Por fin: o el paraguas o mojarse con placer
Hoy he abierto el paraguas. Antes, me he mojado. Tenía ganas de probar la sensación de que las gotas de agua refrigeren mi cuerpo y me regulen de forma natural tanto calor como hemos tenido. Da gusto ir por la calle y empaparse al fin. Tú, como eres mayor, seguro que te pasa igual pero no lo dices por respeto a tu compostura. Bueno, a mí sí me lo confiesas cuando nos vemos.
Ayer tú relatabas las aventuras del incivismo que yo había observado o que me habían explicado chicos y chicas de mi edad. En el fondo son preocupaciones puntuales con mucho fondo y significado para una sociedad tan compleja como la nuestra.
El agua sí que ha sido y es un gran problema. Hago memoria de los extremos: cae mucho agua y devasta el golfo de México, zonas de Europa Central, puntos concretos de la costa catalana y espera al típico otoño mediterráneo, con el enfriamiento del agua del mar. En Cataluña hay una frase hecha que dice que aquí cuando llueve no sabe llover. Muy acertada para aquí y para muchos sitios. Cuando la escasez abunda, ya lo ves. La sequía, el desierto, rivalidades entre regiones, proyectos de canales o de desalinizadoras, restricciones. Lo hemos dicho muchas veces. No sabemos pasar sin ducharnos no sólo cada día, el grifo abierto a discreción, el césped como enseña nacional, enormes lagunas artificiales para producción de la nieve que cada vez sube más de cota, cisternas que no paran de vaciarse, el exceso de higiene que nos condiciona y nos provoca alergias, agua de boca, agua de césped, agua de casa, mucho más agua que la que queda.
Es la ley seca, son los indicios de un problema habitual en tantas zonas desérticas. Tranquilo, el desierto ya está aquí y con él el problema. Pero, bueno, a mal de muchos, ya sabes.
Como te gusta tanto seguir la actualidad económica, recuerdo los intereses comerciales en torno al agua. Aquel famoso trasvase del Ebro fue un buen ejemplo. Ya me fijo en la cantidad de marcas de agua, en montañas agujereadas para dar con buenos acuíferos, en el agua anunciada como señal de salud cuando precisamente ahora su ausencia nos amenaza nuestra vida. O las grandes empresas dedicadas al tratamiento del agua. Un día me hablabas que las grandes corporaciones hoy se fijan en los sectores de las energías, del agua y de los servicios. Ya me explicarás más de este tema en otra ocasión.
Yo, mientras tanto, me mojo con gusto y recuerdo tantos pueblos no tan antiguos que recogían y aprovechaban el agua de la lluvia o reutilizaban otras. Estoy empapada, me produce una gran satisfacción pero esta agua se desaprovecha. Derrochar, desaprovechar, tirar, malgastar.
Queda poca y mojarse se está convirtiendo en otro lujo. Cuando llueva, recuerda, es señal de muy buen tiempo.
Ayer tú relatabas las aventuras del incivismo que yo había observado o que me habían explicado chicos y chicas de mi edad. En el fondo son preocupaciones puntuales con mucho fondo y significado para una sociedad tan compleja como la nuestra.
El agua sí que ha sido y es un gran problema. Hago memoria de los extremos: cae mucho agua y devasta el golfo de México, zonas de Europa Central, puntos concretos de la costa catalana y espera al típico otoño mediterráneo, con el enfriamiento del agua del mar. En Cataluña hay una frase hecha que dice que aquí cuando llueve no sabe llover. Muy acertada para aquí y para muchos sitios. Cuando la escasez abunda, ya lo ves. La sequía, el desierto, rivalidades entre regiones, proyectos de canales o de desalinizadoras, restricciones. Lo hemos dicho muchas veces. No sabemos pasar sin ducharnos no sólo cada día, el grifo abierto a discreción, el césped como enseña nacional, enormes lagunas artificiales para producción de la nieve que cada vez sube más de cota, cisternas que no paran de vaciarse, el exceso de higiene que nos condiciona y nos provoca alergias, agua de boca, agua de césped, agua de casa, mucho más agua que la que queda.
Es la ley seca, son los indicios de un problema habitual en tantas zonas desérticas. Tranquilo, el desierto ya está aquí y con él el problema. Pero, bueno, a mal de muchos, ya sabes.
Como te gusta tanto seguir la actualidad económica, recuerdo los intereses comerciales en torno al agua. Aquel famoso trasvase del Ebro fue un buen ejemplo. Ya me fijo en la cantidad de marcas de agua, en montañas agujereadas para dar con buenos acuíferos, en el agua anunciada como señal de salud cuando precisamente ahora su ausencia nos amenaza nuestra vida. O las grandes empresas dedicadas al tratamiento del agua. Un día me hablabas que las grandes corporaciones hoy se fijan en los sectores de las energías, del agua y de los servicios. Ya me explicarás más de este tema en otra ocasión.
Yo, mientras tanto, me mojo con gusto y recuerdo tantos pueblos no tan antiguos que recogían y aprovechaban el agua de la lluvia o reutilizaban otras. Estoy empapada, me produce una gran satisfacción pero esta agua se desaprovecha. Derrochar, desaprovechar, tirar, malgastar.
Queda poca y mojarse se está convirtiendo en otro lujo. Cuando llueva, recuerda, es señal de muy buen tiempo.
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