde el primer momento te hizo gracia el nombre y nos dirigimos con buenas sensaciones hacia la Punta de Teno. Íbamos a ver la inmensidad de grandes acantilados atravesando extensas plantaciones de plataneros y otros cultivos tropicales. Ante el anuncio de desprendimientos en la carretera, optamos por dejar el coche y proseguir el camino andando. Calor, sudor, deporte y la inmensidad del océano Atlántico. No llegamos al último mirador pero los anteriores nos describieron nuestra pequeñez en medio de grandes rocas y tanta agua. La brisa te daba en la cara, te arremolinaba el pelo y notabas ese profundo olor a salitre y la humedad del entorno. Te aseguro que todo era más grande de cómo te lo imaginabas. Y, a un lado, siguiendo una parte de la costa, grandes invernaderos de plástico, plataneros, depósitos de agua y algunas personas trabajando.
Otra vez te hice caso. Siempre me dices que mejor que cualquier guía es el testimonio de alguien que ha nacido en un sitio, ha vivido allí y seguro que podría enseñar más de lo que nos puede decir, si es propenso a hablar, claro. Un señor mayor atendió a nuestras preguntas y nos dio una resumida lección de la realidad agrícola canaria desde su punto de vista. Mira joven, respondía mirándote, cada vez hay menos extensión del cultivo de plátanos. A pesar de que están subvencionados, la gente o abandona su cultivo para irse a vivir del turismo o se decide por otras plantas más rentables como el mango, las flores para la exportación, papayas. El abandono del campo es continuo, es un trabajo duro, exige muchas inversiones y la competencia de otros países hace que el dinero del turismo sea más seguro con menos esfuerzo. El clima es muy favorable para todo, con lo que todo el año viene gente que huye de sus problemas o de las condiciones climáticas y de vida de sus zonas habituales de residencia. Perdonad por tantas explicaciones y gracias por escucharme. Así, con esta amabilidad, se despidió quien mejor nos pudo condensar qué pasa aquí. Gracias, señor.
El camino de vuelta al Puerto de la Cruz lo hicimos por el recorrido más largo para ver otro espectáculo ofrecido por un nuevo barranco. Cada poco insistías en las curvas de la carretera, sin parar, subidas y bajadas. Miradores de la profundidad: mar, encajonamientos naturales, curiosas y muy fotografiadas formaciones rocosas, la carretera que se dirige a Masca, curvas pronunciadas de bajada hasta el pueblo para apurar la primera velocidad del coche de subida por una serpenteante y estrecha vía, con enormes precipicios y majestuosas vistas. Yo conducía, te explicaba, hablábamos y casi no podía escucharte tus dudas sobre de qué vivirían antes aquí, cómo se formaron los barrancos, a dónde conducirían esos caminos que yo te apuntaba. Yo tenía de sobra con conducir y vigilar cuando nos cruzábamos con un coche de cara. La experiencia de llegar arriba quedó recompensada con el regalo del mirador final: al fondo, el bien definido perfil del Teide; abajo, los barrancos detrás de los cuales estaban esos acantilados que salen en todas las guías, Los Gigantes. La inmensidad, el horizonte sin límites, muchas formas allá arriba y también al fondo, abajo. Vegetación escasa, lagartijas al sol, fotos y caras de satisfacción por doquier. Comentabas el efecto balanceo en el coche con las curvas, la presión en los oídos, el efecto subida y algunos frenazos para dejar sitio al que viene de frente. Calor, el suave viento que se deja notar a medida que subimos. Sudar es bueno y saludable y te resistías a poner en marcha el aire acondicionado. No, si podemos lo evitamos, es artificial, nos estamos adaptando mal a cualquier cambio de temperatura, cada vez aguantamos menos y perdemos defensas ante el medio. Y como hay cobertura del móvil, unos envían una foto de envidia, un mensaje o transmiten sus sensaciones a alguien lejano y cómo ve el mundo a quienes estamos a su lado y no nos queda más remedio que escuchar. Cada vez más tenemos el síndrome del llamado por los periodistas “directo”: veo, fotografío, transmito al instante. Os mando mis observaciones que ya os explicaré mejor a la vuelta, con las fotos o los vídeos digitales.

Turismo en masa

El turismo de masas se ve aquí cuando llega la tarde y los hoteles acogen a cansados consumidores del ocio vacacional. Ducha, ropa limpia, opíparas cenas y, después, la oferta variada a gusto del personal: paseos, espectáculos, bailes, músicas, terrazas, sueño, una variada oferta con peculiaridades propias de cada zona pero todo dentro de unos parámetros muy globalizados. El Puerto de la Cruz ofrece un paseo cercano al mar por el que muchas personas practican aquellos de “las cenas paseadas”. El rumor de las olas que golpean en la Punta de San Telmo es un sonido de fondo muy digestivo mientras el paseo te ofrece tiendas de electrónica abiertas hasta altas horas, kilos de mariscos de allende los mares en los restaurantes, restos de lava ya conquistados por el cemento de las terrazas veraniegas. Luces de neón, chicos y chicas reclamos para diversiones hasta altas horas. Y siempre fotos y más fotos o tomas de vídeo digital. Como aquella que te comenté en la que un padre inició la panorámica en las olas que rompían allá abajo, con gran estruendo nocturno, y seguía hasta la cara de su niña que permanecía en su cochecito, para acabar enfocando a la madre, la cual debía estar harta de ser figurante y estaba concentrada en el escaparate de una boutique llamada “Kualalumpur”. O aquellas dos señoras mayores que miraron a su alrededor exclamando: ¿Dónde están nuestros maridos? Luego dijiste que cada uno gasta su tiempo como quiere, igual que nosotros, o esos niños que pasean jugando con la Gameboy, familias con cara de satisfacción y felicidad mientras apenas se fijan en un mar en el que no hay barcos por el día pero sí cada vez más construcciones que escalan el terreno de una ciudad en desnivel, con muchos cuadros de ambiente marinero que decoran establecimientos turísticos y que recuerdan aquellos tiempos de antaño en que los había y se usaban, una panadería llamada “Rancho Grande” con un cartel sin acabar: “Nuestro pan de cada día…”
Parecen sitios con la típica y repetida artificiosidad de arreglarlo todo por la mañana, maquillar los espacios para que de nuevo los encuentren al gusto del consumidor, o sea, del turismo: camiones de limpieza, barrenderos, riegos, aprovisionamientos varios y reposiciones de viandas y bebidas, toda la zona comercial y céntrica en perfecto estado de revista. Tú lo has observado muy bien y creo que aciertas cuando dices que da igual que sea en lugares del Mediterráneo o en el Atlántico. Los mares son disculpas para asegurarse el reclamo del turismo y los recursos son numerosos: el clima, el descanso, la historia, las modas o hasta eso en lo que cada vez crees menos, la dieta mediterránea. Siempre dudando y criticando todo pero con el rumor del Atlántico de fondo, varias veces se te notó tu incredulidad con tanto escuchar esta forma de comida. Que no, que no todos están de acuerdo con tus opiniones. ¡Faltaría más! Pero, como sabes muy bien, me gusta escucharte porque tus razonamientos los has pensado bien. Eres una adolescente demasiado madura, a veces más que yo, cosa que he vuelto a comprobar en este viaje. Te parece una estrategia promocional tanto hablar de una dieta que dices que ahora no existe salvo en las costumbres de algunas personas mayores. Les interesa recurrir a esta frase hecha que ya casi es un eslogan publicitario para justificar cualquir cosa, sobre todo inventos de mediáticos cocineros que justifican cualquier creación con tal de que puedan cobrar sus abultadas facturas a los selectos clientes. Todo vale `para inventar una imagen de marca que debe luchar contra el imperio de la hamburguesa.

El techo, en Canarias

Estaba claro, en nuestro programa entraba ir al Teide: para percibir este paisaje, admirar la gran altura y contemplar cómo se mueve el turismo por esta emblemática zona. Quisimos llegar a la cima y fuimos en persona a la oficina del parque nacional del Teide en Santa Cruz. Apreciamos el auditorio de Calatrava y la zona de piscinas de César Manrique. Pero te fastidió mucho nuestra mala suerte pero sólo disponían de un permiso que aún les quedaba para el día en que íbamos a ir. Desistimos y nos felicitamos porque el número es el número y no hicieron excepciones, aunque nos dejó sin visita. Ascender por la carretera que cruza La Orotava significa traspasar esa masa nubosa que traza una imaginaria raya climática entre la zona de abajo y la de arriba. A partir de los mil quinientos metros el sol se hace sentir con fuerza. El Centro de Interpretación casi lo abrimos nosotros aquel día. Correctas y educativas explicaciones, audiovisuales y, a la salida, el saludo de innumerables lagartijas que te acompañaban por cualquier ruta que hicieras. Amables y casi domesticados animales, capaces de acercarse al máximo y comer cualquier comida a la que fueran invitados. Cada vez más visitantes pero casi ninguno se atrevió a hacer alguna de las rutas propuestas. Solos con las lagartijas aprendimos de plantas con nombres y nos imaginamos las explicaciones anteriores ante lo que teníamos delante. Te montaste tu película con posibles explosiones volcánicas, viajaste en el tiempo imaginándote el aspecto de la zona no hace tantos años atrás, incluso recuperaste el terrible tsunami de las pasadas Navidades. Era el Teide o la fascinación por una geometría tan compleja ( te copiamos, arquitecto Ábalos)
Dejamos a nuestros pequeños y únicos acompañantes que siguieran reptando y poco a poco ascendimos hasta el paisaje lunar tan fotografiado en catálogos y manuales. Acertabas en tus descripciones, matizadas por mí en cuanto a colores y en las zonas donde los turistas hacían sus fotografías. El teleférico para ascender hasta el límite de los doscientos últimos metro era un objetivo casi imposible de conseguir. La cola de vehículos a pleno sol nos hizo desistir y completar la ruta llegando a esa zona desgastada por todo tipo de pisadas. La aglomeración era tal que un urbanita lanzó la idea de la necesidad de marcar dos carriles, uno de subida y otro de bajada. Los Roques García merecía una visita para cerciorarse de que lo que nos enseñan los folletos y documentales existía y para practicar sociología barata con el público asistente. No sé por qué pero te interesaste por el calzado. En una zona tan rocosa, aplicaste aquello de “dime cómo calzas aquí y te diré qué turista eres” y sobraron ejemplos. Comentarios no tan raros: “Ponte aquí que quedará una foto que te cagas”, “Sube allí para ver si hay cobertura, es que estamos en la selva”. Salirse del circuito tradicional y adentrarse en cualquiera de los otros propuestos por el Centro de Interpretación era un privilegio para pocas personas voluntarias, extranjeras a pie y algunos escaladores tinerfeños por las alturas. Te pareció curiosa la práctica de difíciles ascensiones en esta isla, hasta parecian casi escaladores para diversión de turistas, pues se habían convertido en una atracción más y ellos sin saberlo.
Tanta naturaleza y tanta vegetación nos hizo visitar un sitio que nos enseñara también los nombres aunque al final confundiéramos unos con otros. Fuimos al Jardín Botánico del Puerto de la Cruz. Era otro mundo, el esplendor de árboles originarios de países africanos, americanos, de la península o de las propias islas. Quedé extasiado ante troncos, hojas, figuras, nombres, frutos, silencio, humedad, entorno, arbustos. Imagínatelo, toca, siente, huele, escucha, haz lo que sabes hacer mejor que yo. ¿Por curiosidad, quieres saber nombres?: árbol de Coral, zapote blanco, mango, itxora, datilera de Senegal, palmera col, pistia, palmera abanico China, planta de la buena suerte, pijara, borla roja de Brasil, higuera de Port Jakson, filodendro, azahar de la India, árbol de las salchichas, pándano, aguacate, árbol de las pagodas, palmera cola de pez, tulipero de Gabón, kentia, uva de mar, árbol del viajero, árbol bunya bunya, palmera rey. ¿Te suenan? No te preocupes porque, después de pocas horas, tuvimos que pasar a nuestra segunda parte del viaje, La Gomera.

La Gomera, con Garajonay en medio

La Gomera fue un gran cambio por su pequeñez, por su naturaleza y por conocer tantos contrastes en tan corto perímetro. El océano, esa superficie inmensa que nos fue alejando de una isla mientras nos presentaba la cara más agreste de la otra. El agua salada, el arqueo de las olas, el aire húmedo que te refrescaba la cara en la cubierta mientras el sol te tostaba con ese color repetido en millones de personas, hoy símbolo de salud y de ocio y hace no tantos años señal del rudo trabajo. San Sebastián de Gomera nos recibió a mediodía, con sol, cara de poca vegetación y la sonrisa que te produjo el nombre de esa empresa de limpieza denominada “La esponja del Teide”. Controles de la Guardia Civil, sequedad en el paisaje y núcleos blancos con reminiscencias del norte de África. Adentrarse en un territorio poco poblado siempre te han sugerido incógnitas. Como provienes de grandes núcleos urbanos siempre te preguntas en voz alta cómo se puede vivir en tan poco espacio, con tan poca gente y encima rodeados de agua por todas partes. También aquí hablabas de las limitaciones espaciales, de la vida reducida a lo que hay, de la escasez de tantos recursos que tú debes considerar imprescindibles. Como si la felicidad se fabricara teniendo tanto y viviendo sólo en conurbaciones, industrias, rapidez y acceso a casi todo. Aquí, como en cualquier parte, recuerda que también se pueden cumplir las ilusiones de todos. Acuérdate de la consigna publicitaria. Sí, ya lo sé, me contestabas, y todos jugamos un gran papel, y la ilusión de todos los días, ¿y qué más? Sólo te lo decía para que te dieras cuenta de que cada persona puede encontrar o no su paraíso particular en el entorno más inmediato. “No depende de más cantidad sino de más calidad”, fue frase con la que pusiste punto y aparte a aquel tema de conversación.
Te lo anuncié pero de sobra sabías que, cuando nos adentráramos con nuestro coche alquilado por sus carreteras, La Gomera nos enseñaría otras caras. No parabas de preguntarme cuánto quedaba para el parque nacional de Garajonay. Era una de tus ilusiones del viaje. Luego lo intuiste cuando empezamos a ascender por una carretera que era una curva continua, por el olor a húmedo y por los cambios de temperatura. Sacaste uno de tus punteados textos y me empezaste a preguntar por los bosques de fayal-brezal, por los de laurisilva, por esas nubes que hacen que este espacio esté verde y que provocan tanta curiosidad, la “lluvia horizontal”. Querías sentir todo el parque, tocar sus plantas, notar los cambios de temperatura, andar por sus caminos y que yo callara para dejarte hacer tú sola una composición mental de dónde estábamos. Quedé maravillado por tu forma de entender lo que yo veía. Después te pedí que me tradujeras a palabras tus sensaciones.
Nuestro destino era un apartamento en Valle Gran Rey. Impresionante la exuberancia de este barranco lleno de vida que nos recordaba con nostalgia viejos tiempos en que se cultivaban todos sus bancales, con un mirador-restaurante hecho por César Manrique (qué gran sensibilidad medioambiental la de este genio, señor Ábalos), un sitio con un modelo turístico diferente a Tenerife, con restos de hippies que aún conservan aquí uno de sus paraísos, postales marinas del océano en frente al oscurecer mientras por detrás las luces trazan las siluetas de las palmeras y de los recortes montañosos de la antigua lava al fondo. Un barranco lleno de la vida heredada de otros tiempos en que las plantas y árboles alimentaban a sus habitantes, restos vivientes que aún subsisten al abandono de cultivos por la emigración a lejanas o cercanas tierras y por ese otro cambio al nuevo monocultivo, el turismo. Palmeras centenarias, bancales, muchos bancales hasta en zonas no aptas para quienes tienen vértigo, sitios abandonados pero, afortunadamente, también hay vergeles y amplias zonas verdes. Las viñas están presentes, zonas con hortalizas y las chumberas que se apoderan poco a poco de más espacio. La carretera bajaba hasta la primera línea de mar y la amplitud del barranco extendido en una playa de piedras y arena negras, como corresponde a las islas. La zona marítima ya sabes a quién sirve y que no dejen de venir o de estar aquí nuestros foráneos europeos, algunos de los cuales se han instalado en primera residencia y la cosa no parece tener fin. Las grúas de la construcción son las atalayas que lo ratifican. Respecto al apartamento, al lado del mar, en medio una piscina y, al fondo, el impresionante corte vertical de una expectante montaña que en sus tiempos debió ser una muy alta lengua de lava. Mucho te debió impresionar el entorno. Tanto que, días después, en la piscina te imaginaste una situación espectacular con desgraciados recuerdos. Pensabas qué pasaría si se produjera un tsunami en nuestro cercano océano y, al mismo tiempo, descendiera lava por la parte de la montaña. Pues yo te imagino a ti “muy tranquila” en el agua de la piscina transmitiendo el evento, con tu habitual retahíla de reflexiones, te respondí.
La playa en su extensión no ha padecido aún esas agresiones constructoras y se pueden alternar campos de plataneros con hoteles, apartamentos y casas de poca altura, con bastante respeto al paisaje. Al final, el pueblo de Vueltas delimitaba la zona, aunque después del puerto se veía un camino que serpenteaba por varios acantilados y servía como acceso a una zona poblada por hippies desde hace tiempo. Sus habitantes, en bicicleta y todo terrenos venían aquí a contactar con la otra civilización. Vueltas nos recibió con una rotonda en la que exponían un barco de nombre “Telémaco”, anuncio de un puerto pesquero en declive, bares decorados con fotos antiguas de motivos marítimos. Sus nombres, los habituales de cualquier sitio con mar, por ejemplo uno: “El rincón del marinero”, al lado de un centro de la Tercera Edad y con una ambulancia aparcada debajo. Un lugar con pintadas que aludían a la lucha contra antiguos proyectos de plataformas marítimas, al parecer desechados. En medio de bares, supermercados y alquileres de apartamentos o de coches, una planta cooperativa que envasaba los plátanos de la zona.
En el plan que trazaste, todo giraba en torno a Garajonay, un parque nacional creado en 1980 y declarado Patrimonio de la Humanidad en 1986. Repartir esta extensión de naturaleza en tan pocos días exigía planificación. La información que nos facilitaron fue muy extensa. Los mapas de excursiones que repartían en los dos centros de interpretación nos vinieron muy bien para completar las informaciones que meses antes nos había enviado el Cabildo de La Gomera y otra que habíamos consultado por Internet. Cuando íbamos por una carretera y te indicaba una señal con el nombre de una excursión a algún lugar, tú ya tenías una idea de lo que había allí. Por eso, cuando te empeñaste en subir a lo más elevado de la isla, el Alto de Garajonay, de 1487 metros, ya sabías que arriba los antiguos gomeros rendían culto a su dios Orahan. En 1498 este lugar fue refugio de aborígenes indígenas antes de ser derrotados por los castellanos. Subimos arriba por una preciosa senda que nos enseñaba las vistas del majestuoso Teide detrás nuestro y la típica cortina de esas nubes producidas por los vientos alisios que son las responsables de este verdor y de la conservación de estos bosques de la era terciaria.
Luego te diste cuenta de que empecé a hablar con alguien. Era una chica que se encargaba de vigilar la zona desde lo más alto. Estaba contenta porque acababa un turno de trabajo iniciado a las cinco de la madrugada y tenía ganas de hablar. Se había trasladado a vivir aquí desde otra isla canaria, llevaba dos años aquí y decía no conocer aún todos los rincones de este pequeño territorio. Te decía que había ganado calidad de vida, que tuvo que aclimatarse cuando llegó para bajar su anterior ritmo de actividad. Te gustó aquella frase que te dijo que en La Gomera la gente vive con el reloj retrasado cuatro horas respecto a la península, sinónimo de tranquilidad absoluta en todo. Se reía cuando le preguntabas por qué imagen se llevaban de la isla los turistas que llegan en autocares por la mañana, visitan algún centro de interpretación, comen, observan, vuelven al autocar para regresar en barco a su punto de origen. De ahí viene aquello que te dijeron en la agencia de viajes cuando le planteaste que pensabas estar cinco días en esta isla.
Visitar La Gomera fue observar costumbres, asomarse a miradores con señales de las partes más altas de otras islas cuando la niebla nos los enseñaba, recorrer Vallehermoso y su primera edición de la feria de productos ecológicos, contornear carreteras llenas de curvas que nos demostraban que el océano era el mismo pero no así la tierra que te lo mostraba, llegar a Agulo, un pueblo dividido en dos barrios del que las guías dicen que se organizan actos festivos con cánticos críticos de unos contra otros, un tópico más de esa literatura de las guías turísticas que no se actualizan desde hace años. Nos lo confirmó el dueño de aquel humilde bar restaurante en que comimos platos tradicionales hechos al amor de una tradición del día a día. Le preguntaste si eso de las peleas era verdad, y lo fue hace años, cuando aún se conservaban actos ya abandonados por jóvenes que han cambiado aquello por otros rituales en los que el alcohol, las fiestas y el consumo de variadas sustancias marcan tendencias criticadas por personas con otra formación. Querías saber si la agricultura aún daba fe de tantos plataneros y cultivos como observábamos. No, aún podéis ver muchos arbustos con este fruto pero ya no se aprovecha que esta tierra antes nos regalaba tres cosechas al año. Pero, desde hace unos años, muchos jóvenes abandonaron la agricultura y la que veis ahora en su mayoría aún la trabajamos los que aún no nos hemos jubilado. El destino, si no cambia, conduce al progresivo abandono de este vergel y también las cabras, animales que obtienen su alimento de tanta hierba y plantas como hay y origen de muchas variedades de quesos gomeros.
En un momento de la comida oíste hablar en inglés a una pareja de personas mayores que estaba a nuestro lado. Cuando se les acercaba a atenderles nuestro anfitrión manifestaban cierto conocimiento mutuo fruto no de una comida. Te llamaron la atención y yo ya esperaba el correspondiente interrogatorio al señor en el momento que abandonaran el local. Y así fue. Te informo que eran de Estados Unidos, con edades de más de ochenta años, él arquitecto y ella funcionaria de una embajada. Hace años compraron un casa rural con árboles y pasaban largas temporadas en su propiedad, los meses en que no cogían un avión en La Gomera hasta Gran Canaria y, desde aquí, a cualquier otro destino. Reconozco que a mí también me atrajeron, saber qué hacían aquí y cuál era su historia, así como la de muchas otras personas casi anónimas que han buscado su personal paraíso en cualquiera de estos rincones, y mira que habrán conocido sitios, lujos y comodidades a lo largo y ancho de tantos países visitados o vividos. Te lo volví a repetir, cada persona tiene su parcela de mundo desde la que luchar por sus momentos de felicidad. La estética de los espacios es tan variada como los gustos de cada residente. En La Gomera hay excelentes condiciones de vida, un modelo que a nosotros nos puede agradar tanto como a otros que disfrutan de cualquier rincón en cualquier playa a la que tú no irías nunca.
Completamos la jornada con una visita al Centro de Interpretación del parque. Más plantas, especies endémicas, explicaciones de los procesos de la vida en esta isla e invitación a que no seamos los humanos los que cortemos ritmos de hace millones de años. Tienen derecho a seguir viviendo el acebiño, laurel, arrayán, tajinaste, sanguino, verode, llantén, tajora, corregüela, malfurada. Y tantas especies animales aunque no haya más mamíferos que el conejo y la rata porque fueron introducidos por las personas.
El parque de Garajonay nos permitió penetrar en sus entrañas con la excursión a El Cedro. Nos regaló una jornada sin niebla, soleada, por en medio de un camino que podría acumular una larga lista de adjetivos en grado superlativo. Los bosques de fayal-brezal y de laurisilva nos acompañaron como gigantes protectores. Arroyos, áreas de descanso, ermitas, silencio, sombra, sol, naturaleza protegida para exponerla a quien quisiera paladearla. Lo hicimos emocionados, bajamos hasta la cascada final cercana a Hermigua por una senda profunda para desandar después todo el camino de vuelta. Podríamos recordar muchos momentos y tantos estados de conciencia mientras pensábamos en tantos incendios que borraban espacios parecidos, en lo mucho que podemos sentir y aprender de procesos naturales que deben heredar las futuras generaciones.
Nos dio pena pero todos nuestros objetivos se fueron cumpliendo y el tiempo pasó más deprisa de lo que pensábamos. Principio y fin, o sea, volver a nuestro punto de origen y entretenernos en escribir estas líneas sólo para transmitir algo más que fotos, buenas impresiones y los habituales relatos orales de septiembre que alimentarán inacabables tertulias, de las que posiblemente nazcan otros viajes. Pero esos formarán parte de otros proyectos, de otras historias.
Al final de estas líneas sólo me queda repetirte lo mismo que te dije al llegar a Barcelona. Recuerda que te felicité porque me enseñaste a ver de otra manera, tú, que nunca has podido ver con tus ojos.

Lo necesitamos todo

¿Pensamos en todos esos mensajes publicitarios no escogidos a que nos sometemos cada día? Cierto, muchos son obras de arte comunicativo al decir tanto en tan poco espacio o tiempo, y encima seducirnos para comprar. Todos alimentan nuestro mercado personal y se convierten en información útil para esos balances comerciales y curvas de análisis del nivel económico de cada país.
Pero a veces podríamos dudar (un gran deporte mental: es bueno practicarlos con asiduidad) a qué obedecen tantos mensajes. Nos presentan nuevos productos que necesitamos, los necesitamos porque nos los presentan, son un soporte espiritual con forma material, nos satisface algo material porque no existe lo espiritual, consumimos por el placer de mejorar, mejoramos por el placer de consumir, nos crean mundos imaginarios formados por el significado (¿o será el significante?) de cada objeto.
Los publicitarios dicen que sus mensajes tienen detrás una idea empaquetada, válida para el progreso y la calidad de vida. Se creen tan importantes que les pagamos un sustancioso porcentaje de cada producto adquirido, porque la publicidad la aguantamos todos y además somos quienes la financiamos (por término medio, de lo que pagamos por cada coche, 500 euros los damos para que nos convenzan de lo bueno que es: en público, en medio de cualquier programa o sin pedir permiso para bombardearnos). O sea, estamos cogidos por todos los lados. Incluso son el alma salvadora de la sociedad a la que acuden los políticos. Si hay un problema, los educadores de la opinión pública son las agencias de publicidad. Presupuesto extra, agencia, campaña de publicidad y ya está: el público informado de forma divertida o espectacular y nunca más volverán a fumar, a no usar preservativos, a hacer fuego, a no comer la dieta mediterránea, a no manchar, a no beber alcohol o a respetar las normas de conducción. He ahí las formas modernas y rápidas de transmitir mensajes formativos a la población. Nuestros modernos educadores: los mensajes y las promociones.
No pasa nada si a veces se ofrecen mensajes opuestos: una campaña contra el fuego y un anuncio de ron con el lema “Juega con fuego”, mensajes en contra de la violencia de género y una canción con un gracioso estribillo que la fomenta, anuncios para conducir bien y amplia cobertura informativa a un personaje de la canción que mató a una persona.
Mensajes, anuncios, necesidades, ilusiones, negocios, la vida misma en la que estamos. Pero la duda puede existir: ¿lo necesitamos todo o nos necesitan a todos?

Paisajes desde mi realidad

Los túneles, en zonas de montaña, son como puertas de entrada y salida a comarcas encerradas en su esencia, una bocanada de aire fresco que a menudo trae consigo un aumento de la población de sus valles, construcciones y todo lo que comportan las nuevas costumbres de una vida demasiado condicionada por los últimos avances tecnológicos que propician el ocio y las comodidades in límite.
Urbanizar las montañas es otra de las formas del desarrollo, llámese avances, progreso, cambio o turismo estacional. Los 5.026 metros del túnel del Cadí, situado en el Prepirineo entre la comarca barcelonesa del Berguedà y la gerundense y francesa de La Cerdanya, ha propiciado tantos cambios como el túnel de Viella para el Valle de Arán, el túnel de Montblanc o cualquier otro agujero cuyas únicas barreras que conoce son las de los peajes.
Un paisaje lleno de puntos poblados, construcciones diferentes a las tradicionales, con los prados cada vez más descuidados, abandonados a su suerte porque el ladrillo especula mejor que las vacas, aquella naturaleza domesticada por los lugareños y cuidada como si de un querido ser vivo se tratara, todo se ha sometido a las transformaciones de la comodidad, del nivel de vida, de la segunda residencia y de las apariencias necesarias para ofrecer una mejor imagen de nuestra realidad. Los pajares cotizan como restaurantes, las praderas como campos de golf, las fincas como perseguidos objetos del deseo de ávidas inmobiliarias y es ya habitual aquel campesino que ve sepultada su herencia porque sus descendientes prefieren el dinero blanco o negro obtenido de forma fácil a tener que rendirse a los trabajos repetidamente hechos generación tras generación.
El labrador y el ganadero son especies en vías de extinción, más vale que los digitalicemos pronto y sus aperos de trabajo se reconviertan en típicas decoraciones de futuros museos etnográficos, en colgantes de casas de cartón piedra, hechas de ladrillo por dentro y piedra, madera y pizarra por fuera, o en ambientación artificial de restaurantes que aparentan tradición y rusticidad pero que son imitaciones o disfraces de irrealidades.
Lo vertical y lo horizontal resumen los contornos de La Cerdanya, comarca fronteriza e históricamente unida pero realmente dividida por esas líneas imaginarias llamadas fronteras, rayas con mucha sangre derramada por un quítame de acá unos metros o yo soy mejor que tú porque el azar me ha hecho nacer entre una riqueza no escogida pero sí heredada. Las puntas, las cimas, todas esas formas puntiagudas de la realidad contrastan con la horizontalidad del verde primaveral, con el asfalto recorrido incesantemente por las nuevas caravanas de transhumantes de fin de semana, con vehículos de muchos caballos, de alto standing, de auténticos tanques blindados con tracción integral que pasean a sus dueños vistiéndoles con el empaque del poderío económico y otorgándoles un estatus subrogado a la marca que lucen. A menudo sus ocupantes pasean animales domésticos mejor cuidados que millones de personas o sujetan en sus magnéticas bacas sofisticados equipos de esquí que contribuyen al prestigio social de un deporte que, por desgracia para ellos, ya ha perdido el encanto de la exclusividad de la que disfrutaban antes, cuando sólo ellos eran poseedores de la calidad de vida.
La verticalidad de La Cerdanya se incrementa por su altura geográfica y por el poderío visual de unas montañas en las que al parecer la leyenda le asigna la residencia un ser mágico llamado Pirena. Las altas, suaves y redondeadas formas contrastan con las cimas encumbradas al cielo infinito, todas ellas de gran atractivo tanto para esquiadores como para montañeros u otras especies modernas amantes del aire libre controlado y asegurado casi todo riesgo. Estar arriba para bajar después, bien sea gracias a los remontes mecánicos instalados en espacios previamente limpiados de sus residentes vegetales, bien por el esfuerzo de la aproximación a su base para intentar hollar la cumbre, un éxito basado en la preparación, en la suerte y en ganarle la voluntad a esa cumbre que se la vence cuando se ha bajado, no cuando la cima nos regala su éxito temporal. Son dos formas distintas de entender la interiorización de los grandes espacios, con la diferencia de que el gran negocio de la nieve, la creación de nuevas pistas y la correspondiente urbanización de los entornos dicen que aportan más riqueza que esas mochilas cargadas de accesorios y de sudadas personas que a veces prefieren más el techo estrellado de la noche para dormir que las comodidades de los cuatro estrellas.
Las iglesias, puntas de lanza espiritual de aquellos tiempos en que eran el centro religioso del pueblo, aún son construcciones puntiagudas que imitan a las cumbres, igual que los árboles que adornan parajes naturales o también esos artificiales construidos para los de allá por los de aquí, estrechamente definidos sus límites por opacos setos cuidados por la mano barata de allende los mares y vigilados por ojos electrónicos que lo saben casi todo. La verticalidad de los tejados de pizarra se completa con las decorativas chimeneas que simbolizan acogedores hogares con el fuego en tierra relumbrador, en torno al cual un grupo de personas con cara de rurales por horas cuentan sus historias (reales o ficticias) a la luz de unas brasas que serán la base para carnívoras y opíparas cenas. Allá, al fondo, poderosas máquinas retraks vencen la verticalidad en invierno aplanando la nieve, en medio de ese arbolado metálico en forma de pilonas unidas por interminables cables que pasean ávidos perseguidores de emociones fuertes.
La horizontalidad de una de las comarcas con sus recursos naturales más explotados de Cataluña se evidencia con las inacabables filas de construcciones forradas en piedra, con apariencia de ser de aquí pero diferentes a las que hace siglos que perviven, arquitecturas que, si fueran en vertical, afearían más el paisaje y dejarían libre la pradera que ocupan, con derroche de recursos hídricos incluidos. Casas adosadas y residencias, pletas, urbanizaciones, chalets aislados, hoteles, el lujo y la tradición, lo rural y ese sucedáneo de opulento neorruralismo provocado por el lucimiento del éxito económico, el dinero negro y la ostentación. Inversiones millonarias en paisajes inmensos conviven con los restos de pueblos condenados a ser engullidos por el mejor postor, por ese contratista que se presenta con coche de marca estrellada alemana o con el último cuatro por cuatro, vertientes montañosas preparadas para el ocio, el negocio y el disfrute de los sentidos, serpenteantes carreteras adornadas por esa vegetación que ajardina las extasiadas miradas y, siempre, al fondo, la otra parte del valle, la percepción de más de lo mismo pero aumentado y, allá arriba, restos de la nieve primaveral que es el último testimonio del pasado invierno. El derroche de tanta sensualidad pretende combatir la indiferencia penetrando en lo más hondo de los sentidos. Algo que debieron hacer tantas generaciones, descubridoras del encanto del valle, de las aguas termales, de las cumbres , del descanso y de la vida dependiente de la rigurosidad del clima, de las cosechas, del ganado y de estar a merced de los elementos.
La dureza de los crudos inviernos, entendidos como un tiempo de descanso y de letargo entre el ocaso otoñal y la explosión de la vida primaveral, era un tiempo de tinieblas y de limitación de las actividades en el que la nieve era un desdichado elemento que perturbaba la poca movilidad posible. Las pruebas de esa vida aún se pueden ver en la construcción de las casas que aún quedan, en los soleados corredores y en los espacios para secar las cosechas o la ropa, en el aprovechamiento del escaso calor natural, en las cuadras como segura calefacción de las personas del piso superior, en las mil y una triquiñuelas para que la vida no se detenga del todo cuando la nieve tiñe e iguala el paisaje.
La Cerdanya, un amplio valle trabajado por el río Segre como serpenteante conductor de esas aguas que ignoran las fronteras y que fluyen hacia abajo, aunque su cauce a veces se quiera alterar por olímpicos deportes. Sus expectativas y realidades pasa por el líquido elemento en sus diversos estados naturales y por una naturaleza que pide a gritos respeto, conservación y repoblación.
El parque natural del Cadí-Moixeró también asoma por las estribaciones pirenaicas y nos brinda la posibilidad de introducirnos y escalar alguna de sus maravillas o, para más tranquilidad y menos peligros, adentrarse de forma pausada y segura hasta donde el cuerpo aguante. La Canal del Cristal es un joya natural más de la zona, un conjunto seguido de rocas calcáreas mejestuosas que impresionan, testigos de la evolución y consecución o no de tantos objetivos e ilusiones de excursionistas que han pretendido conquistarla con el permiso de las fuerzas propias y de la montaña de enfrente. Desde Martinet de Cerdanya la carretera de acceso es una continua curva, subidas que muestran la amplitud de un horizonte lleno de verdor, de cielo y de vida.
El pueblo de Estana prohíbe el paso a vehículos, brinda el contraste entre su antigua y moderna imagen, casas caídas, solares, casas reconstruidas o levantadas nuevas y observa con gratitud a tantos visitantes llenos de proyectos y de acercarse al gran muro. El turismo de mochila, de cantimplora y de paso ligero humaniza la montaña, mientras el imaginario numerus clausus no se sobrepase y las no escritas normas de trato a los espacios verdes se respeten. El pueblo también brinda las explicaciones de algún viejo habitante, con los achaques de la edad y testigo de muchas historias, unas de este núcleo rural y otras de sus vivencias anteriores. Un hombre mayor, propenso a esas conversaciones convertidas en los típicos monólogos de alguien acostumbrado a ser escuchado cada vez menos, con el cansino recurso de la pasada guerra civil, la cual revive como biblioteca viviente y como parte de una inacabable cinta sonora que quedó mejor grabada con recuerdos pasados que con las cada vez más escasas vivencias y memoria presentes.
El agua de Estana es el último avituallamiento para quienes se dirigen al circular prado desde el que se proyectan estrategias de ataque a la canal de Cristal, o se deja el objetivo para otra ocasión o bien se acude a la famosa disculpa de la fábula de la zorra y las uvas y se cita mentalmente “porque las uvas están verdes”.
Se suba o no, el estímulo visual y el camino justifican la esencia de una bella comarca que paga el tributo de los continuos avances de la civilización y de la mejora de la calidad de vida.

La imagen de las emociones

Si nos pretenden demostrar cada día que vivimos en la época de la imagen, puede que lo confirmemos o no si nos miramos en nuestro espejo (transgresor o ególatra) o bien observamos aquello que hay a nuestro alrededor. El entorno nos puede devolver tantas cosas adquiridas que, todas juntas, han conformado un espacio que se podría interpretar si analizáramos los significados de cada elemento uno por uno. ¿Por qué los tenemos? ¿Para qué sirven? ¿Siguen haciéndonos el servicio e ilusionándonos tanto como el día que los compramos?
Aquí una persona, aquí una imagen. La semiótica nos cercaría con sesudas interpretaciones en torno a yo y mis circunstancias (objetos, marcas, anhelos, dependencias, frustraciones).
Los publicistas lo saben muy bien: los anuncios, si no nos venden las supuestas emociones que tiene un producto, no son válidos como para conseguir los resultados previstos. Detrás de una marca hay un emoción para el comprador, aunque no tanto para la persona china o de cualquier maquila que deja su salud por nada y menos. Lucir una marca es “emocionante”, nos deslumbra y asumimos que le transmitimos a alguien tanta emoción que la compra para repetir la secuencia mercantil, y así sucesivamente. Nos están “fabricando” así y, si lo sabemos, el impulso de la ilusión del producto corre un tupido velo sobre esa otra realidad.
Esta continua fábrica de mundos que es nuestro entorno podría hacernos sospechar a qué obedece cada impacto publicitario que recibimos: si nos crean una necesidad que desconocíamos o responden a una necesidad no cubierta que teníamos. Es curioso pensar si ese anuncio que nos enerva las emociones nos traslada a otros mundos o bien forma parte de esa franja de irrealidad, de ensueño, de “paraíso” cercano y al alcance de la mano (con o sin “ayuda” del banco) en el que nos refugiamos a modo de diván que resuelva algunas carencias personales.
Las emociones de tantos impactos sociales y mediáticos nos influyen en nuestra imagen, la cual nos identifica con aquello que nos han prometido. Pero en medio hay espacios de pensamiento y de discriminación crítica. Poco a poco abundan sectores más concienciados con este sistema, aunque estas corrientes de opinión también pueden ser víctimas de procesos parecidos a los de las mayorías. De todas formas, como humanos que somos, nos consolamos con recursos diversos que nos remuevan ese interior que nos provoca la transmisión de la felicidad al exterior. ¿O también será imagen?

Nuestras emociones en masa

Nos emocionamos a menudo y, cuando lo hacemos en masa, el resultado trasciende tanto que su efecto se magnifica gracias al efecto reproductor de los medios de comunicación (de masas). Dicen que somos tan sociales que la masa nos anula, nos protege o es capaz de producirnos efectos liberadores de nuestras tensiones diarias, cada vez mayores. Debemos necesitar incentivos en que creer y símbolos que exhibir porque estos son parte de nuestras creencias, de una posible o disfrazada ideología o religión.
No quedan tan lejos los actos en torno a la muerte y nombramiento de Papas. El poder de una religión con mil millones de fieles produjo tanto efecto mediático como la trayectoria del Papa fallecido. Las masas, los símbolos, las creencias, la religión, la economía, las representaciones estatales, la presencia testimonial, el recuerdo. La repercusión de las celebraciones y nombramientos conmovieron a muchos y levantaron suspicacias entre otros.
Días después, más masas enfervorecidas pero adorando uno de los objetos más venerados tanto a nivel personal como estatal, motor de la economía mundial. El coche rugió en los circuitos de alta competición y su sonido, su parafernalia y tantos intereses creados también congregaron a aficionados o curiosos de un invento adorado y odiado, sobre el que gira un alto porcentaje de intereses mundiales. ¿El coche es más de lo que es?
Y suma y sigue. Las masas que ya venían entrenadas con temas vaticanos y circuitos de élite aún tienen resaca por las celebraciones de títulos (o por el olvido de fracasos). Tanta acumulación de emociones produjeron otra explosión masificada. Cifras de seguidores del nuevo campeón liguero, actos, símbolos, frases hechas, consignas machaconamente repetidas por ser más que algo, insultos, vivas y más vivas y, como en todo, ¡vivan los intereses! El éxtasis liberador colectivo ha debido producir el efecto deseado, igual que nos pasa a todos con tanta masificación de todo.
¿Peligros? Quizá ninguno o a lo mejor esta droga colectiva nos provoca una visión opaca para no interpretarnos dentro de tanta emoción colectiva. El mismo día de la victoria futbolística, mientras las merecidas conmemoraciones mezclaban toda clase de -ismos, la televisión mostraba otra masa. Enseñaba cómo se crean futuros terroristas kamikazes en algunos países para convertirse en aparente causa de una consecuencia atroz. Allí también se veían emociones, la masa, la repetición de consignas desde la infancia, el seguimiento de líderes, símbolos, ideología, religión y mucho fanatismo. ¿Más fanatismo que en los anteriores ejemplos?
Siempre nos quedará el consuelo de decir que nuestras celebraciones, ídolos, equipos y la machacona repetición de ideas que nos clavan en el cerebro son diferentes. Ellos son los malos, lo nuestro es cultura, identidad, forma de ser, raza. ¿Y si no fuera así?

Los engordan para que nos deglutan después sus calorías mentales

Los engordan para que nos deglutan después sus calorías mentales

No paran de recibir invitaciones. Pertenecen a un selecto grupo de especialistas en sentarse en comidas de alcurnia en las que debía circular mucha materia gris por mantel cuadrado pero lo que más se mueve son las viandas, los caldos de reserva y demás licores y puros. Se arriesgan con cualquier invitación o sitio a donde los llamen, sin ningún escrúpulo: en presentaciones de editoriales, actos sin o con cultura, conferencias de prensa, simposiums, congresos, presentaciones de otros personajes, actos institucionales o promociones.
No, no tienen por qué pertenecer al famoseo del que muchos reniegan pero que contribuyen a alimentarlo con sólo mencionarlos. Sin embargo, a veces se intercambian o tienen el don de la ubicuidad para cubrir varios frentes a la vez sin dar un palo al agua, o sea, sin desgastar una neurona ni producir más que un refrito. Pero a menudo están, se dejan ver y luego lo explican como si esas ideas que justifican la comilona fueran sesudas reflexiones en vez de lo que son, obviedades para las que con poner cara de ingenuidad ya basta.
No, tampoco deberían ser sólo la clase política, aunque entre el famoseo y la clase elegida por urnas cada vez más vacías también anda nuestro juego gastronómico y figurativo.
No queda más remedio que nombrarles, pero con respeto para la inmensa mayoría que no pertenecen a ese pequeño núcleo de defectuosos figurantes. Son alguna clase intelectual y periodística. Es evidente que entre ellos se alimentan para después autocomplacerse de lo maravilloso que es encontrarse casi siempre en parecidos sitios que después recogen en sus gacetillas mediáticas que a su vez dan pie a nuevas ideas las cuales acaban siendo un artículo muy comentado que llega a un editor y a la larga ofrece la posibilidad de darle forma de libro con lo que se presentará en público con comida incluida y nueva información a los mismos medios con que iniciábamos esta extensa descripción.
Las crónicas periodísticas de eventos pseudodivinos, intelectualmente hablando, casi siempre mencionan la cantidad y calidad de los canapés, la categoría de los no sé cuántos tenedores del lugar, los manteles de hilo o la cubertería que se conjunta con la masa encefálica de tantos cerebros en tan encumbrado local. Este tipo de rufianes complacientes consigo mismos a menudo son quienes ayudan a crear estados de opinión y a conducirnos a pensar lo mismo porque unos cuantos mediáticos ya nos lo ofrecen masticado. Y no se dan cuenta que eso es fruto de sus indigestiones y de unos ácidos gástricos que sólo les ha conducido a la frase acertada porque coincidió con el sentir general, sin atreverse a ir más allá y arriesgarse en la construcción de argumentos más elaborados.
Periodistas bien alimentados hay muchos. Quien sabía del tema era el creador del Premio Planeta. José Manuel Lara repitió, donde los periodistas no le silenciaron, que quienes más le habían ayudado en su premio eran estos profesionales. ¿El truco? Cuidarlos, invitarles a comidas, darles regalos, favorecerles su trabajo con informaciones casi hechas, agasajarlos siempre que se pueda, sortearles viajes y tenerlos contentos. Este ritual cada año se repite antes del 15 de octubre, día de la publicación del siempre secreto a voces nombre de las personas premiadas. ¿Es una excepción? Desgraciadamente no. Basta preguntar a los Departamentos de Prensa, Gabinetes de Comunicación y otras triquiñuelas para saber cómo las buenas digestiones encumbran aunque intelectualmente sean de electroencefalograma plano.
No obstante tenemos suerte. No son todos pero los que son están ahí y arman mucho ruido.

Los engordan para que nos deglutan después sus calorías mentales

No paran de recibir invitaciones. Pertenecen a un selecto grupo de especialistas en sentarse en comidas de alcurnia en las que debía circular mucha materia gris por mantel cuadrado pero lo que más se mueve son las viandas, los caldos de reserva y demás licores y puros. Se arriesgan con cualquier invitación o sitio a donde los llamen, sin ningún escrúpulo: en presentaciones de editoriales, actos sin o con cultura, conferencias de prensa, simposiums, congresos, presentaciones de otros personajes, actos institucionales o promociones.
No, no tienen por qué pertenecer al famoseo del que muchos reniegan pero que contribuyen a alimentarlo con sólo mencionarlos. Sin embargo, a veces se intercambian o tienen el don de la ubicuidad para cubrir varios frentes a la vez sin dar un palo al agua, o sea, sin desgastar una neurona ni producir más que un refrito. Pero a menudo están, se dejan ver y luego lo explican como si esas ideas que justifican la comilona fueran sesudas reflexiones en vez de lo que son, obviedades para las que con poner cara de ingenuidad ya basta.
No, tampoco deberían ser sólo la clase política, aunque entre el famoseo y la clase elegida por urnas cada vez más vacías también anda nuestro juego gastronómico y figurativo.
No queda más remedio que nombrarles, pero con respeto para la inmensa mayoría que no pertenecen a ese pequeño núcleo de defectuosos figurantes. Son alguna clase intelectual y periodística. Es evidente que entre ellos se alimentan para después autocomplacerse de lo maravilloso que es encontrarse casi siempre en parecidos sitios que después recogen en sus gacetillas mediáticas que a su vez dan pie a nuevas ideas las cuales acaban siendo un artículo muy comentado que llega a un editor y a la larga ofrece la posibilidad de darle forma de libro con lo que se presentará en público con comida incluida y nueva información a los mismos medios con que iniciábamos esta extensa descripción.
Las crónicas periodísticas de eventos pseudodivinos, intelectualmente hablando, casi siempre mencionan la cantidad y calidad de los canapés, la categoría de los no sé cuántos tenedores del lugar, los manteles de hilo o la cubertería que se conjunta con la masa encefálica de tantos cerebros en tan encumbrado local. Este tipo de rufianes complacientes consigo mismos a menudo son quienes ayudan a crear estados de opinión y a conducirnos a pensar lo mismo porque unos cuantos mediáticos ya nos lo ofrecen masticado. Y no se dan cuenta que eso es fruto de sus indigestiones y de unos ácidos gástricos que sólo les ha conducido a la frase acertada porque coincidió con el sentir general, sin atreverse a ir más allá y arriesgarse en la construcción de argumentos más elaborados.
Periodistas bien alimentados hay muchos. Quien sabía del tema era el creador del Premio Planeta. José Manuel Lara repitió, donde los periodistas no le silenciaron, que quienes más le habían ayudado en su premio eran estos profesionales. ¿El truco? Cuidarlos, invitarles a comidas, darles regalos, favorecerles su trabajo con informaciones casi hechas, agasajarlos siempre que se pueda, sortearles viajes y tenerlos contentos. Este ritual cada año se repite antes del 15 de octubre, día de la publicación del siempre secreto a voces nombre de las personas premiadas. ¿Es una excepción? Desgraciadamente no. Basta preguntar a los Departamentos de Prensa, Gabinetes de Comunicación y otras triquiñuelas para saber cómo las buenas digestiones encumbran aunque intelectualmente sean de electroencefalograma plano.
No obstante tenemos suerte. No son todos pero los que son están ahí y arman mucho ruido.