Ya conozco la letra M
Cuando a un padre o a una madre su hijo o hija les sorprende con el reconocimiento de la letra M, aun antes de aprender las letras en el colegio, deben pensar que la inteligencia la tienen en persona en casa. Tú imagínatelo: llega una revista o un periódico y, ante un determinado anuncio, la más tierna infancia se detiene en una gran M, con una forma y colores específicos, y la identifica. No la leerá pero se la sabe. No, no es un milagro ni que los genes hayan mejorado. Es un fruto más de los adelantos que nos ofrece cada día la publicidad. Es nuestra maestra que nos enseña, nos informa, nos muestra novedades, nos crea hábitos, estéticas, modelos de vida, tendencias. modas, referentes.
Te comenté mi sorpresa de hoy. En un periódico inglés se publica que los niños, antes de aprender a leer, ya reconocen la M como símbolo de una conocida multinacional estadounidense de la hamburguesa y similares. Sorprendente o no, la publicidad va más allá y enseña mucho antes que los tradicionales sistemas de enseñanza.
Todo debe ser legal, no hay sospechas de sistemas subliminales. Los asesores de las compañías publicitarias, psicólogos, sociólogos y expertos en anuncios infantiles, deben ser las personas que más saben sobre la mente humana. Te lo repito a menudo, nunca sabremos qué hay detrás de tantas técnicas que se aplican a la creación de hábitos de compra y a la mentalización dirigida de nuestras conciencias. Aquellos perros de Paulov deben ser una alegoría antigua comparado con tantas técnicas conductistas y formas de dominación.
Y lo bueno – no te sorprendas- es que encima financiamos a nuestros manipuladores (en el buen o mal sentido del término). Con cada producto que compramos sufragamos una parte de esos gastos en convencernos de que lo compremos. Curioso pero real. No tan irrisorio como parece. Es el mercado. Son sus leyes. Nosotros, sus víctimas.
Pero, eso sí, nuestros hijos son muy listos cuando juegan a acertar anuncios por sus músicas, por sus logotipos o por sus grandes letras. No se confunden, los identifican gracias al buen hacer de quienes los planifican. Ellos, los listos, hacen que nos veamos en su espejo. Y, después, compremos y presumamos de su marca como si fuera una conquista individual con efecto repetitivo e identificador.
Qué listos son.
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