Nuestros ídolos nos escupen en público
Un día me enfadé con algunos compañeros y compañeras de mi instituto. Ya descubrirás por qué te lo explico. Resulta que desde hace tiempo se ha impuesto la moda de escupir en público. Lo ven natural. Cuando juegan a algún deporte lo hacen con espontaneidad pero también por la calle. Fíjate, me han contado que hay quienes parece que están entrenando la musculatura bucal. No es por extenderme en detalles desagradables pero presumen de quién lo lanza más lejos, del sonido que produce el acto en sí y puede que compitan a ver quién tiene más puntería. Es así la cosa. Como quienes hacen piruetas aéreas con el humo del tabaco, o lanzan la colilla a la máxima distancia, o miran a ver si encestan los papeles. La papelera se convierte en canasta de básquet. Incluso recibe la bola hasta con efectos especiales. O quienes escriben imagínate qué frases en las mesas. O en las puertas de los lavabos. Una vez conocí un chico y una chica que le propusieron a un profe hacer un trabajo de investigación sobre el uso del lenguaje en espacios públicos tipo lavabos, túneles, paredes, fachadas, etc. Tenían muchos material, sólo que ese profesor no denotaba demasiada imaginación y eludió el tema.
A veces les preguntaba por qué escupían así, o se sonaban sus mucosidades sobre el suelo delante de gente. Qué pasa contigo, siempre quieres saber más. Su respuesta superficial dio paso a un fondo aclaratorio. Cuando te lo comenté tú me dijiste casi lo mismo que ellos. Al parecer, en el mundo del deporte es habitual escupir en público, sonarse o esconderse para otras necesidades. Y todo estas actitudes las recogen las cámaras de televisión en primer plano. O sea, ya ves a mis colegas copiando los escupitajos de sus ídolos futbolistas. Hasta queda bien para ellos imitar a su referente. Qué personalidad tan adolescente. Si ya me parecía a mí que a veces vemos normales comportamientos que, en otro contexto, los rechazaríamos. Nuestros ídolos nos escupen en público y repetimos sus hazañas.
Después vendrán campañas a favor de los modales, anuncios y más anuncios. La realidad tú me has dicho cuál es. Es habitual ver las aceras llenas de estos efluvios bucales por la mañana. Junto con excrementos de perros y papeles la limpieza deja que desear. Claro que también yo mantengo mi hipótesis favorita: basta que unos pocos lo hagan mal para que resalten más sus resultados que el buen comportamiento de la mayoría.
En fin, disculpa por este monólogo. Hoy no te he dejado hablar nada. Sé que me querías comentar eso que dijo el alcalde de Barcelona. Que después de tantas campañas en defensa de actitudes cívicas, iba a multar a quienes no las cumplan. Debe estar enfadado con la juventud alborotadora de las fiestas del barrio de Gràcia. El alcohol y otros productos causó estragos. Oí que ya señalaban a los ocupas como culpables de todo. Siempre pagan los mismos. Pero no dijeron de quién eran hijos los que destrozaron todo. Habría sorpresas. Seguro que no se conformaron con los escupitajos de sus ídolos. A los resultados me remito. Todo a la vista, con policías, vecinos y periodistas delante. Para qué cortarse si eran capaces de echar por tierra en un momento el ambiente festivo.
A lo mejor es que empezaron escupiendo en público y han acabado destrozando lo público.
A veces les preguntaba por qué escupían así, o se sonaban sus mucosidades sobre el suelo delante de gente. Qué pasa contigo, siempre quieres saber más. Su respuesta superficial dio paso a un fondo aclaratorio. Cuando te lo comenté tú me dijiste casi lo mismo que ellos. Al parecer, en el mundo del deporte es habitual escupir en público, sonarse o esconderse para otras necesidades. Y todo estas actitudes las recogen las cámaras de televisión en primer plano. O sea, ya ves a mis colegas copiando los escupitajos de sus ídolos futbolistas. Hasta queda bien para ellos imitar a su referente. Qué personalidad tan adolescente. Si ya me parecía a mí que a veces vemos normales comportamientos que, en otro contexto, los rechazaríamos. Nuestros ídolos nos escupen en público y repetimos sus hazañas.
Después vendrán campañas a favor de los modales, anuncios y más anuncios. La realidad tú me has dicho cuál es. Es habitual ver las aceras llenas de estos efluvios bucales por la mañana. Junto con excrementos de perros y papeles la limpieza deja que desear. Claro que también yo mantengo mi hipótesis favorita: basta que unos pocos lo hagan mal para que resalten más sus resultados que el buen comportamiento de la mayoría.
En fin, disculpa por este monólogo. Hoy no te he dejado hablar nada. Sé que me querías comentar eso que dijo el alcalde de Barcelona. Que después de tantas campañas en defensa de actitudes cívicas, iba a multar a quienes no las cumplan. Debe estar enfadado con la juventud alborotadora de las fiestas del barrio de Gràcia. El alcohol y otros productos causó estragos. Oí que ya señalaban a los ocupas como culpables de todo. Siempre pagan los mismos. Pero no dijeron de quién eran hijos los que destrozaron todo. Habría sorpresas. Seguro que no se conformaron con los escupitajos de sus ídolos. A los resultados me remito. Todo a la vista, con policías, vecinos y periodistas delante. Para qué cortarse si eran capaces de echar por tierra en un momento el ambiente festivo.
A lo mejor es que empezaron escupiendo en público y han acabado destrozando lo público.
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