Shackleton: todos al Endurance
Cuenta un sociólogo, escritor, periodista y ensayista, una persona de gran influencia (en la opinión pública de las personas que le leen y lo veneran) que tuvo la ocasión de participar en un acto con gente muy culta. Allí se hablaba de Ernest Shackleton pero él dejó escrito que ignoraba quién era este explorador. O sea, participaba pero no sabía. Aprendió las ideas básicas sobre este insigne irlandés, famoso por sus expediciones y por el anuncio que puso en un diario local para buscar atrevidas personas que le acompañaran en su intento de cruzar la Antártida.
Pocos se apuntarían hoy a un viaje peligroso, con sueldos bajos, frío intenso, largos meses de oscuridad total, peligro constante, dudosa vuelta a casa y honor y reconocimiento en caso de éxito. Tal era el texto del anuncio que impactó al sociólogo que acudió a participar en un acto del que no sabía nada del personaje objeto de la charla. Pero muchos se apuntan hoy a hablar de cualquier cosa en público, cobrando buenos emolumentos o promocionándose para futuras intervenciones pagadas.
Otro insigne filósofo, participante en varias tertulias, autor prolífico con interesantes reflexiones, contaba que una vez acudió a dar una charla y no sabía ni el tema de que hablar. Pero llevaba ya uno añejo que se adaptaba a cualquier cosa. Anécdotas contadas por él mismo que le aumentan su sincero prestigio a costa de destapar otras realidades, muy abundantes, por cierto.
A aquel sociólogo se le quedó la copla del barco del explorador, el Endurance, y del espíritu de su capitán. Todo para extrapolarlo a los luchadores por las libertades de trozos de terreno que buscan supuestas identidades, independencias varias y diferencias no del todo unánimes. Otros de su especie también aparecen en cualquier lado hablando de economía o de lo que toque. Alarmando sin saber, pronosticando sin conocer, siendo ubicuos para estar en cualquier tarima aunque sea para descubrir que no sabían quién era hasta ese momento el personaje objeto de su intervención, Ernest Shakelton.
Quizá todos estos nuevos exploradores y constructores del pensamiento ajeno necesitarían participar en empresas más laboriosas, sin supuestos escritores en la sombra a sueldo, con más sentido común como para decir que de ese tema tampoco sé nada. Un buen lugar para el descubrimiento de los límites podría ser un nuevo Endurance. O cualquier vuelo barato hacia el lugar donde la ignorancia es la máxima expresión de la sabiduría.
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