Vigilancia privada para favorecer la convivencia pública
Es lo que hay. Mira a tu alrededor y parece que sólo nos preocupa nuestra seguridad en unos tiempos bastante inseguros. Parece una consecuencia de algo, una realidad muy repetida o el producto de una cadena de disfunciones que desestabilizan la buena vida de la sociedad del bienestar.
Hoy hablaban de lo que cuesta incrementar la vigilancia del metro de Barcelona. Vas a un museo o centro cultural y en algunos hay un vigilante para que nadie se cuele en la fila ni puedan asaltar la caja. Los radares de tráfico, ni te cuento los que hay. Las empresas de seguridad no dan abasto a vigilar edificios, urbanizaciones o personas concretas. De cámaras de vigilancia por las calles, cada vez más. Y ahora cada uno que lleve un móvil con cámara de fotos puede ser un vigilante más que aporta la prueba gráfica definitiva. Hasta los edificios donde trabaja alguna policía son vigilados por personas de empresas privadas de seguridad. O los hospitales, con vigilantes del orden incluidos.
No debemos estar en una sociedad modélica cuando la convivencia se consigue con cada vez más vigilancia. La educación, las normas sociales, el respeto pretenden conseguirlo entre la minoría de siempre con tantas medidas que, llegado el caso, la justicia se ve incapaz de efectuar condenas.
O vigilancia o campañas mediáticas. Miedo y publicidad para educar. Y ahí están los resultados.
0 comentarios