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el informador informal

Risas agrícolas

Déjame que relate en público la curiosa conversación de hace pocos días. Aunque ya la sabes, merece la pena explicarla de nuevo. Castilla, además de ancha, es extraordinaria. No tan plana como los estereotipos cuentan, no tan tan seca ni tan despoblada de árboles. Bueno, casi parecido con lo que queda del abandono rural. Una pena que diga esto quien también participó en la marcha. Pero es una tierra adorable cuando intentas descubrir la belleza de sus matices y en tu alma permanece ese paisaje espiritual cantado por muchos escritores y poetas. Pero parece que sus habitantes no opinan lo mismo. Por lo menos algunos predican en público su rechazo a costumbres y trabajos que se pierden en los tiempos. Una mentalidad muy bien definida por un castellano en un periódico reciente: “Somos derrotistas de nosotros mismos”.Un campesino de setenta años, ya jubilado, aún trabaja las tierras de secano, no por necesidad sino por apego a una tradición y a unas costumbres productivas. Ha trabajado toda la vida en un medio árido, de intenso frío en invierno y riguroso calor en verano. En un pueblo de Zamora que limita con León. Su honradez la practica hasta el último detalle. Dice que no quiere que nunca nadie hable mal de sus hechos. No deudas, cada uno lo suyo. A esta edad, con una lesión sin arreglo en un músculo de un brazo, este caballero (muy merecido título) deja de arrendar unas tierras este año porque ya no puede. Además, su hijo mecánico se ríe de él porque, ya jubilado, aún se dedica a esto. Por ganancias, el joven gana en un mes casi tanto como su padre en un año con la pensión. Pero sus risas son hacia todo lo que significa vivir como su padre. Y él lo cuenta con respecto al hijo aunque, en su fondo más noble, esas palabras le hayan significado graves punzadas a tantos antepasados suyos. Se conforma y sigue en su territorio. Está orgulloso de su hijo mecánico, de cómo un día dudó entre quedar en el pueblo y seguir con el campo o irse a un taller cercano. Como ha pasado en muchas familias, desearle lo mejor a un hijo o hija es que se marche. Y así tenemos a nuestra amada Castilla. Quizá derrotista pero también con nuevos proyectos que, de momento, son islas. Ya hablaremos otro día de más observaciones castellanas. Mientras, un brindis por tantas personas labradoras del campo castellano. Y el que se quiera reír, que vaya aun taller. A ver si lo arreglan.

El reciclaje mercantil de la globalización

¿Se nos acabaron los prolongados descansos previos al verano y durante lo que llevamos de esta estación? Con este texto te demuestro que sí. Mucho moverse, mucho ver, más admirar, algo criticar y más pensar. Y también descansar.Entre tanto en tan largo espacio de tiempo pasan cosas dignas de recordar para revivirlas con más juicio. No, no me olvido de las actividades deportivas, aptas para todo el año. Tú sabes del deporte, lo practicas y captas sus sensaciones más allá del esfuerzo que supone. Moverse, parar, resoplar, volver de nuevo y desgastar. Cuerpo y material deben someterse a la intensidad de ese ejercicio que ahora es sano. Pues fíjate cómo estamos dentro de un mercado que hasta nos cubre la transpiración. Coge una etiqueta de cualquier prenda deportiva. No, no es para cortarla porque te roza. Léela. Recuerda la admiración del otro día.Entramos a unos grandes almacenes franceses de productos deportivos a precio de gran consumo. Su nombre deportivo rememora las diez prácticas en Grecia. Sus productos son un ejemplo más de en qué mundo vivimos. Sus precios son tan atractivos que vestirse deportivamente cuesta menos que la voluntad de practicar las actividades. Pero, claro, la clave está en esa etiqueta y en la bolsa.Casi transparente, la bolsa se viste de reciclaje y te recuerda que el plástico está libre de ciertas sustancias y que es cien por cien reciclable o fruto de este proceso. Toda ella es un canto al mundo más natural y conservacionista con todo. El contenido que compramos es otra historia. Un muy atractivo precio de la camiseta y del pantalón nos da pistas de algunos viajes no deportivos de estas prendas. Recuerda que te las leí varias veces. Hasta te incitaron a repasar mentalmente la situación geográfica de algunos países del mundo. Una prenda en sí se fabricaba en Tailandia, la importaba México y después volvía a Europa. La otra se hacía en Marruecos, iba a México y retornaba a nuestro continente. Eso sin hablar de las fibras y otros componentes. Todo a un precio irrisorio. Tú y yo luego, quizá por deformación laboral, nos imaginamos las condiciones laborales de quienes las confeccionaron. Sus horas de trabajo, sueldo, condiciones sanitarias, márgenes comerciales del fabricante y de la empresa francesa. Nos llevamos la bolsa, sudamos las prendas, nos ahorramos dinero y pensamos en este mercado global del que es difícil salirse y buscar vías alternativas. Detrás de un envoltorio de tanto supuesto respeto al medio ambiente, detrás de los ahorros de las ofertas y rebajas que,  quizá, ayuden a vivir a mucha gente, delante estamos nosotros, con un bolsillo también global en un camino que, de momento, no parece tener retorno. Consumamos esas materias primas que acaparan ellos y que nos devuelven tan adaptadas a nuestra nueva mentalidad. Consume o revienta.

El celebrado orgullo de cada día

Hoy, por ayer, pasó ago desapercibido el día de un orgullo que no debía ser tal. Por aquello de un día para una celebración que debía ser de cada día. Tantas fechas señaladas en esos calendarios acumulativos de oficialidades varias no dejan ver el bosque. No permiten asimilar tantas reflexiones que se asentarán con el paso del tiempo. Pero, por alguna celebración había que empezar.

Hoy, por ayer, dos chicas adolescentes se besaban en plena calle con el ardor propio más de la edad y de la libertad que del día del orgullo gay. Ellas no tenían por qué esconderse de su normalidad, se deseaban mientras conseguían el tiquet del parquímetro que les evitaría de una posible multa. La libertad para quererse gratis contra el papel paraaparcar pagando. El estorbo del coche y el amor a ella. Un gran día para demostrar que lo obvio es bello porque es normal.

Las modernas memorias del presente

El 23 de febrero de 2006 fui un importante referente de consulta para recordar hechos pasados que aquel profesor quería trabajar con sus alumnos de secundaria en clase. Tanto él como ellos me conocen cada muy bien. Saben que cada vez estoy más presente en sus vidas. Confían en mí, me miran como una ventana abierta al mundo, como fuente de consulta, de información, de diversión y, por supuesto, también para aprender. No es que le haga la competencia a sus profesores aunque éstos a veces me miran con desconfianza, me tienen respeto porque les cuesta entenderme, si bien observan que no somos incompatibles y podemos ayudarnos mutuamente. En pocos años de mi existencia ya ocupo un lugar destacado en ña sociedad. Además, mis continuos progresos significan avances imparables aunque, para qué negarlo, con ciertos inconvenientes.Aquel 23 de febrero usaron mis capacidades para aprender haciendo una interesante retrospectiva histórica. De sobra sabia aquel profesor qué pasó hace veinticinco años en España. Aquel día impartía clases en un centro docente situado en un barrio obrero de una ciudada catalana industrial. Aquella tarde se asustó con la retransmisión en directo de la cadena SER (silenciada después), con las imágenes de aquella cámara de televisión (girada a continuación) y con las actitudes amenazantes de los que querían coartar la joven democracia española. El profesor tuvo miedo, fue una noche muy dura en la historia de este país, pero también una fuente de inspiración para la clase del día siguiente.Aquel día, hace veinticinco años, se saltó el orden de las clases. Los primeros minutos definieron el único contenido del día. Trató de interpretarle a sus alumnos de trece años qué había pasado, qué ocurría según los medios de comunicación que seguían en directo y cómo podía acabar todo a medida que se entreveía el desenlace final. En ese barrio obrero sus alumnos repewtían en clase los improperios que habían escuchado en su casa, provenientes de familias emograntes que habían luchado contra el franquismo, algunos aún con cicatrices en el cuerpo a modo de heridas de guerra en sus confrontaciones con la policía. En medio de un ambiente tan caldeado, aquel joven profesor convirtió las clases de aquel 24 de febrero de 1981 en una demostración de lo que él podía hacer ante sus alumnos para contribuir a la salvación de la democracia. Su única arma, la palabra. Soy testigo de todo: fui yo quien le permitió mostrar a sus alumnos las reflexiones que había escrito en su blog, también les facilité la lectura de las reflexiones que muchos autores hacían años después, incluso les permití que vieran las históricas imágenes y escucharan los gritos cuarteleros de los “salvadores” de la patria. Ellos ya venían con una idea preconcebida del intento de golpe de Estado. Las televisiones llevaban una semana con informaciones e interpretaciones que situaban los hechos pasados no sólo a quienes lo vivieron, sino a las generaciones posteriores. Durante la clase fui testigo de que los alumnos aún notaron cómo a su profesor se le transformaba la voz, cómo se emocionaba y se le humedecían los ojos tanto tiempo después. Todos estaban delante de mí y de él, en un instituto innovador y pionero en metodologías de trabajo impensables hace veinticinco años: un centro innovador en el uso de las Tecnologías de la Información y de la Comunicación (TIC), con muchos ordenadores fijos y portátiles, con muchas máquinas que preparan el futuro desde el presente. Me alegro por todo esto porque yo ocupo el centro de este proyecto, en mí convergen parte de las directrices de la enseñanza del mañana que en este instituto ya se imparte hoy. El profesor usó hechos históricos utilizándome a mí y a muchos como yo porque creía en su tarea docente ligada a la actual evolución de la sociedad, lo mismo que también hacía en aquel lejano mes de febrero cuando empezaba: no disponía de lo de hoy pero creía que su `profesión debía servir para impulsar un modelo de enseñanza pública de calidad. Siempre creyó  que era la única vía para esa utopía de la sociedad más justa, más libre y más solidaria. Fue progresista antes y lo sigue siendo ahora, a pesar de algunas voces melancólicas cuando comparan la actual enseñanza con la de antes. Tantas tecnologías me fortalecían. Yo, en medio, con mi portentosa memoria capaz de dar y de recibir, de archivar, de compartir, de mediar en los progresos, de ayudar a generar conocimiento, de ponerlo al alcance de todos. De obligar a que ellos olviden sus razonamientos aparentemente lógicos y se rindan a mi forma de ser. Yo también tengo mi lógica. Al fin y al cabo, fueron ellos quienes me facilitaron la existencia. El profesor, en sus explicaciones, recurría a mí; el alumnado, encantado de usarme y de conocerme. Si alguna vez los defraudé fue porque no respetaban mis reglas y alteraban mi forma de ser con sucedáneos de mala calidad. Pero me miraban. Primero, todos a la vez, sus ojos proyectados en una pantalla donde, gracias a mí, todos se enteraban de los pensamientos escritos de su profesor, accedían a la actualidad y también podían mostrar sus pensamientos y creaciones. Para eso me usaron este pasado 23 de febrero de 2006. Las TIC al servicio del aprendizaje de los peligros que pueden acechar a la democracia y a la convivencia. El profesor les fue mostrando los dossieres especiales de los diarios digitales, vídeos, grabaciones antiguas y actuales. Fue gracioso que algunos alumnos, tan descarados y sinceros ellos, compararan aquellas escenas cuarteleras con las que habían visto en algunas películas sobre dictadores o en películas de guerra. Otros creían que era un montaje humorístico típico de esos programas de televisión que adecúan la realidad a sus objetivos. Incluso un alumno muy creativo y divertido aludió al carnaval que se celebraba por esos días para ironizar y reírse de aquellos guardias civiles con el “coño” en la boca (sic), con ese sombrero tan raro, gritando como energúmenos y obligando a todos a esperar la incompetencia de aquella supuesta autoridad venidera. Otra vez yo era mudo testigo de que el profesor volvía a emocionarse. Con la voz entrecortada les aseguraba que todo fue cierto, que las informaciones virtuales que veían en las pantallas un nefasto día fueron reales. En realidad yo le admiraba su capacidad de aprender hasta de sus alumnos, pues a menudo ellos sabían más de mis interioridades que él. Pero tenía el valor de implicarse en las TIC, su continua curiosidad le llevaba a explorar mi otro yo más interior. Y eso que a menudo yo sufría tantos maltratos que dejaba de ofrecerles mis servicios.Les enseñé su blog y noté cómo sus alumnos se maravillaban del relato que había escrito para que ellos entendieran los cambios en la enseñanza. Les intrigaba descubrir la historia de esos cambios, más que nada para saber si era verdad eso que habían oído referente a que si ahora viniera un profesor de hace algún siglo atrás no tendría problemas en usar sus métodos. No, en el caso de éste y de otros profesores no debía ser cierto o, por lo menos, no se notaba. De lo contrario no se entendían tantos ordenadores en las aulas, tantas discusiones sobre métodos de enseñanza, tantos titulares aparecidos en los diarios digitales, tantos sesudos análisis y tantas personas dándole vueltas a la educación de las generaciones. Sin embargo, no era fácil hacerlo a una generación cada vez más audiovisual. Yo lo entendía, sobre todo por el uso que a mí me daban. El profesor no se remontaba a tiempos muy lejanos. Partía de su época, en la que usaban la pizarra y el pizarrín en clase, objetos desconocidos para los actuales alumnos de este centro, que usan con asiduidad las Pizarras Digitales Interactivas (PDI), los proyectores, ordenadores fijos y portátiles sin cables. Su blog explicaba que sí hubo cambios pero tampoco tantos. Insistía en que las mayores novedades radicaban en tantas leyes, reformas educativas, ministros y más ministros que se estrenaban con aparentes novedades que a veces no lo eran tanto. Mucha burocracia que se sustentaba al final en el amplio colectivo de trabajadores que eran los que debían trasladar a las aulas tantas bondades difundidas por los dirigentes de turno. El blog decía que los mandatarios iban cambiando mientras los profesores quedaban a expensas de la próxima novedad. Estaba convencido de que todo funcionaba gracias a la profesionalidad de la clase docente, a las ganas de aprender del alumnado y a la confianza que las familias depositaban en el sistema educativo. La suma de tanta evolución se acumulaba y la profesión, la edad y los cambios de la sociedad hicieron mella con la aparición de enfermedades profesionales, algunas depresiones, dudas y también con ilusiones para adaptarse a los nuevos tiempos. El texto de ese blog del 23 del último 23 de febrero concluía con palabras de esperanza, de adaptación y de progreso. Noté el entusiasmo que estas palabras transmitieron a sus pupilos mientras las leían cada uno en su ordenador. Era evidente que predicaba con el ejemplo y siempre fue el primero en enfrentarse con las novedades que podían hacer progresar la enseñanza. Aseguraba que había que partir de las enseñanzas y métodos tradicionales pero siempre con la vista puesta en las demandas del futuro. Casi nunca mencionó términos como decepción, derrotismo ni ese fácil pesimismo de quienes en esta profesión se quedan con los viejos tiempos, como si no supiéramos qué nos ofrecieron. Es cierto que cuando les enseño las noticias diarias que publican los diarios digitales  a veces hay denuncias contra enseñantes, testimonios de enseñantes a punto de tirar la toalla, adolescentes casi imposibles de reconducir hacia el aprendizaje, brotes de indisciplina, rebeldías varias y muchas y necesarias reivindicaciones sindicales. Cuando este profesor lee estas noticias me fijo en sus ademanes y siempre adopta una actitud de comprensión, pero también de escepticismo y recelos ante la imploración de que tiempos pasados fueron mejores. Como si quienes desataron aquel lejano 23 de febrero fueran precursores de avances inesperados. Noto que podría caer en esta actitud y sumarse a la lista de agravios. Comprende estas razones pero se instala en los avances, me mira a mí y a tantos como yo, ve la sociedad en que están sus alumnos, observa qué circula por la red de redes y decide que es él el que debe adaptarse a los nuevos tiempos. Y recuerda las palabras de un progresista ya fallecido: hacerlo así rejuvenece el espíritu. Al final todos sucumben a mis encantos. No queda más remedio. Represento una realidad que no tiene marcha atrás. Prueba de mi poder es mi portentosa memoria. Lo guardo todo y, cuando ya no cabe más, siempre hay soluciones. Mi representación física acoge a multitud de añadidos compatibles conmigo. No paran de inventarse objetos impensables hace años que cuelgan de las orejas de los alumnos, o los llevan en las manos o en sus mochilas. Cada uno dispone de las modernas representaciones de la memoria, son pequeños dispositivos que pueden almacenar tantos conocimientos como muchos libros. Los alumnos son expertos en usarlos y en consumirlos. Los manejan con rapidez y montan o desmontan todo con gran agilidad. Ellos siempre están conectados, siempre pendientes de mensajes externos, de músicas de moda, de imágenes de todo tipo, de textos casi sincréticos, de sonidos, logos, tonos, emoticones. Son las penúltimas creaciones de países orientales que ya inventan las futuras necesidades. Mi semblante está en todas partes porque hoy el don de la ubicuidad se llama Internet, MP3, teléfono móvil, videoconsola, portátil, servidor, portal, blog, web, Intranet, disco duro, chats, gigas, memoria externa, redes y más redes que nos rodean. A mí también. Entre todos brindamos muchas posibilidades para aprender, nos sentimos orgullosos de ayudar a transformar la enseñanza. Pero, ser precursores de tantas novedades también nos causa problemas. El principal, los ataques a nuestro interior, a nuestro sistema de funcionamiento y a nuestra memoria. No paran de atacar la moderna memoria de la humanidad. Menos mal que también existen los libros, los documentos impresos en papel. No son incompatibles con nosotros. Muchas voces de alarma se han oído en la enseñanza contra nuestras supuestas “maldades”. Los progresos técnicos siempre han estado sujetos a criticas. Y está bien que así ocurra. Yo soy el primero que veo a mucha gente delante de mí muchas horas del día. Casi todo el día pegados a maquinitas, a pantallas, a sonidos, a lo digital. Es el triunfo de lo analógico, de lo catódico, de lo digital. Pero también sé que nos deben situar en nuestro sitio. No debemos ser más importantes delo que somos. A ese profesor muchas veces le he oído decir a sus alumnos en mi presencia que nunca desperdicien el contacto físico, la conversación presencial, el tú a tú, la mirada, la palabra amable, la lectura pausada, la amistad, esos valores que también se pueden seguir cultivando de otra forma con el uso de todos nosotros. Él les anima a compatibilizar todos los sistemas de información y de aprendizaje, a no creerse todo lo que mis redes les ofrecemos, a desmitificar y a producir conocimientos. De hecho, predica con el ejemplo. A mí me usa y me para, me seduce y me incita a ayudarle. ¿Ejemplos? Muchos y muy interesantes. Todos están presentes en muchas memorias físicas, aunque él dice que las que más valora son las mentales. Su discurso llama siempre la atención de sus alumnos cuando resucita el valor de saber, de aprender, de confiar en las capacidades de cada uno. Yo le guardo muchas fotos digitales pero él predica el valor de la foto mental como un privilegio individual. Le archivo cientos de textos pero siempre dice que el mejor es el último no escrito, fruto de los nuevos pensamientos que surgen de los anteriores. Por delante de mí y de mis semejantes desfilan cada día muchos alumnos. Les veo sus caras, cómo van creciendo a medida que evoluciona su adolescencia. Las modas de la edad se notan en adornos de todo tipo, piercings, peinados, originales afeitados entre ellos, maquillajes originles entre ellas. Sin así, con más originalidad que antes. Lo explican las observaciones y estudios sociológicos que aparecen en las noticias digitales. Los califican como irresponsables en ocasiones pero más discutidores y activos que antes, con inquietudes, abiertos a las nuevas tendencias que yo les cuelo en sus mentes, más habladores, con otro concepto del respeto y con diversidad de intereses porque hoy la comunicación circula a más velocidad que la reflexión y las relaciones entre tantas informaciones en continua renovación. Me hace gracia cuando entran en tantas salas llenas de máquinas. Ellos llegan con las suyas personales ya conectadas y lo primero que hacen es poner en marcha su ordenador fijo o portátil según el caso. A veces ni siquiera desconectan la que traen. Mucha dispersión en la atención a tantos puntos distintos provocan un problema que yo les noto: no escuchan a su profesor. Pendientes de la tecnología, se olvidan de la persona. Y él les recuerda que la enseñanza virtual, la información y los recursos digitales nunca deben anular a quien personaliza la enseñanza en su profesión, él es quien les debe orientar en sus procesos y búsquedas. Así aprenderán a seleccionar en la red, a trabajar con criterio, a discernir, a elaborar y a crear nuevos conocimientos. Su profesor les recuerda en los textos de su blog el mismo mensaje que han oído muchas veces: el libro siempre ocupó un lugar muy destacado en la transmisión y enseñanza delos saberes a lo largo de la historia. Ha de seguir siendo un referente imprescindible aunque no es incompatible con los nuevos recursos y herramientas, los cuales también ya son imprescindibles. Me gusta escucharle este consejo, me enorgullezco de mis poderes. En este aniversario de aquellos hechos, me usaron para leer más informaciones que los artículos que valoraban la actualidad de aquellos recuerdos. Las pantallas mostraban temas nuevos, impensables años atrás, pero habia otros casi eternos. Tanto unos como otros encajan en las explicaciones globalizadoras del profesor. Solia insistir en que la condición humana suele repetirse, que las noticias se crean pero no se inventan, que el estudio de la historia de la humanidad sirve para evitar el factor sorpresa de la actualidad y  para interpretar las claves que suelen adelentarse al futuro. La gripe aviaria estab presente en todos los puntos informativos, igual que no hace tanto tiempo las vacas locas o el aceite de colza centraban el interés que podía atentar contra el grado de bienestar indivual. Los presos etarras en la cárcel o fuera de ella, un tema de ahora y de antes. Un alumno denuncia por acoso a otro que empezó a pegarle hace unos cuantos años. Sí, antes la violencia en las aulas también existía, entre otras razones – les decía el profesor- porque  era un método muy usado por el mismo profesorado, por las familias y por el sistema en general. Con el agravante de que no se difundían denuncias porque eran impensables. Padres piden la retirada de los crucifijos de las clases. Impensable en los tiempos que pedían que volvieran los de aquel 23 de febrero de 1981. Hoy siguen expuestos en centros confesionales y, aunque no estén, se les respetan en los centros públicos. A pesar de las soflamas de algunos diigentes políticos conservadores o de los sectores eclesiásticos. Por delante de mí, en este instituto público, pasan alumnos y profesores  de diversas religiones. Sin porblmas y con respeto. La violencia contra las mujeres se ha cobrado una nueva víctima. Le preguntaban si antes también existía. Les respondía que, desgraciadamente, en muchos pueblos y ciudades la gente comentaba muchos casos aunque no sabía que solieran conducir a la muerte. Pero también eran víctimas: de esa violencia, del machismo más feroz, de las borracheras de los maridos, del oficio sus labores, de la sumisión, de la falta de igualdad o de la falta de acceso con libertad a los métodos anticonceptivos o al aborto. La guerra en Irak se ha cobrado más víctimas mortales. Las guerras ahí han estado, no en Irak pero sí en Vietnam, Oriente Medio y tantos países que los medios de comunicación consideran de segunda fila.

Las noticias que buscaban por los recursos de Internet  siempre le preocuparon a aquel profesor. Era un devorador de la actualidad. Creía que había que usarla como un gancho matinal para cautivar la atención del alumno, para acercarle los acontecimientos mundiales y para que se preocupara por las otras personas. Años atrás siempre llevaba EL PAÍS, recortaba y pegaba noticias. chistes y fotos en  carteleras y murales. Poco a poco despertaba el interés por la actualidad y acercaba el periódico al alumnado. No era fácil porque entender una noticia requería contextualizarla y explicar muchas informaciones anteriores. Sin embargo, se veía como un sembrador que recogería los frutos tiempo después. El paso siguiente que perseguía era suscitar el placer de la escritura, el interés por explicarse  de forma correcta y facilitar la lectura de estos textos a los demás. Siempre los profesores mandaban redacciones, la escritura de textos narrativos, artículos y otras composiciones de géneros diversos. Leer y escribir, la base principal. Antes se leía por obligación y, voluntariamente, los niveles de lectura eran los que eran. Sólo había papel y pantalla de televisión. Y, mucho antes, el profesor les explicaba qué era eso de la censura. Para hacerlo usó un ejemplo que a nosotros nos parece indigno. Buscó esa noticia que dice que los buscadores más populares en Internet han sucumbido a las autoridades chinas para que, si quieren entrar en ese gran país, no puedan buscarse términos conflictivos para el gobierno chino, como por ejemplo “derechos humanos”. El negocio por encima de los más elementales derechos. Mis semejantes nos sentimos muy mal con estas modernas censuras. Pero leer, lo que se dice leer, tanto el alumnado como el profesorado manifiestan que se lee más. O sea, ese pesimismo tan recurrente se desmonta con encuestas que dicen que la gente joven lee más de lo que se cree. Antes eran libros, papeles. Hoy son muchas pantallas, también papeles, libros. Si es por mí, todo el día me utilizan para leer, escribir, consultar, copiar, enviar y publicar. En cuanto a las páginas web que miran, pues las hay de todas las tendencias. Eróticas y pornográficas, también. El profesor aseguraba que, tiempo ha, requisó algunas revistas de temática afín, una muestra de tantas como siempre han circulado por debajo de las mesas o en lugares privados.

Escribir era otra de las obsesiones, un tema recurrente para quejarse de lo mal que se compone hoy en día. En los escritos de su blog, ese profesor ve que el alumnado ahora escribe más que antes, sea en papel, en ordenador, en mensajes SMS o en cualquier otro soporte electrónico. No obstante, las faltas de ortografía le dan muchos quebraderos de cabeza. Antes y ahora. De todas formas, hoy cuenta con inestimables ayudas que difunde entre sus alumnos: los correctores ortográficos de los procesadores de textos y los diccionarios gratuitos en Internet. Lo dice y lo alienta con innovadoras publicaciones digitales de gran éxito. Antes se cansó de realizar revistas informativas en papel. Cada trimestre el alumnado llevaba a su casa el resultado de muchos trabajos del centro. Hoy, nosotros le hemos facilitado la labor con los recursos tan atractivos que ponemos a su disposición. La comunidad educativa de ese instituto ha puesto en marcha una web, una Intranet, una revista digital de información continua sobre la actualidad del centro y muchos blogs personales. Estamos orgullosos porque nosotros, los ordenadores, contribuimos al máximo a su éxito. Cada clic que alguien hace desde cualquier lugar del mundo a la web nos enorgullece y reafirma nuestro poder. No, nosotros ya no somos el futuro, nadie sabe cómo será al paso que vamos. Una vez ese profesor les dijo que en los últimos cien años ha habido más avances que en toda la anterior historia de la humanidad. Por tanto, nos conformaremos con que nos adapten a un presente tan cambiante. Hoy casi no sabemos cómo será mañana. Nuestro precio y prestaciones quedan anticuadas al cabo de poco tiempo.  A nosotros nos modifican cada día con textos, gráficos, configuraciones, más programas, parches, antivirus, discos duros, más memoria. Entendernos es difícil pero no imposible. Notamos que las nuevas generaciones no nos tienen miedo, se atreven a experimentar, prueban, son autodidactas y comparten.

Os explicaba que en este centro estamos conectados durante todo el horario lectivo. Cuando acaba la jornada nuestro cerebro central sigue trabajando para que la web facilite las consultas a la información continua y a los documentos de las asignaturas. Son, sin duda, cambios inimaginables en la enseñanza de aquellos tiempos, según el profesor. A veces piensa en alto delante de la clase y juega a imaginarse cómo sería él ahora si hubiera utilizado tantos adelantos cuando  estudiaba. Insiste en ello para ver si convence a los más pasivos pero de sobra sabe que cada tiempo tiene sus sistemas y sus personas. Escribir, lo que se dice escribir, aquí se practica mucho. Con la posibilidad de contar con la publicación inmediata  de los textos, acompañados de fotos. Él, que le gusta interpretar los resultados desde la reflexión y la distancia, extrae conclusiones muy positivas de la implicación escolar en el uso de las TIC.

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Postdata:

Recuerda que este texto lo enviamos a un concurso y no obtuvo ninguna mención. Quizá  tenías razón cuando te lo leí. No tiene calidad suficiente, decías, en las bases del concurso debían pedir memorias docentes al uso, con estructura tradicional. Experimentos distintos de los habituales son difíciles de leer o fáciles de tirar a la papelera. Pero seguiremos intentándolo.

     

Vale la pena la fama

Vale la pena volver de nuevo a esta tribuna, aparcada durante un tiempo por imperativo laboral. Que no por falta de las pocas ideas que a veces circulan por una mente que pretenden ser capaz de mirar más allá. A ti no te había olvidado porque te veo a menudo. Ya sé que andas liadacon exámenes. También, con tus amistades. Y con tus ejercicios. Hoy te vi en el gimnasio. Debía ser más que para cultivar la forma para oxigenar el fondo.

Te comenté que hoy vieras a nuestro entrevistador de lujo, a ese cuerdo disfrazado de loco situado en una lujosa colina. Jesús Quintero iba hoy a repetir su excelente entrevista con la ya desaparecida Rocío Jurado. Un lujo, modélica de principio a fin. La profundidad en las preguntas, la sinceridad en las respuestas. La atracción mutua, La empatía. La apertura del fondo de alguien ante afirmaciones o interrogantes de quien sabe inmortalizar respuestas porque sus preguntas también debería serlo.

No creas que no se aprende de estas situaciones. La televisión inmortaliza a difuntos y difunde también genialidades y refelxiones de quien sabe que su situación es dura, que la vida hay que verla como si ahora fuera el último momento. Rocío aseguró que vale la pena la fama. También defendió lo contrario. Amó a los suyos y nos regaló sus discursos cantados. Dicen que su entierro focalizó esos llantos personales de la gente que vio en ella un buen objetivo para extraer las penas personales. Da igual. Hay mucho detrás del más allá de cada manifestación popular tan multitudinaria. Y, ahora que ya no está, qué mejor regalo que su despedida en televisión, cuando le regaló una joya de frase sincera: "Valió la pena conocerte".

îensa a cuánta gente que conocemos le podríamso decir esta frase o al revés. Quizá valga la pena perseguirla.

Mensaje de un humilde premiado en Cataluña (uno de los grandes)

Pere Casaldáliga siempre sorprende. Aún hay personas que creen en lo que dicen y predican con lo que hacen. Y transmiten su lema con su vida. Es éste:

"No poseer nada,

no llevar nada,

no pedir nada,

no callar nada,

y de paso, no matar nada"

Amenazas entre las llamadas civilizaciones

Ayer, en una administración de loterías, o sea, esas expendedurías de ilusiones en forma de números, había un señor muy trajeado que jugaba a ser más rico de lo que evidenciaba su aspecto externo. La comodidad le condujo a parar el coche al lado, en un sitio donde había que pagar una pequeña cantidad. Pero no había introducido ni una moneda en aquella máquina situada al lado de aquella tienda de ilusiones semanales.

Mientras compraba sus números ojeaba con preocupación el exterior por si el vigilante o la grúa lo reconocían como impagado. Aliviaba la espera en la cola disertando sobre esos amagos diarios de choque de civilizaciones, fruto de la incomprensión por ambas partes y por utópicas amenazas. Claro que, en esta ocasión, ese hombre mal aparcado debía pensar en los altercados por unas viñetas de dudoso gusto con profetas religiosos como centro de atención. Decía el señor que si su coche fuera de algún emigrante árabe, ni habría miedo ni tampoco atrevimiento a ponerle multas. Tal aseveración la pronunciaba mientras, en voz alta, afirmaba que antes de hablar había mirado el entorno humano por si sus palabraslas oían quienes no debían. El coro de escuchantes no ratificó por mayoría tal conclusión, pero hubo algunos que se unieron a su sesudo estudio sociológico.

A menudo la calle dibuja discursos o gestos más profundos de lo que la apariencia oficial proclama. No creas que sólo el polvorín está allá, donde no se entenderán fácilmente. Aquí, a nuestro lado, en cualquier momento estalla una bomba verbal  que es como una pequeña espoleta fruto de apreciaciones muy extendidas entre la colectividad. Un grano de arena muy latente y peligroso, capaz de unirse a otros y convertirse en un peligroro movimiento social difícil de parar.

Las civilizaciones deben ser también esos detalles, esos comentarios, pintadas, conversaciones en voz baja o al oído, silencios peligrosos o falta de atrevimiento por miedo.

Como todo vaya a más y estalle, qué te voy a explicar del significado de la palabra civilización.

No busques derechos humanos si vives en China

Ni se te ocurra. Están vetados de antemano. Por encima de los derechos, los negocios. Valen más los clics que seducen a la publicidad que esos tan humanos derechos. Es la atracción por un ya emergido mercado que nos hace que lleguemos mejor a fin de mes con sus gangas en tantos productos que nos consumen cada día. Es  así el mercado, son así las leyes de quienes han de penetrar a toda costa donde tanta gente es explotada pero no deben saberlo ni tan siquiera intuirlo.

Los buscadores de Internet hace tiempo que no les dejan buscar lo elemental, para qué mientras les dejen vender. Los mejores buscadores son quienes les conducen a la producción de consumibles, esas autoridades que les guían por el recto proceder  de la transformación de la materia prima en ese no oscuro objeto del deseo de todo a un euro.

Las empresas se establecen. Las tecnológicas, también. No podían faltar al reparto de nuestros futuribles amos. Siempre en el lugar adecuado y en el momento oportuno. Por cierto, no sufren ningún boicot a ningún producto. Aunque estos pasen por el boicoteo a la búsqueda virtual de los derechos humanos.

Si  no les ddejan acceder ni siquiera a los virtuales, imagínate qué pasará con los otrros, con los reales de consumo diario.

Silencios rotos por inteligentes preguntas

Dicen que en la televisión reproduce lo que empezó haciendo a altas horas de la noche en Radio Nacional de España. Dicen que es más un formato nocturno para ser escuchado al final de la jornada que a horas de alta competencia mediática. Dicen que es repetir lo de antes para ver si las viejas y existosas historias vuelven a repetirse. Dicen que vuelve cuando en muchas cadenas de allá y de aquí hay telepredicadores. Dicen que es falso, teatrero, fastuoso, creador de una figura ególatra rodeada de ese boato que encumbra a quien pretende trascender de la pantalla a las mentes. Dicen que su mensaje es repetitivo, manido y nada novedoso.

No pararán de decir del mejor dominador de los silencios, de quien sabe preguntar de manera inteligente, de quien puede arruinar la vistosidad de un invitado porque sus respuestas quedan eclipsadas por aquellas preguntas, de quien repite discursos que aún no hemos cumplido, de quien nos recuerda mensajes siempre actuales, de quien domina el medio.

Es ese llamado a sí mismo loco de la colina. Una persona, un contexto, un punto de vista. Un formato que ha hecho mover a otros canales su programación para atender a ese público que prefiere más series sin fondo que discursos inteligentes que le pueden hacer dudar de su lineal existencia. Mira que si, encima, han de ir a dormir cuestionándose lo que han hecho, sus ideas fijas, su educación o sus costumbres. No, que nadie entre en mi casa haciéndose el loco.

Nuestra salud es su negocio

Observa la pantalla plana, la de plasma, la catódica de siempre o cualquier otro formato en que te entren en casa vía televisión. En medio de los pasados fascículos, de las presentes rebajas y de las constantes dietas de adelgazamiento, no paran de colarnos advertencias curativas para nuestros problemas invernales.

Son tan buenas las compañías farmacéuticas que nos ofrecen todo tipo de soluciones envasadas. De sobra saben lo que venden, lo que ofrecen, lo que consiguen y lo que anuncian. También de sobra saben cómo dependemos de ellas cada vez más. Son nuestro más eficaz seguro de vida, aunque también tienen mucha letra pequeña y grande. No ignoran que la salud es lo que importa y que hemos de estar sanos ya. Es un lujo recaer en la cama por un resfriado. Para eso están tantos preparados como nos aconsejan. Y, al final de cada mensaje publicitario, nos alertan por imperativo legal de algunas precauciones y, sobre todo, nos sugieren que pidamos consejo a nuestro farmacéutico. O sea, a esa persona que a menudo está al frente de una expenduría de cajas y preparados bautizada con el nombre de Farmacia. Y, entre más venda, los sabrosos márgenes comerciales acrecientan su pecunio. De sobra saben las poderosas  multinacionales del impresionante negocio de la salud que sus mejores aliados están en el punto de venta final. Nunca se defraudarán mutuamente.

Que te aconsejen bien. Seguro que sales con una caja de eso que dicen que te va a curar.

Tierra rojiza en la Castilla conservadora

El invierno descubre la otra cara de la tierra castellana. O la misma cara dada la vuelta. Desde las tierras del este de la península, desde el extremo catalán hasta el presente castellano, la estación fría es una impresión. No lo has apreciado nunca en tu piel pero se nota ese ambiente fresco que ya te anticipan los aires pirenaicos, te asegura el cierzo del Moncayo y te confirman las tierras duras del interior castellano. La niebla debe endurecer el semblante o reblandecer los huesos. Esa humedad te cala hasta el fondo y te presenta una cruda realidad que ni las sucesivas capas de ropa son capaces de frenar. Los valles de los ríos se oscurecen con la capa blanca que se pega a los árboles y los pinta de sucesivas capas que se amontonan hasta que el sol sea capaz de despegarlas. También penetra hasta en el pensamiento.

Para el que pasa es bonito, más que para quien está condenado a no ver el sol durante días o a que sus enfermedades reumáticas avisen aún más de su presencia. Y para quien conduce o vive aquí de sobra sabe los rigores del indeseable efecto atmosférico.
A medida que la altura deja atrás la niebla asoman las primeras cumbres nevadas. Su envoltorio blanquecino reafirma la estación invernal. El Moncayo es la primera atalaya del viaje hacia Castilla. Lo rodeas y él se muestra impasible. Es un punto de referencia culpable de los fríos aires del valle del Ebro, un parque natural en tierras fronterizas y un punto de cita para los amantes del excursionismo o de la micología. Y aquí abajo están los campos yermos, tantos terrenos abandonados, desérticos, divididos por vías rápidas de trenes o de coches. Otros ya están roturados y forman una capa rojiza de tierra dada la vuelta. Enseña sus interioridades, pudre su antigua superficie y, con la tranquilidad que da la tranquilidad del tiempo agrícola, espera el turno de la siembra.
Entras en Castilla y las fuertes heladas confirman que la estación más fría se muestra tal como es. La antigua reciedumbre provocada por la inevitable adaptación al medio con pocos adelantos, da paso a las comodidades de una vida mejor. Veloces tractores y otra maquinaria agrícola son capaces de hacer más con menos. El abandono del minifundismo de subsistencia ha dado lugar a menos que trabajan más terreno más cómodamente. Se nota en esas tierras mejor labradas, más iguales, más rojas, más juntas. Rojas por el color del terreno en zonas donde la conservación de lo de siempre aún se impone con más ahínco que las nuevas ideas. Impera lo que siempre ha hecho que esta tierra esté apegada a unas tradiciones que han sido causantes también de su estado actual.
Más allá asoman los Picos de Urbión, también nevados, en las altas tierras sorianas. Majestuosas montañas de donde emerge el río Duero y donde, entre otras lagunas, la laguna Negra siempre causó expectación, antes fue motivo de leyendas y hoy es objeto de apuestas deportivas. Ya se vislumbran las primeras varas de los viñedos, anunciadores de ese nuevo maná  de los caros caldos de la Ribera del  Duero. Parece ser la gallina de los huevos de oro del vino de moda, ensalzado por unos expertos que han animado a plantar más viñas y a asentarse allí gentes inversoras de otras zonas o los ricos que deben presumir de ser también amos de una bodega. Vides y chopos sin hojas que te enseñan su estructura hasta que la primavera la vista  de verde.
Pueblos y más pueblos, el progreso tranquilo, los pequeños cambios de sitios con una belleza cautivadora, lomas con suaves desniveles que acaban en un torrente o en un río, la Castilla que ha embelesado a tantos creativos y que atrae cada vez a más turismo cultural por caminos a Santiago, rutas de la Plata y más sendas y veredas.
Zonas también que atraen otros turismos, polémicos en ocasiones. Las tierras baldías cotizan como cotos de caza, tanto para lugareños rurales o emigrados a las ciudades como para selectos colectivos que pujan por zonas más atractivas. Y clubs, muchos puntos de sugerente luminosidad que ofrecen la diversidad de procedencias femeninas. Curiosa esa carretera en la que, enfrente de uno de estos antros del supuesto placer,  aparece casi en ruinas una casa con el rótulo de “Almacén. Peones camineros”. Antiguos trabajos, profesiones o necesidades.
La niebla, el frío, el hielo, la nieve, el tiempo del momento que forma parte de esa rueda de la vida que gira y repite lo que siempre ha ocurrido.

El silencio de los pueblos en invierno

Un silencio que arrecia aún más porque la mala o la buena suerte desconectó la televisión, y encima en la principal semana de la Navidad. No, no a las pocas personas que tienen la valentía de vivir donde siempre. Sólo a alguna casa en la que el regalo fue una mala pasada de la técnica. Imagínate ser una isla en el mundo navideño, estar fuera de la órbita de tantos anuncios y de tantos repasos de lo que dio de sí el año. Poca gente, mucho frío y ausencia de la semiótica analógica del momento.

 

Un pueblo así y aquí no debe ser muy normal. Sí es más habitual que muchas casas permanezcan cerradas. Un paseo peninsular buscando persianas bajadas podría convertirse en un recuento tan espectacular que confirmaría aún más el poderío que tenemos para acoger a los sin techo en tantos habitáculos cerrados. Bendita propiedad con tantas leyes a su favor.

 

Sí, se puede estar en Navidad así. Es otra experiencia que te muestra otra cara de la cotidianeidad. Sin ningún ruido, sin tráfico, sin publicidad, sin apenas gente visible, sin la atracción de haga lo que le proponemos que es lo mismo que millones de personas.

 

Te enfrentas a la hostilidad del entorno y a una diferencia casi monacal. Si te atreves a contarla habrá división de opiniones. Quizá ya tiene valor atreverse a contar que así ha sido mi Navidad. Pero así ha sido, lejos de gente muy querida y cerca de personas mayores necesitadas. También tiene su encanto la búsqueda del disfrute de la diferencia sin tantos atractivos. Quizá otra vez los valoraremos más. O menos aún.

 

 

 

 

 

El hummer del empresario cazador de recompensas que fue pastor de ovejas

No es habitual ver aparcado un vehículo como éste en una pequeña ciudad, o gran pueblo comercial, de provincias. Sin embargo estaba allí y era de él. Un sorprendente automóvil que filmaban los escasos adolescentes que a aquellas horas de la mañana se enfrentaban a la densa niebla y a unas calles resbaladizas como consecuencia de las bajas temperaturas nocturnas.

 

Al parecer han llegado pocos a España, procedentes de Estados Unidos. Debe ser el no va más para personas a las que la ostentación de los todo terrenos de aquí ya no les causa esnobismo. Y mira que hay oferta de estos tanques nacidos para el campo aunque ahora lo que menos hacen es conocerlo. Los penúltimos dueños del asfalto se han completado con el mítico vehículo que los militares estadounidenses crearon para sus hazañas guerreras.

 

Tener un Hummer debe ser el no va más. Parecen blindados o acorazados con las últimas comodidades que, si te dejan paso, es como si te perdonaran la vida. Imagínatelos en cualquier poblado vietnamita o iraquí. Serían la carta de presentación de lo que vendría a continuación. Además, hasta en su país de origen últimamente han arreciado las denuncias contra máquinas que gastan enormes cantidades de combustible y que pueden provocar accidentes, quizá más por la idiosincrasia del supuesto conductor.

 

En esa pequeña ciudad comercial del interior también alguien tiene uno. Bueno, no es un cualquiera y tampoco el vehículo estaba vacío. El propietario hoy es un empresario de la construcción. De esos que, mientras nadie justifique rumores, ha ganado mucho dinero con el arte del ladrillo y con muchas otras suposiciones. De joven fue pastor de ovejas mientras su madre, viuda, era una jornalera del campo. Otros tiempos que han dado paso a estos lujos. Ahora es un gran aficionado a la caza. De esos que se codean con gente que se mueve muy bien en el entramado económico. Con brío, belicosidad y poderío, con mucho gasto de todo, de los que cualquier amago de deseo están acostumbrados a tenerlo aunque haya que imitar a un Hummer.

 

Dentro del todo terreno los cristales tintados dejaban ver muchas cornamentas de ciervos, trofeos de caza o de guerra. Hacían juego con el coche y con el anagrama dibujado en la puerta, que atestiguaba que también el conductor tenía una dehesa. Sí, son esos sitios que, si alguien se atreviera a hablar claro o a revelar secretos, deben ser el origen de tantas decisiones que nos afectan a todos, de tantas compras, intercambios, políticas y normas, todo surgido después de una bien organizada jornada de caza, con la posterior cena, juerga y más.

 

Son las recompensas que se cazan como un efecto colateral de tantas jornadas conegéticas, más rentables para algunos que las horas de trabajo sudadas para pagar la hipoteca del piso hecho por ese constructor que se siente más potente aún al volante de su Hummer.

 

Los espíritus de la Navidad

Una señora con un espectacular abrigo de visón tapaba una pintada que había detrás de El Corte Inglés que, en bable o lengua leonesa decía “Otru mundu ye posible”. Era el mediodía del día de Navidad y estaba a punto de comenzar la celebración religiosa a la hora de más asistencia. Muchas personas mayores, ataviadas con costosas prendas obtenidas de pieles de otros animales, se dirigían al centro de culto.
Una hora antes el Papa ofrecía la tradicional bendición navideña con un mensaje en el que tocaba puntos trascendentales de la espiritualidad, la tecnología y el materialismo imperantes. Unas reflexiones que cualquier persona progresista firmaría con la condición de que se cumplieran alguna vez y las bellas palabras se transformaran en hechos por ciertos escuchantes que pronto las olvidan.
Nuestra Navidad la hemos hecho así y es la que hay. Los vestidos, los regalos, las compras, las comidas, los adornos, nuestras celebraciones nos retratan. Quizá debajo de tanto envoltorio exista nuestra particular manera de traducirnos el mensaje que ese gran maestro dejó en Belén. Tanta parafernalia forma parte de un escaparate en el que a los maniquís nos han colocado en diferentes posturas, dentro de un paisaje en el que las formas se ven pero deberían no tapar esos fondos que sospechamos que pueden existir.
 Otro mundo debería ser posible aunque fuera por hacer real el tan repetido auténtico espíritu navideño nacido en Belén.

 

Después de todo, ahora las ilusiones rebajadas o una nueva mentira más

Después de cómo nos han dejado con tantas pseudocelebraciones, de pagar lo que nos pedían por lo que nos convencían que había que tener, después de todo, ahora nos invitan a comprar lo de antes pero rebajado. Antes un precio y ahora, para fastidiar, te lo vendo más barato que hace unas horas. Mira que te he engañado, ilusa. Regalas a un precio y ahora vuelves a comprar lo mismo a mitad de costo. Y para que te creas cómo las autoridades consienten otra mentira a añadir a la de los Reyes Magos, obligan a poner el precio antiguo y el nuevo. O sea, hacen con nosotros lo que quieren bajo la denominación de estrategia comercial. Si nos tienen muy estudiados, nos conducen muy bien para que no nos salgamos del redil y acabemos estampados porimero en el escaparate y después en la caja registradora.

Lo mismo por menos, más de lo mismo, otra vez con ilusión a disputarse la mejor compra con el engaño de ahorar el dinero que los amos nunca pierden. Estamos en manos de grandes estrategas. Tú tampoco cambiarás esto pero si cada año somos más los disidentes, quizá esa gota algún día será un charco.

Recojamos las figuras, los adornos, a ese muñeco del portal, dejémosle en paz y vayamos de rebajas. Es la economía. Siempre la economía por encima de cualquier objetivo. Tantas cajas de cartón abiertas, tantos adornos, tantos gastos, ese detalle que crea la ilusión pasajera puesta en ese objeto deseado. Así acaban unas fiestas impuestas en estas fechas. Pero.mires a donde mires, con la economía nos hemos topado. También, de rebajas.

La ilusión colectiva de la mentira real

Hoy, esta noche, ahora empieza a ser realidad la gran mentira mantenida y alimentada por esta sociedad que nos arrastra. La noche del 5 de enero es mágica para muchos y, como son una gran mayoría, deben tener razón. Mágica porque la ilusión creada se hará realidad. Les ha pasado a casi todos los que , de generación en generación, ayudamos a perpetuar lo que comercialmente es un éxito. Un enorme engaño colectivo que cubrimos con el celofán de tanta pasajera ilusión puesta en un detalle material.

Tú sabes que estoy en contra de este tipo de Navidad y de las cosas reales. Ni los más republicanos a lo mejor se han planteado boicotear los Reyes Magos o, ya puestos, a los que se hacen de oro con tanta cantidad de ventas (objetos de seducción, de ilusiones y otra forma más de salir de la cotidianeidad con la diferencia). Si tratáramos así otros temas más mundanos, a lo mejor una alucinacinación colectiva de este tamaño nos transformaría en excelentes personas que forman parte de un hermoso mundo. Todo hasta que pasara ese día y volviéramos al día después.

No, no es pesimismo ni ganas de amargarle estos momentos a nadie. Insisto. La mayoría casi siempre debe tener razón. Discúlpame por el atrevimiento de desilusionarte con reales verdades.

Vigilancia privada para favorecer la convivencia pública

Es lo que hay. Mira a tu alrededor y parece que sólo nos preocupa nuestra seguridad en unos tiempos bastante inseguros. Parece una consecuencia de algo, una realidad muy repetida o el producto de una cadena de disfunciones que desestabilizan la buena vida de la sociedad del bienestar.

Hoy hablaban de lo que cuesta incrementar la vigilancia del metro de Barcelona. Vas a un museo o centro cultural y en algunos hay un vigilante para que nadie se cuele en la fila ni puedan asaltar la caja. Los radares de tráfico, ni te cuento los que hay. Las empresas de seguridad no dan abasto a vigilar edificios, urbanizaciones o personas concretas. De cámaras de vigilancia por las calles, cada vez más. Y ahora cada uno que lleve un móvil con cámara de fotos puede ser un vigilante más que aporta la prueba gráfica definitiva. Hasta los edificios donde trabaja alguna policía son vigilados por personas de empresas privadas de seguridad. O los hospitales, con vigilantes del orden incluidos.

No debemos estar en una sociedad modélica cuando la convivencia se consigue con cada vez más vigilancia. La educación, las normas sociales, el respeto pretenden conseguirlo entre la minoría de siempre con tantas medidas que, llegado el caso, la justicia se ve incapaz de efectuar condenas.

O vigilancia o campañas mediáticas. Miedo y publicidad para educar. Y ahí están los resultados.

 

Ataques continuos a la soldaridad en nombre de la tradición comercial

Así de claro. Ya comentamos el otro día que estamos dentro de la época dorada de las falsedades que nos ofrece la sociedad en que vivimos. Chica, es la moderna Navidad. El agosto en diciembre. Deseos efímeros. Adornos que dan luz a las noches más largas del año. Regalos. Papel de celofán que envuelve ilusiones pasajeras o eternas. La inspiración y las ganas de vivir encubiertas y focalizadas por ese deseo que aún perdura en el tiempo. La gula llevada hasta la sofisticación del extremo o de la tradición. Diversión porque toca. Felicidad gracias al calendario. Buenos deseos al pasar la hoja. La disgresión a cuenta de las posteriores rebajas.

Y casi todo lo tendrás mientras tu conciencia recibe un toque solidario que disminuya tus supuestos complejos consumistas. No, actúas bien. Mientras compras, derrochas y te llenas de objetos, que sepas que quien te cobra dedicará una parte a curar enfermedades, a regalar juguetes, a dar de comer. Esto sí que es ilusión. Ayudar a los demás mientras la felicidad nos entra por inutilidades. La conciencia, tranquila. Los productos, la mayoría fabricados por personas esquilmadas y sobreexplotadas por las empresas de aquí, se convierten en solidarios. Y si pagas con dinero de plástico, aún más. Y encima te dan puntos acumulables para obtener regalos que te alegren la vida y que elaboran esas personas que cobran una miseria por lo que tú pagas pero que cotiza al final en varios mercados bursátiles.

Es la moderna felicidad. Tú y yo también contribuimos. Cada año nos quejamos de repetir lo mismo mientras consumamos nuestras críticas consumiendo. Y en el fondo deseamos recibir regalos para poder criticar al sistema después. O para comparar con los del año pasado y sacar conclusiones de la persona que los ha hecho. Y presumimos, los enseñamos y nos ufanamos de ese toque de exclusividad o diferencia. Nos aportan un punto por encima no se sabe de quién.

Es una realidad muy extendida. Menos mal que cada vez hay más gente consecuente que no cae tanto o nada y saben vivir otras realidades. Puede que conecten más con los principios del que nació en Belén o que sean una semilla más que pronto fructifique en otro orden personal. No te desanimes, también puede que seamos excepciones que entonamos los mismos argumentos que vuelven a casa... por Navidad.

 

Ellas leen y se preparan a fondo

Sí, vosotras, gente como tú demostráis día a día que, sin hacer ruido, os preocupáis de aumentar vuestra formación. Se observa en muchas reuniones, en los centros de enseñanza, en el nivel de las conversaciones, en los medios de comunicación, en las intervenciones públicas o privadas, en el nivel de lectura.

Vosotras sois un ejemplo que debería estimular a muchas otras personas a copiaros y veros como un estímulo para no perder ese reto de la formación continua durante toda la vida. Sin embargo, no podemos generalizar en estos tiempos en que no se sabe qué es cultura ni qué forma o deforma. Pero lo que se ve es que las mujeres se están situando en el lugar que merecen, y algunos hombres en donde debían haber estado siempre. Tranquila, esto no es un alegato ni de feminismo ni nada por el estilo. Ya sabes que los -ismos no nos han gustado nunca. La realidad evidencia por dónde va el futuro que ya es presente.

A ver si se enteran tantos prepotentes y ciertos energúmenos animales que sólo saben descargar la violencia contra ellas. Ellos son tan débiles que han de atacar a las fuertes.

Mensajes audiovisuales sólo autonómicos

Fíjate que aquí determinados colectivos empresariales luchan por su libertad de expresión y de negocio hastq eue consiguen el objeto del deseo, o sea, un canal analógico o digital. Después observa que ofrecen más de lo mismo, sin aplicarse las críticas que antes regalaban a sus rivales.

La cuestión es hacerse orír, sobre todo entre anunciantes que deben contratarles esas cuñas que son las que les mantendrán con sufiente poder como para justificarnos tanta libertad de expresión como aparentemente pedían. Más de lo mismo. Luchan por la televisión digital terrestre, por más canales, por más tecnología, por más interactividad pero todo se lo ofrecen al público de siempre. O sea, siguen con más de lo mismo pero con más calidad técnica.

Haría falta saber hasta qué punto la mente colectiva mejora con tanta oferta,cómo se forma para que no se dejen deformar por tanta pantalla de plasma que adormece a cualquiera, aunque luchen contra ello con la susodicha interactividad. Parece que el fondo de todo es la empresa, el dinero de la publicidad y la cuenta de los resultados que dan esos índices de audiencia.

Sin embargo, un gran sector cultivado ya se decanta por otros medios que no es la televisión. Podríamos decir que seguirá siendo mayoritaria pero tendrá una fuerte competencia en la oferta de Internet, en las creaciones digitales de cada uno y en ese ocio menos comodón de sofá y siesta al que ya se apuntan colectivos con mucha capacidad de decisión. Aunque no pertenezcan al selecto grupo de personas escogidas para tener un aparato medidor de audiencias.