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el informador informal

Nuestro homenaje a Pedro y a Gregorio por parques y por Picos

Querida compañera de aventuras y viajes, nuestra admiración por la naturaleza nos permitió abandonar nuestro lugar de residencia, cercano al parque natural de Sant Llorenç del Munt i Serra de l’Obac, en Barcelona, y repasar tres parques nacionales situados en extremos no de la península ibérica sino de eufemismos bajo nombres diversos: España, Estado, Estado español, patria, etc. Por cierto, no sabías quién era Pedro Pidal pero pronto lo descubrirías. Sobre la identidad de Gregorio Pérez “El Cainejo”, mejor ni te la pregunto. También sabrás cuál fue su papel en la historia de la escalada española.
Recuerda que iniciamos el verano en las islas Canarias porque tú así lo decidiste. Tengo mejor vista que tú, me decías mientras te reías hasta de tu sombra. Más vale tomarnos tal como somos siempre con humor, es una de tus frases favoritas. Tus sentidos adolescentes afinan más que lo que algunos vemos con ojos protegidos por gafas graduadas, lentillas u operaciones diversas.
Las antiguas pero recientes erupciones volcánicas nos impresionaron. Gracias, Teide, o Cheide, aquel dios que las leyendas guanches lo encumbraron a tan alta cima. Un parque nacional de contrastes, terreno lunar, colores, formas, ascensión suave pero continuada, gente, mucha gente, casi tanta como esas amigas lagartijas que nos saludaban desde cualquier piedra. Una cumbre de acceso restringido, centro de atención para tantos científicos que parecen no querer alarmar con posibles nuevas erupciones.
Impresionados con un paisaje exterior que también puede erosionar tus dogmas, inmersos en un gentío conducido por acotados terrenos asfaltados, rodeados por variada tecnología digital y por agua envasada en plásticos varios, el Teide nos dejaba contemplar el fruto de sus anteriores actividades, con formaciones rocosas propensas al retrato instantáneo, con surcos sólidos de emanaciones varias, con ese resultado externo de tantos años de movimientos. Muchos turistas van tan de paso que apenas oyen el eco de continuas noticias que alertan de posibles nuevas actividades volcánicas. Tiene sangre joven este Teide y puede que aún la vuelva a derramar por sus laderas. Eso parece que sospechan tantos equipos de expertos que lo estudian con cuidado, ayudados por nuevas tecnologías que auscultan a nuestro protagonista para avisarnos de sus mínimos aspavientos.
Así estábamos cuando la altitud y las piedras dieron paso al agua marina, a una nueva isla y a nuestro segundo parque nacional canario. Contrastes, aparente lejanía pero siempre nuestro Teide al fondo, el destino en el parque nacional de Garajonay, en La Gomera. Lluvia horizontal, laurisilva, fayal-brezal, vegetación del terciario, escasa población y turistas, minorías que descubren una isla ausente de catálogos, un océano inmenso que aquí se tranquiliza y enseña sus mareas, sus olas y la magia del horizonte teñido de esos colores tan usados para fotos de catálogos, salvapantallas de ordenadores, fondos publicitarios o para transmitir espiritualidad y relajación con un original power point . No lo niegues, siempre te ha gustado que te describa el último que me llega y, después, me sorprendes con una curiosa deducción como si de un juego se tratara. Intentas adivinar cómo es la persona por su mensaje y por el power point enviado, sea hecho por ella o transmitido.
Dos parques canarios, dos espacios protegidos y vigilados. Después contrastabas tanta protección de aquí con esas polémicas de allá originadas por tantos incendios, tanta destrucción, tantos árboles testimonio de muchas historias personales, tantos recuerdos de quienes los dejaron en herencia, tanta sequía y tantas incógnitas cuando oías que casi todos son provocados. No te conformabas con estas atribuciones de culpabilidad, te interrogabas sobre las posibles razones de esos supuestos incendiarios de lo verde, cómo juzgaban a la naturaleza, cuáles eran sus intereses, qué culpa la del bosque, por qué la venganza, a qué tanto gasto de recursos y cómo les narcotizaría el olor a cenizas, el resplandor de las altas llamas, el sudor ajeno y ese paisaje final originado por sus provocaciones. Tantos incendios causados casi siempre por algún motivo. Mientras todo eran condenas, tu curiosidad daba un paso más. Me gustaría reunirme con todos los que provocan incendios, en un lugar secreto y a puerta cerrada. Querría que me explicaran sus razones, saber el fondo de sus actos y que le pusieran voz a sus sentimientos posteriores a la tragedia forestal: qué notaban, cómo disimulaban su autoría, qué beneficios habían obtenido, qué habría que hacer para que no lo repitieran, si les ayudaría la cárcel para un posible arrepentimiento. Eso decías desde tu más firme condena a la destrucción, aunque no la pudieras ver.

Picos

Los parques nacionales canarios fueron la primera escala. De punta a punta. Avión, carretera, amigos, planes, refugios de montaña y ya estamos en Riaño, León. ¿No te suena este pueblo? Eres muy joven para conocer antiguas realidades muy presentes en esta muy querida provincia de León. Ya sabes que el curso alto de los ríos se ha visto domesticado por los pantanos, y más desde aquel dirigente español llamado Franco. Inauguraba paredes de cemento sin parar porque ese acto mediático era un símbolo. Para unos era progreso a costa de enterrar pueblos, flora y fauna. Electricidad, canales de riego, el progreso con energía. Riaño es un símbolo de oposición a una gran obra hidráulica. Muchos fuimos allí y dejamos nuestro testimonio. Una vez te enseñé una foto publicada en una revista en la que nos pillaron in fraganti en Riaño firmando nuestra oposición. Pasamos por encima de la pared, el embalse está lleno, dicen que apenas se utiliza para regar, que hay dos centrales eléctricas, se ven barcos de recreo, el nuevo Riaño en un alto, con su recuperada antigua iglesia y con el pico Yordas como testimonios de tantos cambios.
En Riaño nos esperaban nuestros amigos guías. Luego notaste la grandeza de estas dos personas, sus cualidades humanas de las que no vamos a hablar porque a ellos no les gustaría sentirse retratados aquí en público. El norte de esta parte de León ya pertenece al parque nacional de Picos de Europa. Verdes valles, vegetación de árboles caducifolios, lluvia, vacas, trashumancia, emigración, turismo, excursionistas, senderismo, caza, nieve, bastante nieve en invierno aunque mucha menos de antes a decir de quienes aún tienen la habilidad de ir en madreñas. El puerto del Pontón deja ver la comarca leonesa de Sajambre, con casas de indianos y antesala del espectacular desfiladero de Los Beyos, puerta de entrada por carretera a Asturias. Ya te lo había avisado: carretera estrecha, curvas y más curvas, paredes verticales, el río Sella abajo y Asturias cerca.
Cangas de Onís nos recibió con agua, mucho agua y polémica en los alrededores de La Santina, la Virgen de Covadonga. Para evitar el colapso veraniego en los Lagos de Enol y la Ercina, el Principado diseña un plan. Cada cinco minutos suben autocares lanzadera que te dejan arriba. Pretenden evitar un problema mdioambiental no permitiendo dehar subir ningún coche a partir de primera hora de la mañana. Pero crean otro problema mercantilista: se quejan los puestos turísticos de que la gente no accede a ellos porque el autocar les une la salida y la llegada. La gente no visita los santos lugares del recuerdo. Además, dicen que estos autocares van vacíos, colapsan la subida y también contaminan.
Aquel día subimos a los lagos al oscurecer en medio de una lluvia impresionante. Tanto que, arriba, para hablar de un coche a otro, aparcados al lado, había que hacerlo con el móvil. Una imagen de risa, la lluvia fomenta el uso del móvil, hablar viéndose al lado. Te hizo gracia cuando te conté lo que estábamos haciendo y las bromas que nos gastábamos ante tanta ridiculez comunicativa. Son los nuevos tiempos, amigo, me decías con tu naturalidad tecnológica. Encima que te entiendes y no te mojas, te ríes de una comodidad que te evita un posible resfriado. No te quejes, me respondiste mientras volvías a colocarte en tus orejas el I-Pod con tanta música almacenada para escucharla en el centro del culto asturiano. Nuestro objetivo incumplido era dormir en el refugio de Vegarredonda. Llegar hasta allí lo dejamos para la mañana siguiente. Teníamos que subir antes de las 9 dela mañana para que nos dejaran subir en nuestro vehículo. Y lo hicimos.
Una mañana soleada, carretera en continuo ascenso permitiéndonos cada vez una mayor amplitud de la perspectiva. Picos, valles, lejanas nieblas, horizontes lejanos, subida pasando históricos miradores con la virgen de Covadonga que se nos perdía allá abajo. Y arriba, parte de los Picos de Europa. No supe decirte a qué viene este apellido tan europeo. Bordeamos el lago de Enol, vimos pequeñas casas en medio de prados, hechas para uso ganadero y de sus pastores y aparcamos en un espacio en donde aparecía un letrero. Un pastor rogaba que no se aparcara allí. Era su salida con los animales. El cartel denotaba anteriores dificultades, vacas sin salida por culpa de coches estacionados. Un cartel que pedía respetar esa puerta en el campo, lugar de paso animal.
Una hora de subida por entre fresnos, hayas, pastos, muchas vacas, cuevas propias de estas rocas calcáreas, el sendero bien marcado que nos condujo al refugio de Vegarredonda. Ya no había árboles, sólo rocas calizas blanquecinas que enseñaban inimaginables formas cinceladas por el efecto erosionador del agua. El refugio estaba al mando de dos parejas no muy simpáticas. Luego lo captaste, palabras parcas, frases sueltas, evitar conversaciones y cualquier explicación que no estuviera escrita en las innumerables órdenes colgadas en los tablones de anuncios. Curiosidades: todas las mochilas se metían en jaulas metálicas, se subía al dormitorio sin botas ni bastones, arriba el espacio estaba tan aprovechado que no era recomendable para claustrofóbicos. Eso a ti te daba igual. Tú te hiciste tu composición de lugar y te adaptaste al medio. Como los demás. Al mediodía insististe en hacer la planificada excursión que tanto nos habían recomendado nuestros amigos guías. Nos esperaban varios regalos finales siempre que el tiempo fuera amable con nosotros. Mira que los días pasados la meteorología permitió disfrutar del sol pero el día anterior a nuestra llegada ya volvió a cubrirse con lo típico de la zona: niebla, lluvia, sol, nubes, y así son estos parajes. Un encanto que hay que aceptar y disfrutar. Eso nos planteamos en nuestra ascensión hacia el mirador de Ordiales. Roca y más roca a un lado y otro de la senda, formas recortadas, labradas, muchas cavidades por donde penetra el agua y destruye la caliza originando nuevos paisajes que a su vez dan lugar a otros. Y así seguirá siendo para disfrute tuyo también. Apreciabas mis descripciones, tocabas las superficies rocosas, te las imaginabas entre grisáceas y blanquecinas, llenas de oquedades que retenían el agua de la lluvia. Ibas bien guiada. Este terreno está lleno de cuevas, algunas usadas antes como refugio de pastores y ahora como protección de la lluvia, los espeleólogos se lo pasan muy bien por estas profundidades, un terreno kárstico pero duro y agreste para caminar, con el encanto de los riscos, de sus cumbres aptas para muchas actividades nombradas hoy como outdoor (¡no tendremos palabras en español!).

Ordiales

Subir al Ordiales nos sorprendió con estampas y postales para todos los gustos. Se va por una senda que forma un PR (pequeño recorrido, con marcas blancas y amarillas), con mucho té de roca por los lados, hierba comida por rumiantes y ya casi seca, allá arriba los corzos que nos otean en lontananza dibujando su silueta en las cumbres, un refugio abierto a merced de quien lo use, dolinas, más cuevas y el final del recorrido. El mirador de Ordiales maravilló tanto a nuestros amigos guías que nos convencieron para venir a compartirlo todos juntos. No paraste de interrogarme por el atractivo de este mirador en lo alto. Ahora te lo explicaré.
Nuestros amigos sabes que son, además de buenas personas, avezados excursionistas que pertenecen a un club de León que organiza salidas con abundantes explicaciones a cargo de expertos en flora, fauna y amplio conocimiento de los terrenos que pisan. El año pasado este grupo y otros de Asturias se reunieron aquí en otoño para homenajear a Pedro Pidal. ¿Quién fue? Un marqués asturiano fundador de los primeros parques nacionales españoles, amante de la naturaleza, escalador y personaje que el año pasado revivió por ser el acompañante de Gregorio Pérez, “El Cainejo” en la primera ascensión que se hizo al Naranjo de Bulnes, llamado por los asturianos el pico Urriellu. ¿Por qué aquí, en el mirador de Ordiales, donde estamos situados? Debajo de nuestros pies está enterrado Pedro Pidal, fue una decisión que tomó en vida. Un espacio montañoso resguardado por estas rocas que son el principio o final de este amplio valle por donde hemos venido, de origen glaciar. Detrás, cuando la niebla nos lo permite, apreciamos una de esas panorámicas que impresionan. Es el valle de Amieva, un pueblo asturiano situado allá abajo y al fondo, rodeado de prados con cabañas y una central eléctrica que aprovecha los recursos hidráulicos de la zona. Estamos en los Picos de Europa centrales, allá se vislumbra el desfiladero de los Beyos, a nuestra izquierda los Picos occidentales y, más a la derecha, los orientales, ya en Cantabria. Pedro Pidal tuvo buen gusto, me dijiste, su tumba es un motivo más para cumplir seguro que con uno de sus deseos: compartir la belleza de este paisaje desde el presente y hasta la eternidad. Aquí está él pero pronto completaremos el círculo. Mañana iremos a dormir al pueblo de su guía en la zona, a Caín, el pueblo más bajo de la provincia de León, con 480 metros de altitud.
De nuevo en el refugio, completamos el nublado día con mucha niebla, a seis grados de temperatura, diversidad de montañeros pero muy buen ambiente. Más amabilidad entre éstos que no entre los guardas del refugio. Observé que te gustó venir y darte cuenta de cómo se vive en un espacio así. Recuerdo que pensabas en lo poco que necesitamos a veces para existir, nos cabe en una mochila. Podemos prescindir de muchos lujos o comodidades. Tan cerca de todo lo que hay allá abajo y tan solos en medio de este pedregal. Y el gusto con que se aprecian cosas que no les damos importancia: una baraja de cartas, un café caliente, una cerveza, una cena, una infusión, una ducha cronometrada, un lavabo, una estrecha cama, la protección de un saco de dormir, un tejado donde resguardarse, un móvil con cobertura, una bombilla con luz.
La bajada para buscar el coche estuvo muy acompañada. Un incesante gentío subía y se dispersaría en tantos objetivos diferentes como nos relataban cuando nos saludábamos al pasar. Potentes cuádriceps, cargadas mochilas, bastones y varas de apoyo y la vista perdida en ese plan trazado antes. Muchas ilusiones que se cumplirían si las fuerzas y la suerte obtenían el beneplácito del buen trato que debía dispensar la montaña. Ella te ha de dar su permiso para que después se lo agradezcas una vez abajo. Deshicimos el camino, desfiladero de Los Beyos, zona de Sajambre (donde hay muchas rutas, entre ellas la Senda del Arcediano), puerto del Pontón, puerto de Panderruedas y acceso al valle leonés de Valdeón. Un valle muy castigado antes por la nieve, con pueblos aislados, un sitio noticia cada invierno. Ahora dicen que aquí también se nota el cambio climático y las modernas máquinas quitanieves. Ya no nieva como antes. Ya nadie queda aislado, aunque cada uno pueda estar solo en compañía o solo consigo mismo. La bajada a Valdeón nos sorprendió con el conocido mirador, ese espacio acondicionado como puerta de entrada al valle, para la foto de rigor y para admirar la grandeza de unas montañas relativamente próximas al mar.
Mientras descendíamos por la serpenteante carretera te expliqué el trabajo de un grupo de personas. Recogían hierba segada antes y ya seca. La amontonaban, la cargaban en el remolque del tractor y luego la guardarían para alimentar a los animales en invierno. Hoy ya quedan pocos que aún sigan con el oficio. Antes se segaba a guadaña y mucha gente fue la que le dio la fama que tiene el valle hoy de ganadero: vacas y cabras sobre todo. Te interesaste por las causas del abandono de estos ancestrales oficios. Buen tema, compañera. Causas: las nuevas generaciones han huido de oficios muy sacrificados, el campo y la ganadería ya no son rentables, la Comunidad Europea no para de invitar a abandonar aunque ponga el caramelo en la boca de las subvenciones, es mejor venir en verano y marchar, el turismo ha abierto la puerta al sector servicios. Recuerdo que te preguntabas en voz alta: ¿se nos van a acabar los jardineros del campo? No seamos pesimistas, te comenté, aunque luego me notaste cierto escepticismo. Hemos de tener una mentalidad abierta a los cambios que se avecinan, una evolución más rápida que la de épocas anteriores.

Caín

Los accesos a Caín desde Posada de Valdeón notaste su grado de vértigo por mis comentarios ante una carretera de montaña estrecha, donde sólo cabe un coche con la montaña a un lado y un precipicio sin ninguna valla quitamiedos. El río Cares al fondo es un buen colchón que puede parar a los despistados. Nuestra confianza la depositábamos en nuestros expertos guías. Ya sabían cómo disminuir el miedo que daban los últimos doscientos metros antes de ver el letrero de Caín. Es el pueblo más bajo de León, sus 480 metros se protegen por sus picos con neveros hasta en verano pero en Caín no nieva por su situación. El actual núcleo habitado se llama Caín de Bajo. Antes nos explicaron que había otro pueblo, al que un día visitamos, Caín de Arriba. Los cainejos bajaron por las mejores condiciones de vida que ofrecía el actual espacio y por los cambios de formas de vida que provocaban los nuevos tiempos. Te impresionó mucho cuando nuestros amigos nos dijeron que antes los cainejos no solían morir en su casa. Se despeñaban en sus actividades cotidianas: yendo a buscar las cabras, o sacándolas de zonas aéreas, transportando queso de un secadero a otro o a los mercados donde los vendían.
Caín nos recibió con varios monolitos y placas al otro lado del puente. En total y d emomento, cuatro. Descubriste luego a quién estaban dedicadas. Y me hiciste copiar todos los textos, que incluyo ahora:
- Primer texto:
o “A Gregorio Pérez “El Cainejo”: ‘ No hice más que colocar mis manos y mis pies donde Gregorio había puesto los suyos’. Pidal
1 de agosto de 2004
Los Montañeros de León
- Segundo texto:
o 1904-1974
El Cainejo
A Gregorio Pérez El Cainejo en el 75 aniversario – Primera ascensión al Naranjo de Bulnes
5 agosto 1979
- Tercer texto:
o El equipo de Al filo de lo Imposible, a Gregorio Pérez El Cainejo precursor de la escalada de dificultad en España que junto a Don Pedro Pidal escaló por primera vez el Naranjo de Bulnes
En memoria
5 de agosto 1904 – 5 agosto 1993
- Cuarto texto:
o A Gregorio Pérez (1853-1913)
Muy esforzado, valiente, generoso y leal compañero de Don Pedro Pidal en la primera ascensión al Naranjo de Bulnes, el 5 de agosto de 1904.
Homenaje del G.V.M.A
Agosto 1979

La deducción de tantos recuerdos es lógica. Es el orgullo de Caín a su paisano que fue quien ayudó al marqués a ascender por primera vez el Naranjo de Bulnes el 5 de agosto de 1904. Las placas no dicen que Pedro Pidal compró la cuerd que usaron en Londres, que llevaron dos botellas de vino, que una se la bebieron arriba y otra la dejaron para demostrarle a su rival francés que ellos ya habían llegado dos años antes que él, que para llegar al Naranjo tardaron dos días y que antes se entrenaron en un pico considerable. Hechos de un pastor que representa a tantos cainejos anónimos y a muchas personas que han dedicado su vida a cuidar de sus animales en el campo, sin importarles el tiempo u otras circunstancias.
Te puso muy contenta cuando conocimos a un nieto del escalador, un señor mayor que nos lo confirmó mientras fabricaba artesanalmente un rastro con una madera de un nogal que había sido roto por un alud de nieve. Estaba sentado a la puerta de su casa, con las mismas herramientas que habían usado sus antepasados. O la conversación que mantuvimos con otro señor mayor del pueblo. Gente que aún salen a vigilar sus cabras u ovejas por unos desniveles que hay que ver y andar para explicar. Este cainejo nos dijo que de su edad había treinta personas, que salían cada día y con unas piernas en forma. No se te olvida la vista y el olfato con que le predijo a otros excursionistas que no serían capaces de subir por donde pretendían. Al poco rato bajaron para confirmárselo. Pensabas en voz alta, te interesaba cómo sería la vida aquí antes, te costaba creer que se puede vivir sin tus comodidades, como si éstas hubieran estado siempre. Y admirabas a esta gente a medida que hablábamos con ellos y que nuestros amigos nos relataban los avatares de unos tiempos duros.
Caín nos ofreció esa ruta tan paseada, la del Cares, que ya conocíamos bastante, y también otras que tú no hiciste. Por ejemplo, la llamada Cuesta Duja, que sale de los primeros kilómetros de la senda del Cares. Te reías cuando yo explicaba el miedo que pasé, ese vértigo que pudo conmigo desde el primer momento y eso que yo había hecho ascensiones más difíciles. Fue el efecto psicológico de la primera subida muy en vertical con el precipicio del río Cares allá abajo. Pero la belleza de las cinco horas merecieron la pena. Mi respeto por estas cumbres calcáreas, mis limitaciones y un paisaje con niebla, con lluvia, con cabras y con árboles como hayas, tilos, robles y la seguridad de unos amigos que te guían y se preocupan por ti. Qué más pedir.
Caín ha cambiado desde las veces anteriores en que fuimos. Hay más hostales, un nuevo albergue, personas amables y hospitalarias, caminantes, excursionistas y los turistas de cualquier lado, y solteros. Dicen que hay veinte. También se ven chicas cubanas instaladas en el pueblo. Casas mejores, un entorno abierto a las visitas pero aún no demasiado domesticado para las grandes muchedumbres, con comidas contundentes como la fabada, las alubias con almejas, corzo, cabrito, trucha con jamón, ternera, pote. Un paisaje cambiante, típico de la vertiente norte y de Picos de Europa, unas montañas con tantas tonalidades como las que nos brindan los cambios de la meteorología, en especial el efecto de las cortinas de niebla que desdibujan los picos o los ocultan por partes, o el sol con sus matices desde el amanecer hasta el atardecer.
Te gustó este pueblo encajonado al final del valle de Valdeón, esa antigua construcción para cazar lobos llamada El Chorco de los lobos, la ermita de Corona, donde dicen que coronaron a Don Pelayo, y el queso de Cabrales y la mantequilla artesanal que compramos en Posada de Valdeón.
Bien sabes apreciar este modelo de ir por el mundo, parecido al de tantas personas que se buscan rutas a su gusto y condición. Unos días vividos en la zona de Pedro Pidal y de Gregorio Pérez, nuestro homenaje a ellos sin placas pero con cariño y respeto.

1 comentario

Escelente relato -

Acabo de caminar la senda del cares y algo del entorno y he vuelto a revivir exactamente lo mismo con tu relato.......Saludos