Historias particulares
Estamos de acuerdo con aprovechar el momento. Pero con esto de las catástrofes, en breves instantes muchas personas han visto cómo su carpe diem se paraba para siempre. Llevamos un año terrible. Bueno, la gente pobre siente en sus vidas cómo la naturaleza se ceba con sus vidas. La naturaleza o los efectos colaterales del bienestar del primer mundo, el caso es que ni se sabe el número de víctimas que se acumulan entre el tsunami regalo de Navidad, terremotos, maremotos e inundaciones varias.
Las cifras nos asustan relativamente. Ni siquiera ya las de los accidentes de tráfico, eso sí, mientras no sea de alguien conocido. Sin embargo, detrás de cada número hay una persona con su historia particular.
No saldrá en ningún sitio, apenas importará más que a sus allegados, hasta que la losa de la memoria la cubra para siempre. Pero siempre habrá una historia, tan importante como la de quien es relevante y aparece en las necrológicas. Quizá para la humanidad será un caído más, o uno menos que alimentar, o una unidad de consumo menos (tal como llaman a la gente mayor). En su pueblo, entre su comunidad su muerte no responderá a la fría y distante estadística.
A menudo estas historias personales sólo trascienden cuando el poder mediático hace el milagro de que salten a la fama por ser protagonistas de un libro, de una película, de un documental o de cualquier programa de televisión. Esa persona muerta en Pakistan, ese subsahariano que debe volver a su aldea con la frustración de no haber sido capaz de saltar la valla melillense o ceutí, ese conductor que por cualquier motivo se empotró contra otro vehículo, esa persona que muere en su cama de casa o en cualquier aséptico hospital, ese indigente abandonado en la calle, ese enfermo terminal de sida, ese millonario que no puede usar su fortuna para curar su irreversible enfermedad, esa persona presa por múltiples asesinatos.
Detrás, siempre hay una historia particular. Y , recuerda lo que te dice tu profe de Sociales, la historia de la humanidad es el conjunto de esas historias particulares, más que las de manadamases puntuales.
Tú también tienes la tuya. Carpe Diem.
Las cifras nos asustan relativamente. Ni siquiera ya las de los accidentes de tráfico, eso sí, mientras no sea de alguien conocido. Sin embargo, detrás de cada número hay una persona con su historia particular.
No saldrá en ningún sitio, apenas importará más que a sus allegados, hasta que la losa de la memoria la cubra para siempre. Pero siempre habrá una historia, tan importante como la de quien es relevante y aparece en las necrológicas. Quizá para la humanidad será un caído más, o uno menos que alimentar, o una unidad de consumo menos (tal como llaman a la gente mayor). En su pueblo, entre su comunidad su muerte no responderá a la fría y distante estadística.
A menudo estas historias personales sólo trascienden cuando el poder mediático hace el milagro de que salten a la fama por ser protagonistas de un libro, de una película, de un documental o de cualquier programa de televisión. Esa persona muerta en Pakistan, ese subsahariano que debe volver a su aldea con la frustración de no haber sido capaz de saltar la valla melillense o ceutí, ese conductor que por cualquier motivo se empotró contra otro vehículo, esa persona que muere en su cama de casa o en cualquier aséptico hospital, ese indigente abandonado en la calle, ese enfermo terminal de sida, ese millonario que no puede usar su fortuna para curar su irreversible enfermedad, esa persona presa por múltiples asesinatos.
Detrás, siempre hay una historia particular. Y , recuerda lo que te dice tu profe de Sociales, la historia de la humanidad es el conjunto de esas historias particulares, más que las de manadamases puntuales.
Tú también tienes la tuya. Carpe Diem.
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