Silencios rotos por inteligentes preguntas
Dicen que en la televisión reproduce lo que empezó haciendo a altas horas de la noche en Radio Nacional de España. Dicen que es más un formato nocturno para ser escuchado al final de la jornada que a horas de alta competencia mediática. Dicen que es repetir lo de antes para ver si las viejas y existosas historias vuelven a repetirse. Dicen que vuelve cuando en muchas cadenas de allá y de aquí hay telepredicadores. Dicen que es falso, teatrero, fastuoso, creador de una figura ególatra rodeada de ese boato que encumbra a quien pretende trascender de la pantalla a las mentes. Dicen que su mensaje es repetitivo, manido y nada novedoso.
No pararán de decir del mejor dominador de los silencios, de quien sabe preguntar de manera inteligente, de quien puede arruinar la vistosidad de un invitado porque sus respuestas quedan eclipsadas por aquellas preguntas, de quien repite discursos que aún no hemos cumplido, de quien nos recuerda mensajes siempre actuales, de quien domina el medio.
Es ese llamado a sí mismo loco de la colina. Una persona, un contexto, un punto de vista. Un formato que ha hecho mover a otros canales su programación para atender a ese público que prefiere más series sin fondo que discursos inteligentes que le pueden hacer dudar de su lineal existencia. Mira que si, encima, han de ir a dormir cuestionándose lo que han hecho, sus ideas fijas, su educación o sus costumbres. No, que nadie entre en mi casa haciéndose el loco.
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