Crispaciones (con o sin educación)
Me preocupa y te preocupa, o sea, nos preocupa la crispación que se nota en muchos ambientes de este Estado, país, península, nación o lo que sea. No puede ser que sea cierto lo que está pasando. Tú sabes que me considero un privilegiado como para ver, observar, detectar, contrastar y reflexionar desde fuera y desde dentro.
Es fácil descubrir un ambiente enrarecido que enmascara, confunde y distorsiona las realidades. La educación siempre subyace, la Iglesia siempre está al quite. Pero ahora las propuestas de estatutos y otros papeles han sacado a esa fiera que muchos llevan dentro, sean de una parte u otra. Sabes que no soy de aquí, de Cataluña, pero llevo muchos años instalado en esta hermosa y acogedora tierra. Conoces mi procedencia de una comunidad autónoma en la que el conservadurismo lleva años conservando muchos vestigios del pasado y evitando evoluciones progresistas. Pero eso no quita para que se les escuche y se les comprenda, algo que también hacemos con los de aquí.
En medio de este paisaje, da pena la incomprensión, los estereotipos, el griterío en ambos lados, las amenazas, los boicots a productos, el revanchismo y el hablar desde el ombligo de cada uno. Viajas allá y vuelves, sobre todo escuchas, preguntas, comparas las respuestas, analizas quién las dice y sus posibles bases internas y te quedas en medio de visiones anacrónicas si delo que se trata es de la convivencia sin crispación.
No, de momento no llegamos a los adornos nocturnos de pirómanos franceses. Quien sopesa la posibilidad de que se pudieran dar aquí acontecimientos semejantes, que prevean si en vez de la inmigración no sea la crispación entre comunidades las incendiarias. Por ahora, ya han extendido la peligrosa llama del anti-, del boicot, de la calle y de la mentira.
No son comparables pero los de aquí son tan incendiarios como los de allí. Con la diferencia que a los nativos nuestros se les va el fuego por la boca. O la crispación y la incomprensión. Así no vamos a ninguna parte.
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