¿Se nos acabaron los prolongados descansos previos al verano y durante lo que llevamos de esta estación? Con este texto te demuestro que sí. Mucho moverse, mucho ver, más admirar, algo criticar y más pensar. Y también descansar.Entre tanto en tan largo espacio de tiempo pasan cosas dignas de recordar para revivirlas con más juicio. No, no me olvido de las actividades deportivas, aptas para todo el año. Tú sabes del deporte, lo practicas y captas sus sensaciones más allá del esfuerzo que supone. Moverse, parar, resoplar, volver de nuevo y desgastar. Cuerpo y material deben someterse a la intensidad de ese ejercicio que ahora es sano. Pues fíjate cómo estamos dentro de un mercado que hasta nos cubre la transpiración. Coge una etiqueta de cualquier prenda deportiva. No, no es para cortarla porque te roza. Léela. Recuerda la admiración del otro día.Entramos a unos grandes almacenes franceses de productos deportivos a precio de gran consumo. Su nombre deportivo rememora las diez prácticas en Grecia. Sus productos son un ejemplo más de en qué mundo vivimos. Sus precios son tan atractivos que vestirse deportivamente cuesta menos que la voluntad de practicar las actividades. Pero, claro, la clave está en esa etiqueta y en la bolsa.Casi transparente, la bolsa se viste de reciclaje y te recuerda que el plástico está libre de ciertas sustancias y que es cien por cien reciclable o fruto de este proceso. Toda ella es un canto al mundo más natural y conservacionista con todo. El contenido que compramos es otra historia. Un muy atractivo precio de la camiseta y del pantalón nos da pistas de algunos viajes no deportivos de estas prendas. Recuerda que te las leí varias veces. Hasta te incitaron a repasar mentalmente la situación geográfica de algunos países del mundo. Una prenda en sí se fabricaba en Tailandia, la importaba México y después volvía a Europa. La otra se hacía en Marruecos, iba a México y retornaba a nuestro continente. Eso sin hablar de las fibras y otros componentes. Todo a un precio irrisorio. Tú y yo luego, quizá por deformación laboral, nos imaginamos las condiciones laborales de quienes las confeccionaron. Sus horas de trabajo, sueldo, condiciones sanitarias, márgenes comerciales del fabricante y de la empresa francesa. Nos llevamos la bolsa, sudamos las prendas, nos ahorramos dinero y pensamos en este mercado global del que es difícil salirse y buscar vías alternativas. Detrás de un envoltorio de tanto supuesto respeto al medio ambiente, detrás de los ahorros de las ofertas y rebajas que, quizá, ayuden a vivir a mucha gente, delante estamos nosotros, con un bolsillo también global en un camino que, de momento, no parece tener retorno. Consumamos esas materias primas que acaparan ellos y que nos devuelven tan adaptadas a nuestra nueva mentalidad. Consume o revienta.
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