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el informador informal

La humildad del profesional más creíble

Ha sido mi despertador desde hace muchos años. A las siete de la mañana nos sorprendía con el avance de los titulares de las principales noticias y con diez minutos propios para levantarnos con su opinión, una amplia pincelada muy personal a la actualidad. Ya sé que muchos adultos tenemos ya estas manías para empezar la jornada. Tú escuchas fórmulas de FM, una moda u otra manía que te gusta. El caso es que de tanto hablarte de Iñaki Gabilondo, reconócelo, me dijiste que hubo días que en tu casa probabas el efecto energético de levantarte con él. Pero yo nunca probé tu FM.
Me preguntabas qué le veía yo a Iñaki y por qué lo prefería a la competencia, profesionales admirables también pero sólo una selecta minoría. Más bien el tema sería qué me transmitía y cómo lo hacía. Su voz de terciopelo denotaba mucha experiencia delante de un micrófono tratando a todas las personas de la misma manera. Los del vértice de la pirámide y los de abajo, todos iguales. El máximo respeto a todas las ideas democráticas, aunque con cierto aire de izquierdas. La preocupación por los temas de la calle, por el día a día. El ánimo y el buen hacer suyo traspasaba las ondas.
Hace tiempo que hablamos de Iñaki. Tú has escuchado cómo mis amistades son también oyentes suyos y todos comentamos contenidos emitidos y escuchados, y nuestras impresiones. Recuerdo que te picó la curiosidad en más de una ocasión y, aun sin ser habitual oyente, querías saber algo de sus costumbres y vida personal. Lo preguntabas a todos y, fíjate, casi nadie sabía nada. Una prueba de que no le interesaba ser devorado por el papel couché. Como eres tan hábil, tenías la certeza de que yo sí sabría cosas de su vida privada. Es verdad en este caso. Las sé porque en algunos sitios él las ha contado. Además, los aspectos personales que conozco de él aún le engrandecen más.
Nunca tuvo un despacho en la SER ni un lugar privilegiado que le hiciera destacar. Pero sí se rodeó de buenos equipos de personas. Daba la sensación de que era un experto en sacar lo mejor de muchas mujeres profesionales y colocarlas donde se merecen. Luis del Val, para qué extenderme en su capacidad de observación y de ver la vida a pie de calle. Otro detalle muy significativo: cada mañana, al amanecer, salía a ver el nuevo día a la terraza de su emisora en el centro de Madrid. Agradecía así la maravilla de un regalo más que había que llenar con lo que cada persona quisiera, aunque él ya nos ayudaba con sus pistas continuadas desde su atalaya radiofónica.
En su primera fase de vida adulta lo pasó mal. Su primera mujer murió de cáncer y le dejó al cuidado de sus jóvenes hijos, mientras la jornada laboral estaba completa. El tiempo, el trabajo en diferentes ciudades, el superar una reciente y grave enfermedad, su afición a la ópera y a la lectura, su actual compañera, su nuevo cargo en Canal Cuatro, todo y más ha sido esa experiencia vital que él diría que igual de válida que la de cualquier otra persona. Humildad y sencillez ante todo.
He querido explicarte pinceladas de Iñaki que no he copiado ahora de ningún sitio. Las tengo memorizadas porque creo que dicen mucho de él. Me ha impresionado que, cuando compaginaba su trabajo en la SER con algún programa de entrevistas en televisión, siempre las hacía sin ningún guión de preguntas encima de la mesa ni ninguna ayuda tecnológica. Preguntas directas, estructura en la cabeza, inteligencia y respeto.
Y acabo con una anécdota que podría ser un fácil acertijo. El único personaje que pretendió entrevistar muchas veces y que nunca lo consiguió fue José María Aznar. Me hubiera encantado que hubiera sido posible esta entrevista. Sin embargo, dentro de la libertad de cada uno, un personaje público como el expresidente del gobierno podría haber aprendido mucho de Iñaki. En este caso como en muchos otros, recuerda una de mis manías: las preguntas suelen ser más importantes que las respuestas.
Un placer aprender de tanta gente que sabe tanto.

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