Carpe Diem
Sabes latín y no hace falta que te traduzca esta popular expresión atribuida a uno de nuestros clásicos latinos. Si lo pensamos seriamente, debía ser un objetivo prioritario de los años que vivamos. Aprovechar los momentos, llenar el tiempo, saber vivir los instantes sob objetivos muy antiguos.
La moda actual que siguen amplios círculos intelectuales de saborear el instante, de la atención consciente, de la lentitud y de la vida simple se alimenta de los consejos de tantos sabios que han dejado unos mensajes que algunos avispados vividores quieren convertir en originales y propios.
Dices que ya practicas en consejo latino. Quizá te pase como a todos, que los instantes no los controlamos y que nos dejamos influir cada día por tantas circunstancias que nos hacen recordar que los momentos ya vividos una vez que han pasado. No debería ser más importante un lunes que un domingo, al final vives tantos domingos como lunes. Los momentos del trabajo recuerda que pesan y duran más que los de vacaciones y ocio. Aquí el carpe diem también sirve.
Te comenté la importancia de cada momento después de pensar en unos cuantos cementerios por donde pasé este fin de semana. Ya sabes que formo parte de un grupo que camina. Debemos ser unos bichos raros. Levantarnos una vez al mes pronto para andar unos cuantos kilómetros por caminos casi abandonados, está reservado a una minoría excursionista. Y formar parte de un grupo con un lema en latín debe ser aún más extraño. Te recuerdo el lema de caminantes. Conditio vocat optimes: el esfuerzo llama a los mejores. Apunta esta frase a continuación del carpe diem. De mejores, nada; de esfuerzo, mucho.
Por los caminos de un sendero de Gran Recorrido que cruza tierras de las comarcas del interior de Cataluña, vimos muchas ermitas con un minúsculo cementerio al lado. Pobres camposantos, sin lujos, solos en medio del bosque y a la sombra del edificio religioso. Allí hay tumbas y nichos con los restos de esas personas anónimas que son las que vivieron del campo y nos dejaron lo que hoy admiramos. No hay monumentos al labrador anónimo, al pastor desconocido, al forestal, al transhumante, a tantos oficios que ya no existen y que pronto, cuando se mueran los actuales ancianos de los pueblos, desaparecerán de la memoria.
También he visto un moderno cementerio, un tanatorio y personas estimadas que sufren por la muerte de alguien querido. Aquellos y estos lugares de respeto a las personas fallecidas tienen en común la gran verdad de la desaparición. Y no te lo digo por la cercanía de fechas de difuntos.
Pensar en los cementerios puede ser un buen motivo para practicar el Carpe Diem.
La moda actual que siguen amplios círculos intelectuales de saborear el instante, de la atención consciente, de la lentitud y de la vida simple se alimenta de los consejos de tantos sabios que han dejado unos mensajes que algunos avispados vividores quieren convertir en originales y propios.
Dices que ya practicas en consejo latino. Quizá te pase como a todos, que los instantes no los controlamos y que nos dejamos influir cada día por tantas circunstancias que nos hacen recordar que los momentos ya vividos una vez que han pasado. No debería ser más importante un lunes que un domingo, al final vives tantos domingos como lunes. Los momentos del trabajo recuerda que pesan y duran más que los de vacaciones y ocio. Aquí el carpe diem también sirve.
Te comenté la importancia de cada momento después de pensar en unos cuantos cementerios por donde pasé este fin de semana. Ya sabes que formo parte de un grupo que camina. Debemos ser unos bichos raros. Levantarnos una vez al mes pronto para andar unos cuantos kilómetros por caminos casi abandonados, está reservado a una minoría excursionista. Y formar parte de un grupo con un lema en latín debe ser aún más extraño. Te recuerdo el lema de caminantes. Conditio vocat optimes: el esfuerzo llama a los mejores. Apunta esta frase a continuación del carpe diem. De mejores, nada; de esfuerzo, mucho.
Por los caminos de un sendero de Gran Recorrido que cruza tierras de las comarcas del interior de Cataluña, vimos muchas ermitas con un minúsculo cementerio al lado. Pobres camposantos, sin lujos, solos en medio del bosque y a la sombra del edificio religioso. Allí hay tumbas y nichos con los restos de esas personas anónimas que son las que vivieron del campo y nos dejaron lo que hoy admiramos. No hay monumentos al labrador anónimo, al pastor desconocido, al forestal, al transhumante, a tantos oficios que ya no existen y que pronto, cuando se mueran los actuales ancianos de los pueblos, desaparecerán de la memoria.
También he visto un moderno cementerio, un tanatorio y personas estimadas que sufren por la muerte de alguien querido. Aquellos y estos lugares de respeto a las personas fallecidas tienen en común la gran verdad de la desaparición. Y no te lo digo por la cercanía de fechas de difuntos.
Pensar en los cementerios puede ser un buen motivo para practicar el Carpe Diem.
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