Botarlos o que voten
Tu viaje estival a África, como ves, da mucho de sí. Ese gran continente no sólo ha sido una excelente coartada para hablar de muchos temas. También lo hemos usado para imaginarnos tantas cosas, la mayoría de las cuales deben ser verdad. Ahora te das más cuenta de lo que te dije en muchas ocasiones. Los medios de comunicación nos dejan desconocer ese continente si no hay cayucos, hambrunas o conflictos de por medio. Recuerdo cómo alucinaste cuando un día te leí informaciones publicadas por una revista de misioneros en África. La revista “Mundo Negro” era. Dejando a un lado el tema religioso y tantas variantes como tiene la combinación religión-ayuda-evangelización, estas personas representan a tantas que efectúan una labor digna de tener en cuenta. Otro día te expliqué temas de esa gran revista en francés, “Jeune Afrique”. Y sacaste la conclusión de que hay mucha gente necesitada también de que se sepa de sus proyectos, de tantas personas con ideas que luchan por cambiar. Recuerda la actual experiencia de mujeres que toman las riendas del poder en varios países. O cómo ellas han sido capaces de pacificar países que han salido de muchas horribles matanzas tribales. Ahora estábamos con el tema de si deberían tener derecho a voto las personas emigrantes de esos países. La que se ha armado y más que vendrá. Ya sabes, los nacionalismos son así. Y si hay elecciones, qué te voy a explicar. Como escribe el periodista José Martí Gómez, aún nos quedan por escuchar muchas gansadas hasta las elecciones. No, esos emigrantes negros y pobres no necesitan votar. Pueden corromper o licuar la sangre cuatribarrada de la presunta raza autóctona. Han de reciclarse, normalizarse, pasar por las normas del país, comulgar con las ruedas de molino del político de turno. Deben tener miedo a que, si votan, no les votan a ellos. Ya sé que estás indignada y que el problema es más complejo de lo que reflejamos aquí. Tu visión de la globalidad luego recuerda a esos otros emigrantes, los que llegan por vía legal, aérea de primera clase o como sea. Los turistas que invierten aquí, que gozan de los lujos de una jubilación bien dorada al sol, que viven en sus urbanizaciones como si fueran islas o embajadas de su país en éste. O esos otros que representan a multinacionales, a cuadros cualificados. Ya sabes, a aquéllos de color, si no fuera que se necesitan para trabajar en lo que no quieren los de aquí, lo mejor sería botarlos (con B).
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