Turismos vacacionales
Eres joven pero ya has probado las mieles del turismo veraniego, ese que nos toca por derecho laboral aunque tú aún no cobres por tus estudios adolescentes. Sé que te esfuerzas y que te animan, te convencen con que el futuro es tuyo. Una chica lista y con muchas miras (no te rías por la frase tópica. Ves más de lo que crees)
Es la época de viajar, la moda de desplazarse, de moverse, de cambiar para volver igual o no. Titulares publicitarios de un día en los papeles diarios: las otras vacaciones, imagina una isla, no te lo imaginas. Hazlo, vacaciones por descubrir, una oferta mítica. Ofertas y superofertas que ponen a nuestro alcance el descubrir otros mundos, estén donde estén. Ver para contar, salir para demostrar, cambiar para volver, experimentar para explicar, captar para enseñar, gastar para vivir.
Así podría ser si no fuera que cada uno se hace o se imagina su experiencia y la vive como única, un deseo en el que fructifican los meses pasados y esos sueños que ahora se intentan convertir en realidad. Modelos turísticos hay muchos, tantos como vivencias. Ninguno es mejor que otro si quien lo ha escogido encuentra en él su paraíso temporal.
En esta exigencia social por salir sólo queda consolar a quienes no pueden probar esta fruta permitida para todos menos para ellos. Porque, a quienes no quieren salir, qué decirles: hartos de más de lo mismo, no hay nada nuevo bajo el sol, en la diferencia está la esencia, quedarse para abarcar más puntos de mira, la comodidad sin apenas riesgos, el moverse estándose quietos con tantos avances como hay, imaginarse un destino ideal, leer experiencias ajenas, asumir el ser de otra manera, o raros o fuera del común de los mortales en fechas tan señaladas para el ocio casi obligado.
No me veas como un aguafiestas con lo que viene a continuación. Quiero compartir contigo reflexiones adecuadas a una chica tan espabilada como tú. Juan José Lahuerta ha publicado un libro titulado Destrucción de Barcelona. Este autor se mete con ese tipo de turismo al que nos apuntamos nosotros, el turismo cultural, y dice que éste no es más que un eufemismo porque el turismo siempre es masivo y depredador por naturaleza. Te leí aquel recorte de EL PAIS con una cita textual suya: El régimen nos obliga a viajar, el turismo es uno de sus máximos negocios y haber estado en alguna parte una condición necesaria en el esquema de nuestra alienación. Como turistas trabajamos en unas condiciones físicas y morales que ya no aceptaríamos en ninguna parte, y lo hacemos no ya gratis, sino pagando. El turismo no sólo nos conviene en los consumidores por excelencia, sino que hace de nosotros al mismo tiempo el productor y el producto, puros productos de la producción.
Acabado mi párrafo me sorprendiste con el recuerdo a esa otra lectura que te hice hace unos días y que te sorprendió. ¿Te acuerdas? Se publicó en el diario parisiense LE MONDE el 12 de agosto pasado. Tranquila, te volveré a leer ese trozo que tanto te sorprendió. De entrada te enganchó la cita al libro El idiota que viaja del antropólogo Jean-Didier Urbain. Pero tu interés de aplicada estudiante adolescente aumentó con las siguientes líneas textuales: ..Las quejas contra estos turistas que viajan son innumerables. Son destructores, consumen los monumentos y los lugares que visitan. Favorecen la contaminación y obligan a crear instalaciones inútiles y costosas. Por su causa, los países de acogida fabrican identidades caricaturescas y estereotipadas. En resumen, el turista es un invasor que paga, el último avatar dela globalización. Pero, ¿quién es el turista? Es siempre el otro, aunque en realidad todos nosotros hemos sido o seremos turistas Una cita que nos hizo pensar y te provocó un análisis de nosotros y de los demás.
Más adelante, cuando casi habías olvidado filosofar sobre turismos y vacaciones, recuperé el tema desempolvando un texto sacado de mi desordenado simulacro de archivo de recorte de diarios atrasados. Un artículo del gran Vicente Verdú titulado La vacación y yo, en EL PAIS del 20 de julio de 2000. Como mis ideas son limitadas alimento las tuyas con esta cita: La vacación es la emancipación, la suspensión delos valores que configuraban la reiteración de la cotidianeidad. La vacación decía Edgar Morin es la vacación de los valores, y así se logra el valor de la vacación. Pero, a su vez, las vacaciones producen unos valores nuevos, y, entre ellos, el más visible es la preeminencia ególatra y narcisista del yo.
Calidad de vida, logros sociales, descanso merecido, parón vital, cambio de chip y olvidar por días que septiembre aún queda lejos. Pero, poco a poco, se acerca.
Querida compañera, felices y pensativas vacaciones.
Es la época de viajar, la moda de desplazarse, de moverse, de cambiar para volver igual o no. Titulares publicitarios de un día en los papeles diarios: las otras vacaciones, imagina una isla, no te lo imaginas. Hazlo, vacaciones por descubrir, una oferta mítica. Ofertas y superofertas que ponen a nuestro alcance el descubrir otros mundos, estén donde estén. Ver para contar, salir para demostrar, cambiar para volver, experimentar para explicar, captar para enseñar, gastar para vivir.
Así podría ser si no fuera que cada uno se hace o se imagina su experiencia y la vive como única, un deseo en el que fructifican los meses pasados y esos sueños que ahora se intentan convertir en realidad. Modelos turísticos hay muchos, tantos como vivencias. Ninguno es mejor que otro si quien lo ha escogido encuentra en él su paraíso temporal.
En esta exigencia social por salir sólo queda consolar a quienes no pueden probar esta fruta permitida para todos menos para ellos. Porque, a quienes no quieren salir, qué decirles: hartos de más de lo mismo, no hay nada nuevo bajo el sol, en la diferencia está la esencia, quedarse para abarcar más puntos de mira, la comodidad sin apenas riesgos, el moverse estándose quietos con tantos avances como hay, imaginarse un destino ideal, leer experiencias ajenas, asumir el ser de otra manera, o raros o fuera del común de los mortales en fechas tan señaladas para el ocio casi obligado.
No me veas como un aguafiestas con lo que viene a continuación. Quiero compartir contigo reflexiones adecuadas a una chica tan espabilada como tú. Juan José Lahuerta ha publicado un libro titulado Destrucción de Barcelona. Este autor se mete con ese tipo de turismo al que nos apuntamos nosotros, el turismo cultural, y dice que éste no es más que un eufemismo porque el turismo siempre es masivo y depredador por naturaleza. Te leí aquel recorte de EL PAIS con una cita textual suya: El régimen nos obliga a viajar, el turismo es uno de sus máximos negocios y haber estado en alguna parte una condición necesaria en el esquema de nuestra alienación. Como turistas trabajamos en unas condiciones físicas y morales que ya no aceptaríamos en ninguna parte, y lo hacemos no ya gratis, sino pagando. El turismo no sólo nos conviene en los consumidores por excelencia, sino que hace de nosotros al mismo tiempo el productor y el producto, puros productos de la producción.
Acabado mi párrafo me sorprendiste con el recuerdo a esa otra lectura que te hice hace unos días y que te sorprendió. ¿Te acuerdas? Se publicó en el diario parisiense LE MONDE el 12 de agosto pasado. Tranquila, te volveré a leer ese trozo que tanto te sorprendió. De entrada te enganchó la cita al libro El idiota que viaja del antropólogo Jean-Didier Urbain. Pero tu interés de aplicada estudiante adolescente aumentó con las siguientes líneas textuales: ..Las quejas contra estos turistas que viajan son innumerables. Son destructores, consumen los monumentos y los lugares que visitan. Favorecen la contaminación y obligan a crear instalaciones inútiles y costosas. Por su causa, los países de acogida fabrican identidades caricaturescas y estereotipadas. En resumen, el turista es un invasor que paga, el último avatar dela globalización. Pero, ¿quién es el turista? Es siempre el otro, aunque en realidad todos nosotros hemos sido o seremos turistas Una cita que nos hizo pensar y te provocó un análisis de nosotros y de los demás.
Más adelante, cuando casi habías olvidado filosofar sobre turismos y vacaciones, recuperé el tema desempolvando un texto sacado de mi desordenado simulacro de archivo de recorte de diarios atrasados. Un artículo del gran Vicente Verdú titulado La vacación y yo, en EL PAIS del 20 de julio de 2000. Como mis ideas son limitadas alimento las tuyas con esta cita: La vacación es la emancipación, la suspensión delos valores que configuraban la reiteración de la cotidianeidad. La vacación decía Edgar Morin es la vacación de los valores, y así se logra el valor de la vacación. Pero, a su vez, las vacaciones producen unos valores nuevos, y, entre ellos, el más visible es la preeminencia ególatra y narcisista del yo.
Calidad de vida, logros sociales, descanso merecido, parón vital, cambio de chip y olvidar por días que septiembre aún queda lejos. Pero, poco a poco, se acerca.
Querida compañera, felices y pensativas vacaciones.
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