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el informador informal

Protección global

El otro día hablábamos de la seguridad o inseguridad en que vivimos. Habías relacionado muchas informaciones y comentarios que oías a menudo y planteaste un tema que nos preocupa a todos, en proporción directa a nuestras propiedades y nivel de vida. La protección y la seguridad.
La última provocación que relacionaste con tus pensamientos anteriores sobre todo esto fueron las actuaciones de Bansky, un artista británico de 31 años tan provocador en sus actuaciones que ayer EL PAIS hablaba de que había pintado nueve graffitis en el muro de Gaza, esa enorme pared de cemento que los israelíes van construyendo para no saber nada de sus hermanos palestinos del otro lado. Bansky pretendió aportar su toque artístico a esa vergüenza que desgraciadamente no es única. Citaste a uno que llegaste a conocer, el muro de Berlín, pero yo te nombré alguno más cercano. Qué decir de esa enorme alambrada que separa Ceuta de Marruecos para que no puedan entrar inmigrantes llamados por algunos “ilegales” (curioso término para hablar de personas). O los que hay entre México y Estados Unidos. Muros los hay de muchas formas y ahora la tecnología es capaz de construir separaciones vigiladas virtualmente que detectan a cualquier intrépido aventurero, “ilegal” por supuesto.
Hablando hablando, tiramos tanto del tema que lo extrapolamos a nuestra vida diaria. Recuerda que un día me dijiste que tu profesor de sociales os planteó el tema seguridad – libertad, una dicotomía de la que antes se hablaba mucho, con fuertes discusiones en las que la gente de izquierdas siempre se decantaba por la libertad. Qué tiempos aquellos en que se citaba a otro Gran Hermano (no el del programa de la TV), a George Orwell y a suposiciones futuristas en que los derechos humanos se pudieran ver recortados por tanta seguridad.
¿Elucubraciones sin sentido?
No me veas como anticuado o irrespetuoso con las nuevas tendencias, pero quisiera ayudarte a completar tus argumentos con algunas observaciones. Después, tú misma. Si quieres te explico lo que he comprobado muchas veces en la vida diaria de nuestra ciudad, una urbe parecida a muchas. De día las calles están muy animadas y los escaparates de las tiendas aportan un toque alegre a los edificios. De noche, antes de cerrar, aún son más vistosos con tanta luz y diseño óptico. Sin embargo, llega un momento en que las calles son una persiana seguida. Desparecen los escaparates y todo semeja un muro metálico abierto por los lados y por las intersecciones de calles. Protección al máximo. Pero no sólo eso, protección con alarmas por doquier. Puertas que ya las anuncian, miedo a la intromisión en la propiedad.
Si quieres pasamos a otro escalón protector. Las cámaras de vigilancia. Las hay dentro de cualquier tienda, a la entrada de bancos, en las fachadas de edificios públicos, en las calles, en las carreteras y autopistas, en las montañas para informar sobre el tiempo. Y, en el ámbito privado, las webcam, no tanto para vigilar sino para enseñar. No te acuerdas pero hace no tanto tiempo hubo quien se opuso a instalar estos aparatos en las calles porque atentaban ala libertad privada. Ahora nadie dice nada. Y quien lo diga, le demuestran su eficacia con las pruebas que aportan en atentados terroristas, en robos, secuestros o crímenes. Luego te imaginaste cuánta información tendrán los organismos policiales sobre todos nosotros. Incluso pensabas qué pasaría si un día los expertos en intromisiones informáticas llegaran a controlar tanto aparato vigilante. Y nadie se queja, son sistemas de seguridad. Nos venden seguridad. El penúltimo invento, los móviles con cámaras también útiles para vigilar con fotos, publicar, vender o denunciar.
Tu capacidad deductiva luego se despertó y empezaste a añadir otros sistemas de protección. Citaste a tantos policías distintos como hay, y tantos agentes privados que enriquecen a sus compañías de seguridad, a guardaespaldas, porteros de discotecas o restaurantes, detectives privados. Seguiste con el tema de las llaves y los sistemas de seguridad en nuestro territorio más próximo: alarmas de coches, alarmas de garajes, de casas, sirenas de todo tipo. Me hizo gracia cuando se disparó tu imaginación y lanzaste una interesante hipótesis: qué pasaría si un día todos los sistemas de seguridad se pusieran en marcha de golpe: alarmas sonando, cámaras sin parar de grabar, sirenas funcionando, policías de un lado para otro. Tranquila, te dije, es difícil que ocurra. Piensa que tantos radares de control de tráfico, escaners de aeropuertos, fotos por satélite, controles por GPS, etc. todo esto dicen que previene que no pasen cosas peores pero la realidad es que tanta saturación esconde miedos, inseguridades personales y sociales, gente ineficaz que no interpreta tanto mecanismo. Hay muchas pruebas que así lo demuestran. Libertad controlada gracias a que todos colaboramos y nos enfadamos o denunciamos cuando no estamos protegidos. ¿Un policía por persona, una cámara, una alarma para cada uno?
Nos cansamos de tanto darle vueltas a un presente tan protegido. Tú me aseguraste que vivías bien, que disponíamos siempre de una buena lista de teléfonos de emergencias para cualquier imprevisto y que con tanto bienestar nos podíamos permitir el lujo de rebajarnos unas décimas en nuestro grado de libertad. Estabas encantada con un presente tan esperanzador. Sin embargo, seguiste pensando en nuestros planteamientos y en esa global protección que nos reporta tanta calidad de eso que aquí llamamos buena vida.

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