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el informador informal

Ataques continuos a la soldaridad en nombre de la tradición comercial

Así de claro. Ya comentamos el otro día que estamos dentro de la época dorada de las falsedades que nos ofrece la sociedad en que vivimos. Chica, es la moderna Navidad. El agosto en diciembre. Deseos efímeros. Adornos que dan luz a las noches más largas del año. Regalos. Papel de celofán que envuelve ilusiones pasajeras o eternas. La inspiración y las ganas de vivir encubiertas y focalizadas por ese deseo que aún perdura en el tiempo. La gula llevada hasta la sofisticación del extremo o de la tradición. Diversión porque toca. Felicidad gracias al calendario. Buenos deseos al pasar la hoja. La disgresión a cuenta de las posteriores rebajas.

Y casi todo lo tendrás mientras tu conciencia recibe un toque solidario que disminuya tus supuestos complejos consumistas. No, actúas bien. Mientras compras, derrochas y te llenas de objetos, que sepas que quien te cobra dedicará una parte a curar enfermedades, a regalar juguetes, a dar de comer. Esto sí que es ilusión. Ayudar a los demás mientras la felicidad nos entra por inutilidades. La conciencia, tranquila. Los productos, la mayoría fabricados por personas esquilmadas y sobreexplotadas por las empresas de aquí, se convierten en solidarios. Y si pagas con dinero de plástico, aún más. Y encima te dan puntos acumulables para obtener regalos que te alegren la vida y que elaboran esas personas que cobran una miseria por lo que tú pagas pero que cotiza al final en varios mercados bursátiles.

Es la moderna felicidad. Tú y yo también contribuimos. Cada año nos quejamos de repetir lo mismo mientras consumamos nuestras críticas consumiendo. Y en el fondo deseamos recibir regalos para poder criticar al sistema después. O para comparar con los del año pasado y sacar conclusiones de la persona que los ha hecho. Y presumimos, los enseñamos y nos ufanamos de ese toque de exclusividad o diferencia. Nos aportan un punto por encima no se sabe de quién.

Es una realidad muy extendida. Menos mal que cada vez hay más gente consecuente que no cae tanto o nada y saben vivir otras realidades. Puede que conecten más con los principios del que nació en Belén o que sean una semilla más que pronto fructifique en otro orden personal. No te desanimes, también puede que seamos excepciones que entonamos los mismos argumentos que vuelven a casa... por Navidad.

 

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