Huellas veraniegas
¿Huellas? ¿De qué? ¿Dónde?Gracias por avisarme de tu llegada procedente de África. Fuiste encantada a ese país que representaba uno de tantos sueños juveniles como tienes. Proyectos de ayuda a un continente víctima de nuestros países tan desarrollados. Consumimos África desde hace años. Así la tenemos. Esquilmada. Llena de gente. Extraemos sus riquezas y ellos nos devuelven también a su gente.Seguro que tu viaje te ha dejado muchas huellas. Somos turistas de lujo. Diferentes a las 1.200 personas que han venido a Canarias sólo durante este pasado fin de semana. Ya sabes, su medio de transporte era de muy bajo coste. Menudas huellas que traen cuando son rescatados. Viajes, traslados y descubrimientos de otras realidades desde la nuestra. Éste quizá debe ser uno de los sentidos de las vacaciones. Aunque cada uno se imagina su tiempo de descanso y lo construye según lo que espera de él. Tú, solidaria. Huellas. De eso se trata al final, de dejarlas, de poseerlas o de modificarlas. Viajar es eso y más. Una memoria inicial que se puede modificar mientras dura el camino y sufre modificaciones al final. Te pasará igual a ti. Lecturas de libros, Internet a tope, clicando muchas veces en esa lista de favoritos, consultas con amistades (y, entre más nativas, mejor), y las continuas miradas a esa atiborrada bolsa con los folletos turísticos que te venden ya casi cualquier rincón en papel couché. Y de presupuestos no hablemos. Son las huellas que llevas, los conocimientos iniciales, mediatizadas por tantas manos, tantas tendencias o tantas visiones como mentalidades de sus autores. Al final, llegaste allí. Ibas muy bien acompañada, con guías que sabes que te atenderían muy bien. Es lo que te mereces. Tus ideas preconcebidas las sometiste al choque con la realidad. Como siempre, tus mejores ojos para ver son el resto de los sentidos. Estuviste pendiente de cualquier manifestación cultural. Después la procesabas, la sometías a una comparación con las huellas que exportabas y llegabas a la conslusión de que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Bueno, no siempre era así. Al fin y al cabo, cada viaje es una vivencia que desemboca en interpretaciones y textos tan válidos como los de los demás. Ya sé que entre todos trajisteis varias tarjetas llenas de fotos y vídeos digitales. Antes de aportar vuestro toque de originalidad a la red, pensad que los flikr y youtube que circulan están muy saturados de más de lo mismo o de cada vez más de lo raro, casi creado para la ocasión. Todos somos informantes y ya es muy difícil distinguir la realidad real de la realidad artificial, los golpes de efecto para esos cinco segundos de gloria cuando la lista de lecturas o de visionados no para de crecer. Acuérdate cuando, hace unos meses, me filosofabas sobre el turismo. Eras un torrente de ideas muy bien pensadas. Analizabas esta industria en la que todos caemos. Decías que a veces sólo vamos a pagar más caro por lo más habitual, o a fotografiarnos delante de las mismas fotos que existen en las enciclopedias, o a concedernos un toque de distinción que nos de cierto relieve exótico cuando nuestro grupo de amigos nos contemos nuestras vacaciones, o a salvar el año académico con nuestro toque de originalidad yendo a la otra parte del mundo. Pero no todo quedaba aquí. Tu discurso seguía con la moda de los viajes abanderados por una ONG, por un proyecto solidario, por un campo de trabajo o por cualquier nimiedad que sirva para lavar nuestra conciencia de explotadores de recursos y de personas. Tu cólera se dirigía a tantas personas que viajan gratis a un país de ese eufemismo llamado Tercer Mundo para hacerse la foto. Unos lápices, unas medicinas, ropa, maquinaria, son la coartada. Después añadías que más vale eso que nada. Sólo que los viajes de tantos desplazados allí valían más que lo que llevaban. Insistías en la poca validez de esta moda solidaria, muy practicada por tantos políticos encargados de concejalías de solidaridad. Sin embargo, tú sucumbiste a la idea y acabas de venir de África y de proyectos parecidos. Dices que pagaste una pequeña parte del viaje. Menos mal. Pasado el tiempo, el tupido velo que todo lo almibara establecerá la línea del recuerdo más acorde con tus creencias, limará o justificará aquello que estuvo fuera del guión previsto y todo tendrá un final. Las fotos, los correos electrónicos de intercambio, la nueva web creada al efecto o el socorrido blog. Las huellas del paso, del paseo, del vuelo, imágenes, sonidos, colores, sabores, emociones y sentimientos. Eso deben ser los restos de cualquier viaje. Noto que desconectaste amedida que intentabas adentrate en las preocupaciones de esos nativos que tenías enfrente. Les dejarás muchas huellas también, tus sentidos a flor de piel seguro que captan el ambiente. Ellos valorarán tu atrevimiento, quizá se planteen muchas incógnitas sobre estos turistas y su forma de vida. Harán sus comparaciones y, a lo mejor, vosotros que ibais en señal de ayuda puede que les hayáis estimulado a la huida. A dejar muchas huellas en su camino hacia el norte, en cayuco, como polizones, a pie o en la parte trasera de un camión. Se quemó mucho queroseno, gasolina y gasoil para que todos cambiáramos de ambiente en estos días de asueto. La vuelta ya es una realidad. Un buen momento como para valorar esas huellas que llevamos, que dejamos y que trajimos. Marcas emocionales que asentará el tiempo, aunque estarán sometidas a muchas fluctuaciones, producidas por tantas informaciones y olvidos como nos rodean.
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