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el informador informal

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Hermosos envoltorios de sospechosas realidades

El fondo o la forma, la ética o la estética, la fachada o el interior, el producto o la imagen, me agobias a estas horas con este traspaso de dudas de tus clases a nuestro escaso tiempo para hablar.
Ya sabes que dudar es nuestra profesión favorita y nuestro tormento. Escoger entre varias opciones es difícil si te gustaría quedarte con todo. Si es difícil en un objeto, imagínate cuando se trata de principios. Claro que, según tu opinión, la casi ausencia de estos facilita las decisiones. Tú lo dices a menudo, hoy las dudas están entre escoger un modelo o marca de coche, de móvil o de ropa. Es la esencia de la actual ética. No generalices, te respondo. Tampoco es para tanto y nunca estos tiempos son peores que las carencias, el hambre, el odio, la dictadura, el atraso, la incultura y la miseria de antes. No comparemos.
De todas formas, hoy nos dejamos llevar por los envoltorios, se trate de personas o del resto. Todos nos envolvemos en tantos aditivos a la hora de salir de casa que los parecidos con la esencia de la realidad en ocasiones sí son pura coincidencia. Pero nos afecta a la mayoría y así creamos tantos ambientes, escenas y paisajes que se encumbra la diversidad como característica más observada. Somos muchos en el mundo y tiene que haber de todo, me decía mi padre.
Como sabes que me gusta mucho la publicidad, ambos coincidimos en que los eslóganes modernos que más llegan al fondo son los de los perfumes navideños. Imploran la esencia. Por lo menos, las esencias de las fragancias que dicen ir de acuerdo con la personalidad de quienes se las ponen. Otro envoltorio más.
Todo nos lo envuelven tanto que suele ser más atractivo el exterior que el contenido. Tanta higiene, tanta protección sanitaria existe porque hay un agente causante de algo. Acuérdate de uno de nuestros juegos preferidos: acertar las carencias de la sociedad deducidas de las seguras afirmaciones de los mensajes publicitarios. Después, los restos de tanto envolvente material no caben en casa ni en los contenedores. Son desechos en perfecto estado que van no se sabe a dónde. Pero han protegido a esos productos que nos ofrecen tanta seguridad y salud. Los pocos que leemos la composición y el valor nutricional de los alimentos observamos que lo mejor es, sin duda, el anuncio y el envoltorio.
Podemos sospechar, mi princesa preferida, pero creo que hasta el futuro también anda por ahí muy precintado, esterilizado y algo planificado. Ahora bien, tú, con tu libertad, haz lo que quieras o lo que quieran que hagas.

Hermosos envoltorios de sospechosas realidades

El fondo o la forma, la ética o la estética, la fachada o el interior, el producto o la imagen, me agobias a estas horas con este traspaso de dudas de tus clases a nuestro escaso tiempo para hablar.
Ya sabes que dudar es nuestra profesión favorita y nuestro tormento. Escoger entre varias opciones es difícil si te gustaría quedarte con todo. Si es difícil en un objeto, imagínate cuando se trata de principios. Claro que, según tu opinión, la casi ausencia de estos facilita las decisiones. Tú lo dices a menudo, hoy las dudas están entre escoger un modelo o marca de coche, de móvil o de ropa. Es la esencia de la actual ética. No generalices, te respondo. Tampoco es para tanto y nunca estos tiempos son peores que las carencias, el hambre, el odio, la dictadura, el atraso, la incultura y la miseria de antes. No comparemos.
De todas formas, hoy nos dejamos llevar por los envoltorios, se trate de personas o del resto. Todos nos envolvemos en tantos aditivos a la hora de salir de casa que los parecidos con la esencia de la realidad en ocasiones sí son pura coincidencia. Pero nos afecta a la mayoría y así creamos tantos ambientes, escenas y paisajes que se encumbra la diversidad como característica más observada. Somos muchos en el mundo y tiene que haber de todo, me decía mi padre.
Como sabes que me gusta mucho la publicidad, ambos coincidimos en que los eslóganes modernos que más llegan al fondo son los de los perfumes navideños. Imploran la esencia. Por lo menos, las esencias de las fragancias que dicen ir de acuerdo con la personalidad de quienes se las ponen. Otro envoltorio más.
Todo nos lo envuelven tanto que suele ser más atractivo el exterior que el contenido. Tanta higiene, tanta protección sanitaria existe porque hay un agente causante de algo. Acuérdate de uno de nuestros juegos preferidos: acertar las carencias de la sociedad deducidas de las seguras afirmaciones de los mensajes publicitarios. Después, los restos de tanto envolvente material no caben en casa ni en los contenedores. Son desechos en perfecto estado que van no se sabe a dónde. Pero han protegido a esos productos que nos ofrecen tanta seguridad y salud. Los pocos que leemos la composición y el valor nutricional de los alimentos observamos que lo mejor es, sin duda, el anuncio y el envoltorio.
Podemos sospechar, mi princesa preferida, pero creo que hasta el futuro también anda por ahí muy precintado, esterilizado y algo planificado. Ahora bien, tú, con tu libertad, haz lo que quieras o lo que quieran que hagas.

Por fin: o el paraguas o mojarse con placer

Hoy he abierto el paraguas. Antes, me he mojado. Tenía ganas de probar la sensación de que las gotas de agua refrigeren mi cuerpo y me regulen de forma natural tanto calor como hemos tenido. Da gusto ir por la calle y empaparse al fin. Tú, como eres mayor, seguro que te pasa igual pero no lo dices por respeto a tu compostura. Bueno, a mí sí me lo confiesas cuando nos vemos.
Ayer tú relatabas las aventuras del incivismo que yo había observado o que me habían explicado chicos y chicas de mi edad. En el fondo son preocupaciones puntuales con mucho fondo y significado para una sociedad tan compleja como la nuestra.
El agua sí que ha sido y es un gran problema. Hago memoria de los extremos: cae mucho agua y devasta el golfo de México, zonas de Europa Central, puntos concretos de la costa catalana y espera al típico otoño mediterráneo, con el enfriamiento del agua del mar. En Cataluña hay una frase hecha que dice que aquí cuando llueve no sabe llover. Muy acertada para aquí y para muchos sitios. Cuando la escasez abunda, ya lo ves. La sequía, el desierto, rivalidades entre regiones, proyectos de canales o de desalinizadoras, restricciones. Lo hemos dicho muchas veces. No sabemos pasar sin ducharnos no sólo cada día, el grifo abierto a discreción, el césped como enseña nacional, enormes lagunas artificiales para producción de la nieve que cada vez sube más de cota, cisternas que no paran de vaciarse, el exceso de higiene que nos condiciona y nos provoca alergias, agua de boca, agua de césped, agua de casa, mucho más agua que la que queda.
Es la ley seca, son los indicios de un problema habitual en tantas zonas desérticas. Tranquilo, el desierto ya está aquí y con él el problema. Pero, bueno, a mal de muchos, ya sabes.
Como te gusta tanto seguir la actualidad económica, recuerdo los intereses comerciales en torno al agua. Aquel famoso trasvase del Ebro fue un buen ejemplo. Ya me fijo en la cantidad de marcas de agua, en montañas agujereadas para dar con buenos acuíferos, en el agua anunciada como señal de salud cuando precisamente ahora su ausencia nos amenaza nuestra vida. O las grandes empresas dedicadas al tratamiento del agua. Un día me hablabas que las grandes corporaciones hoy se fijan en los sectores de las energías, del agua y de los servicios. Ya me explicarás más de este tema en otra ocasión.
Yo, mientras tanto, me mojo con gusto y recuerdo tantos pueblos no tan antiguos que recogían y aprovechaban el agua de la lluvia o reutilizaban otras. Estoy empapada, me produce una gran satisfacción pero esta agua se desaprovecha. Derrochar, desaprovechar, tirar, malgastar.
Queda poca y mojarse se está convirtiendo en otro lujo. Cuando llueva, recuerda, es señal de muy buen tiempo.

Los ataques a la defensa

Sigues la actualidad con tanto ímpetu adolescente que te sacan de los nervios veraniegos los que atentan a tus principios más hondos. Ya sé que cada vez que nos vemos la actualidad es uno de nuestros temas preferidos. Solemos coincidir en muchas interpretaciones, cosa que a mí me rejuvenece el espíritu aunque no el carnet de identidad. Las diferencias a menudo radican en la energía para sublevarte contra la marcha de unos acontecimientos que se podrían conducir de otra forma. Te lo repito con frecuencia, si me ves leyendo con pasión los temas económicos, si empiezo los diarios por las páginas del dinero es porque estas noticias suelen extender sus tentáculos sobre muchas otras secciones del diario. No es justo que ocurra pero ahí está. Los negocios mandan sobre la política, que a su vez manda sobre lo militar, la medicina, los medios de comunicación, la enseñanza, la religión, etc.
Déjate de tus rollos y vete al grano, es intolerable la existencia de ejércitos y que sus miembros tengan que morir hasta en misiones de protección humanitaria. Así te expresabas, con mucha vehemencia pacifista. Como si no se supiera que uno de los peligros que tiene pertenecer a un ejército siempre ha sido la posibilidad de morir. Suscribía tus juicios cuando nos resultaba incomprensible la retirada de tropas españolas de Irak y no de Afganistán. Lo dijimos hace meses. De hecho estábamos en contra de todas las tropas, de su existencia y de tanta justificación de la necesidad de la defensa. Soldados armados hasta los dientes en misiones humanitarias dentro de un país en guerra y con el terrorismo como una realidad diaria usada por los más débiles. Nos parecían contradicciones propias de quienes quizá no éramos capaces de entender lo que para los del uniforme estaba muy claro.
La defensa se defiende atacando y también recibe las represalias del bando contrario. En medio máquinas, personas, fenómenos meteorológicos, cansancio, despistes y muertes. No sabemos lo que vale la muerte de estos militares, incluyendo ceremonias, desplazamientos, actos, honores, parafernalia, etc. Comprendo tu crispación, me veo reflejado en ella y eso que el ministro del ramo nos cae bien. Pero como despreciamos el fondo de la cuestión y el cuerpo en sí (no las personas) suscribiremos aquella frase de un pacifista cuando decía que lo mejor que se puede hacer de todos los militares del mundo es no hablar de ellos. Punto final.

Lo necesitamos todo

¿Pensamos en todos esos mensajes publicitarios no escogidos a que nos sometemos cada día? Cierto, muchos son obras de arte comunicativo al decir tanto en tan poco espacio o tiempo, y encima seducirnos para comprar. Todos alimentan nuestro mercado personal y se convierten en información útil para esos balances comerciales y curvas de análisis del nivel económico de cada país.
Pero a veces podríamos dudar (un gran deporte mental: es bueno practicarlos con asiduidad) a qué obedecen tantos mensajes. Nos presentan nuevos productos que necesitamos, los necesitamos porque nos los presentan, son un soporte espiritual con forma material, nos satisface algo material porque no existe lo espiritual, consumimos por el placer de mejorar, mejoramos por el placer de consumir, nos crean mundos imaginarios formados por el significado (¿o será el significante?) de cada objeto.
Los publicitarios dicen que sus mensajes tienen detrás una idea empaquetada, válida para el progreso y la calidad de vida. Se creen tan importantes que les pagamos un sustancioso porcentaje de cada producto adquirido, porque la publicidad la aguantamos todos y además somos quienes la financiamos (por término medio, de lo que pagamos por cada coche, 500 euros los damos para que nos convenzan de lo bueno que es: en público, en medio de cualquier programa o sin pedir permiso para bombardearnos). O sea, estamos cogidos por todos los lados. Incluso son el alma salvadora de la sociedad a la que acuden los políticos. Si hay un problema, los educadores de la opinión pública son las agencias de publicidad. Presupuesto extra, agencia, campaña de publicidad y ya está: el público informado de forma divertida o espectacular y nunca más volverán a fumar, a no usar preservativos, a hacer fuego, a no comer la dieta mediterránea, a no manchar, a no beber alcohol o a respetar las normas de conducción. He ahí las formas modernas y rápidas de transmitir mensajes formativos a la población. Nuestros modernos educadores: los mensajes y las promociones.
No pasa nada si a veces se ofrecen mensajes opuestos: una campaña contra el fuego y un anuncio de ron con el lema “Juega con fuego”, mensajes en contra de la violencia de género y una canción con un gracioso estribillo que la fomenta, anuncios para conducir bien y amplia cobertura informativa a un personaje de la canción que mató a una persona.
Mensajes, anuncios, necesidades, ilusiones, negocios, la vida misma en la que estamos. Pero la duda puede existir: ¿lo necesitamos todo o nos necesitan a todos?

Curiosas discriminaciones en el Día de Sant Jordi

En Cataluña el 23 de abril se celebra el Día de Sant Jordi, patrón de esta Comunidad Autónoma y motivo para aglutinar en torno a este día una tradición muy arraigada: el hombre le regala una rosa a la mujer y ésta, un libro. Esta costumbre se ha extendido tanto que, además de seguir haciéndose entre parejas o amigos, los regalos son indistintos y a menudo son un detalle de amistad, comercial o de proximidad.
El Club Natación Terrassa (Barcelona) instauró la costumbre de regalar una rosa a las socias y nada a los socios. Si querían podían comprar(y pagar, por supuesto) la flor en un puesto instalado para este fin. Este detalle repetido cada año motivó una queja por mi parte a la directiva del club el año pasado. Creía que era discriminatorio con la tradición y con los hombres. Como el 23 de abril de este año se volvió a repetir la misma tradición, escribí una carta a DIARIO DE TERRASSA, el diario local, y el pasado jueves 28 de abril la publicaron. Está en catalán. Si queréis podéis usar estos traductores: www.comprendium.es o bien www.internostrum.com

Les roses del Club Natació Terrassa
La Diada de Sant Jordi és un dia especial a Catalunya, amb una simbologia concreta de la qual no cal parlar. Un dia que respon a una tradició general i que, per altra banda, també podria servir per pensar en temes socials contraris a l’esperit de la Diada, com la incultura, el baix índex de lectura, qualsevol tipus de discriminació o la violència de gènere. Tal dia com el 23 d’abril de cada any tant les persones com les institucions o entitats a vegades interpretem la tradició amb matisos molt singulars. Per exemple, un club que ara s’està engrandint de la mà d’una directiva que segur que dedica més hores del compte al benefici de les sòcies i dels socis. Parlo del Club Natació Terrassa, format per una gran massa social que a poc a poc veu els fruits del bon treball de les persones que el dirigeixen. Però, a més d’aquestes grans millores, a vegades es conserven tradicions instaurades fa anys que ara es podrien interpretar com discriminatòries. Em refereixo a l’anunci del seu butlletí INFO-NAT en que diu que el 23 d’abril “regalarem una rosa a les sòcies que visitin el club”. L’any passat vaig escriure a la directiva dient que cal lluitar contra totes les discriminacions, i las de gènere en especial, i que si es vol respectar la tradició es podria regalar una rosa a les dones i un llibre als homes o bé roses o llibres a tothom. Ja sé que és un detall sense importància, potser mal interpretat per qui això escriu (i, si cal, demano disculpes). Però jo, en vistes d’això, cada any faig el mateix. Quan surto del meu club vaig a una superfície comercial i allà no discriminen a ningú: a totes i tots ens regalen roses.

Casi todo (des)educa

La opinión pública necesita temas recurrentes que deben emerger y ocultarse según los antojos del mercado ideológico del momento: opinólogos, medios, oficinas de comunicación, organizaciones educativas o políticas. Como una noticia dura lo que permanece en nuestra conciencia, atizada por la machacona repetición desde todas las antenas informativas del mensaje único, en el momento que dejan de fijárnosla en las neuronas más externas, todo se olvida sin dejar rastro en el sustrato más profundo de nuestro pensamiento.
La educación forma parte de uno de estos temas porque ya es un tópico fácil, como hablar del conservadurismo del anterior Papa, de la televisión basura, de la calidad de vida o de cualquier otro contenido prefijado en el calendario vital. Cualquier estudio estadístico hecho por el más desconocido organismo, la conclusión más descabellada del intelectual del momento o del profesor más esnob, la iniciativa más insólita del político más maleducado, todo puede ser motivo para encender los ánimos de los conversadores que cambian hablar del tiempo por la obviedad que les han servido en un titular.
Nos preocupa qué hacen con la infancia en los edificios escolares, quizá porque pagar impuestos puede llevar implícita la idea de rescatar una recompensa útil en los más pequeños, que los formen y hagan aquello con lo que no nos enfrentamos en casa, justificándolo con motivos del tipo del cansancio del trabajo, mi hija no me hace caso, me ve de otra época, el móvil es más comunicativo que yo, el ordenador le responde mejor ante mis silencios y el cuarto personal es el mejor refugio cuando la ausencia de diálogo no da más de sí.
Ante esto, se da la tendencia de la evasión de responsabilidades porque éstas se difuminan entre múltiples “encargados” de hacerlo: que si la sociedad, los medios de comunicación, la escuela, la familia, la publicidad, el consumo, la calle, los centros de diversión. Se pueden echar balones fuera y que vayan botando y pasando por encima de cada posibilidad anterior. Al final, parece que hoy todo educa y deseduca. Nadie está libre como para pegarle con su piedra acusadora a nadie porque ésta se le puede caer encima por ser un (i)responsable. Por tanto, esa buena educación a la que se refiere ese inefable sociólogo catalán (opinador de todos los temas divinos y humanos que se le crucen por su cuenta bancaria) depende de todos los que nos movemos en la sociedad.

¿O es que todos no queremos asumir responsabilidades? Si ocurriera esto sería la mejor semilla para recoger la falta de educación.

Cristos y hostias

Curiosos los sinsentidos para unos, las complicidades para otros y las interpretaciones para la mayoría.
Este fin de semana los que no nos gusta el fútbol hemos visto, en las múltiples repeticiones televisivas, cómo un jugador de un equipo sevillano dejaba casi fuera del combate futbolero a un rival. El resultado nos lo enseñan alternando su salida del campo con la puerta de la UCI hospitalaria. Esta barbaridad deportiva (una más: la penúltima)es un buen ejemplo y muy educativo para quienes esperan disculpas y encuentran justificaciones.
Pero no sólo eso. MIentras el presidente del club culpa a la prensa de sus "gilipolleces" (sic), un Cristo sevillano recibe el tradicoional ramo de flores que el club le ofrece por esta santa semana.
¿Contradicciones de la vida? Una más en las que todos estamos inmersos. Cervantes nos recordaría aquel refrán castellano: "A Dios rogando y con el mazo dando".