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el informador informal

Con el mapa en la mano

¿Hay que imaginarse a quien está fuera de su domicilio habitual, desorientado, con ganas de conocerlo todo y sin saber dónde está? La expresión de su cara, las discusiones del grupo sobre el consenso en el sentido de la orientación, los ocasionales enfados, los intentos de preguntar sin conocer la lengua del país, el cansancio, el buen humor ante las circunstancias imprevistas. Son señales de que ellos son turistas y tú eres un nativo. Pero en muchas otras ocasiones también tú eres ellos. 

Un día en pleno mes de agosto, en la zona más publicitada de Barcelona por las guías. Mucha gente de no se sabe dónde, aunque el juego podría consistir en adivinar de dónde supuestamente son. El tono muscular de la mañana es enérgico, más si la noche se ha pasado en un buen hotel y la mañana te recibe con un opíparo buffet libre a modo de desayuno. Ropa informal o casual bien planchada, fragancias frescas, la ciudad es tuya. Pero también es de quien ha ocupado la casa de alguien para pasar la noche, de quien ha socializado una vivienda, o ha dormido en un parque o en un cámping a algunos kilómetros. Esa bicicleta llena de bultos o la mochila bien cargada de quien su aventura es el interraíl o el vuelo muy barato, ellos también salen a conocer. Y, junto al monumento de turno, mientras uno se embelesa con sus formas, al lado hay alguien deformado que pide para comer, para beber o para fumar. O intenta coger prestado del bolso del turista aquello que le da permiso para drisfutar. Los autocares dejan a otras columnas humanas en sitios estratégicos, mientras otros descubiertos muestran rutas urbanas con guía automático multilingüe. 

Unos sólo ven lo que aparece en el papel satinado, el recuerdo es la digitalización con su grupo delante por testigo de que estuvo allí. Otros fotografían los signos más insospechados de un edificio, quizá por el efecto sorpresa o porque saben más y descifran mejor. La música callejera ameniza el paseo o traslado de un lugar a otro. Artistas del sonido que se vonforman con vender algún CD y demostrar que suenan mejor que muchas melodías de famosos producidas en renombrados estudios. En el recorrido para demostrar que el mapa tiene razón, el marketing sensorial de algunos establecimientos convence. Bocanadas de aire acondicionado en medio del calor, el olor de ambientadores de tiendas de ropa, la sorpresa y el reclamo del aroma recargado de la pastelería industrial, el efecto visual de las copas de helado en las terrazas, o el hielo que enfría las bebidas. Signos que entran por los sentidos y que su satisfacción tabién forma parte de la personal guía del viaje.

El día transcurre en medio del bochorno mediterráneo. El cansancio se hace sentir. Pero aún hay tiempo para visitar barrios emergentes de la Barcelona famosa. Es esa gran zona de la ciudad que parece que se va fabricando para consumo turístico. Los viejos colmados se reciclan en pequeñas tiendas de objetos inverosímiles. A los ancianos a veces se les engaña para que dejen un alquiler tan barato. Ese edificio modernista se transforma en un estrellado hotel. La cotización del barrio ahuyenta a los vecinos pero atrae a los extraños. Y después se vende como más imagen de marca de una ciudad cara pero hermosa. No obstante, siempre queda el consuelo de saber qué piensan de Barcelona personajes que la han vivido a su manera, gentes que ahora mientras preparan el pregón de las fiestas de la Mercè 2008, adelantan que aportarán "una visión galáctica, autobiográfica, soñada, espectacular, sufrida, histórica, emotiva, alegre, anarquista, culta, comercial..." Palabras del compositor y cantante Jaume Sisa /Ricardo Solfa. 

¿Verán los turistas estas facetas de la ciudad? ¿Seremos capaces nosotros de hacer lo mismo de los sitios que visitamos? 

Mañana ellos seremos nosotros. 

 

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