Sinvergüenzas con fachadas muy formales
Sinvergüenzas con fachada de formales
Hace unos días una persona que se relaciona con empresarios de la construcción me hizo una radiografía de un tipo de gente que, si son muchos, es tan preocupante como tantos otros que deben pulular por ahí.
En un pueblo costero de la Comunidad Valenciana todos los negocios inmobiliarios están en manos de muy pocos empresarios que dominan todo el proceso constructor. El dinero no les debe caber en ningún sitio y sus ansias de tener más, tampoco. Fíjate, entre más tienen, más quieren.
Son de los que siempre cuidan el porte y sus formas en sociedad, votan a ese grupo político que no lo nombro para no hacerles publicidad gratuita, extienden sus redes por tantos círculos políticos, sociales y económicos que saben dar muy bien las palmadas en muchas espaldas. Se mueven, opinan, dicen frases para aparecer en titulares de los diarios al día siguiente, les persiguen por los pasillos del poder.
Pertenecen a esa clase de gente que ellos mismos renuncian a los servicios sociales más comunes: cuando están enfermos se van a los mejores médicos del extranjero, en vez de la policía disponen de exclusivos servicios de seguridad, sus hijos van a centros de fuera afincados aquí, los restaurantes suelen ser o caros de aquí o exóticos de allá, las vacaciones siempre las pasan muy lejos, y las inversiones o ahorros cada vez están más a salvo y más lejos también.
Antes de dejarte, quiero que sepas que quienes dominan este pueblo costero y turístico también son dueños de cada vez más clubs de alterne, barras americanas o cualquier nombre barriobajero que les quieras poner. Invierten en este tipo de establecimientos, con un incesante tráfico de mujeres de muchas nacionalidades. Pero nunca los acusarán de nada. Son de misa dominical, de procesión y de bastos de mando.
Son ellos, los de antes, los de ahora, los de siempre.
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