Francia echa chispas
Más que chispas, incendios. No sólo de bienes materiales. Modelos y mentalidades que pueden venirse abajo. Y, como casi siempre, balones fuera a la hora de culpabilizar. O sea, los de fuera son culpables. Aunque hayan nacido aqui. Parecen no ser ciudadanos de primera. A lo mejor nunca lo fueron. Por eso estaban en unos barrios lejos del centro, marginales. Todos casi juntos, en su mundo que era no olvidar el de África, ahora con parabólicas enfocadas allá, con webs, blogs y SMS de móviles.
Quizá les dieron oportunidades y no las aprovecharon. Se creyeron con más derechos que deberes. Jugaron a víctimas y no lucharon por imponerse pacíficamente. Se conformaron con la vida fácil, el subsidio, el negoco negro e ilegal. Renunciaron a un ritmo de vida diferente al de sus originarios progenitores, reprodujeron el de estos y perdieron el hilo de la vida del país que les acogía, una nación modéliaca en sus documentos declaratorios de derechos humanos. Por lo menos sobre el papel. Pero la calle también habla y una pequeña espoleta o brizna no provoca chispas sino incendios. De coches y de rabia contenida, de diferencias respecto a la población de referencia.
La monotonía la llenan con divertidos incendios de coches, como si quisieran renovar el parque automovilístico francés. Una macabra moda, una hoguera nocturna continua como si estuvieran a los mandos de la playstation o de cualquier juego online. Salir de marcha para deleitarse con incendios y explosiones. Luchar contra el sistema, contra algo o contra no saben qué a cambio de una foto como protagonistas del acto heroico de un coche en llamas. El mensaje que transmiten quizá a muchos protanonistas les ayuden a descubrirlo las sesudas reflexiones de observadores de butaca. Ellos van a lo que toca y dicen protestar así de una situación en su país de acogida o denacimiento.
Los aires violentos que llevan tiempo soplando en Francia merecen reflexiones que duren más que la actualidad violenta. Miedo a reproducirse aquí, mirarse el ombligo por si aquí también hubiera guetos, o casas donde se hacinan muchas personas, o de qué vive tanta gente con o sin papeles. Y qué piensan.
Las peores chispas están en la mente de las personas que viven situaciones difíciles. Mejor que apagarlas es prevenirlas. Pero de eso no se habla hasta que las birznas encendidas nos queman nuestro estatus vital.
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