Nuestras emociones en masa
Nos emocionamos a menudo y, cuando lo hacemos en masa, el resultado trasciende tanto que su efecto se magnifica gracias al efecto reproductor de los medios de comunicación (de masas). Dicen que somos tan sociales que la masa nos anula, nos protege o es capaz de producirnos efectos liberadores de nuestras tensiones diarias, cada vez mayores. Debemos necesitar incentivos en que creer y símbolos que exhibir porque estos son parte de nuestras creencias, de una posible o disfrazada ideología o religión.
No quedan tan lejos los actos en torno a la muerte y nombramiento de Papas. El poder de una religión con mil millones de fieles produjo tanto efecto mediático como la trayectoria del Papa fallecido. Las masas, los símbolos, las creencias, la religión, la economía, las representaciones estatales, la presencia testimonial, el recuerdo. La repercusión de las celebraciones y nombramientos conmovieron a muchos y levantaron suspicacias entre otros.
Días después, más masas enfervorecidas pero adorando uno de los objetos más venerados tanto a nivel personal como estatal, motor de la economía mundial. El coche rugió en los circuitos de alta competición y su sonido, su parafernalia y tantos intereses creados también congregaron a aficionados o curiosos de un invento adorado y odiado, sobre el que gira un alto porcentaje de intereses mundiales. ¿El coche es más de lo que es?
Y suma y sigue. Las masas que ya venían entrenadas con temas vaticanos y circuitos de élite aún tienen resaca por las celebraciones de títulos (o por el olvido de fracasos). Tanta acumulación de emociones produjeron otra explosión masificada. Cifras de seguidores del nuevo campeón liguero, actos, símbolos, frases hechas, consignas machaconamente repetidas por ser más que algo, insultos, vivas y más vivas y, como en todo, ¡vivan los intereses! El éxtasis liberador colectivo ha debido producir el efecto deseado, igual que nos pasa a todos con tanta masificación de todo.
¿Peligros? Quizá ninguno o a lo mejor esta droga colectiva nos provoca una visión opaca para no interpretarnos dentro de tanta emoción colectiva. El mismo día de la victoria futbolística, mientras las merecidas conmemoraciones mezclaban toda clase de -ismos, la televisión mostraba otra masa. Enseñaba cómo se crean futuros terroristas kamikazes en algunos países para convertirse en aparente causa de una consecuencia atroz. Allí también se veían emociones, la masa, la repetición de consignas desde la infancia, el seguimiento de líderes, símbolos, ideología, religión y mucho fanatismo. ¿Más fanatismo que en los anteriores ejemplos?
Siempre nos quedará el consuelo de decir que nuestras celebraciones, ídolos, equipos y la machacona repetición de ideas que nos clavan en el cerebro son diferentes. Ellos son los malos, lo nuestro es cultura, identidad, forma de ser, raza. ¿Y si no fuera así?
No quedan tan lejos los actos en torno a la muerte y nombramiento de Papas. El poder de una religión con mil millones de fieles produjo tanto efecto mediático como la trayectoria del Papa fallecido. Las masas, los símbolos, las creencias, la religión, la economía, las representaciones estatales, la presencia testimonial, el recuerdo. La repercusión de las celebraciones y nombramientos conmovieron a muchos y levantaron suspicacias entre otros.
Días después, más masas enfervorecidas pero adorando uno de los objetos más venerados tanto a nivel personal como estatal, motor de la economía mundial. El coche rugió en los circuitos de alta competición y su sonido, su parafernalia y tantos intereses creados también congregaron a aficionados o curiosos de un invento adorado y odiado, sobre el que gira un alto porcentaje de intereses mundiales. ¿El coche es más de lo que es?
Y suma y sigue. Las masas que ya venían entrenadas con temas vaticanos y circuitos de élite aún tienen resaca por las celebraciones de títulos (o por el olvido de fracasos). Tanta acumulación de emociones produjeron otra explosión masificada. Cifras de seguidores del nuevo campeón liguero, actos, símbolos, frases hechas, consignas machaconamente repetidas por ser más que algo, insultos, vivas y más vivas y, como en todo, ¡vivan los intereses! El éxtasis liberador colectivo ha debido producir el efecto deseado, igual que nos pasa a todos con tanta masificación de todo.
¿Peligros? Quizá ninguno o a lo mejor esta droga colectiva nos provoca una visión opaca para no interpretarnos dentro de tanta emoción colectiva. El mismo día de la victoria futbolística, mientras las merecidas conmemoraciones mezclaban toda clase de -ismos, la televisión mostraba otra masa. Enseñaba cómo se crean futuros terroristas kamikazes en algunos países para convertirse en aparente causa de una consecuencia atroz. Allí también se veían emociones, la masa, la repetición de consignas desde la infancia, el seguimiento de líderes, símbolos, ideología, religión y mucho fanatismo. ¿Más fanatismo que en los anteriores ejemplos?
Siempre nos quedará el consuelo de decir que nuestras celebraciones, ídolos, equipos y la machacona repetición de ideas que nos clavan en el cerebro son diferentes. Ellos son los malos, lo nuestro es cultura, identidad, forma de ser, raza. ¿Y si no fuera así?
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