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el informador informal

Risas agrícolas

Déjame que relate en público la curiosa conversación de hace pocos días. Aunque ya la sabes, merece la pena explicarla de nuevo. Castilla, además de ancha, es extraordinaria. No tan plana como los estereotipos cuentan, no tan tan seca ni tan despoblada de árboles. Bueno, casi parecido con lo que queda del abandono rural. Una pena que diga esto quien también participó en la marcha. Pero es una tierra adorable cuando intentas descubrir la belleza de sus matices y en tu alma permanece ese paisaje espiritual cantado por muchos escritores y poetas. Pero parece que sus habitantes no opinan lo mismo. Por lo menos algunos predican en público su rechazo a costumbres y trabajos que se pierden en los tiempos. Una mentalidad muy bien definida por un castellano en un periódico reciente: “Somos derrotistas de nosotros mismos”.Un campesino de setenta años, ya jubilado, aún trabaja las tierras de secano, no por necesidad sino por apego a una tradición y a unas costumbres productivas. Ha trabajado toda la vida en un medio árido, de intenso frío en invierno y riguroso calor en verano. En un pueblo de Zamora que limita con León. Su honradez la practica hasta el último detalle. Dice que no quiere que nunca nadie hable mal de sus hechos. No deudas, cada uno lo suyo. A esta edad, con una lesión sin arreglo en un músculo de un brazo, este caballero (muy merecido título) deja de arrendar unas tierras este año porque ya no puede. Además, su hijo mecánico se ríe de él porque, ya jubilado, aún se dedica a esto. Por ganancias, el joven gana en un mes casi tanto como su padre en un año con la pensión. Pero sus risas son hacia todo lo que significa vivir como su padre. Y él lo cuenta con respecto al hijo aunque, en su fondo más noble, esas palabras le hayan significado graves punzadas a tantos antepasados suyos. Se conforma y sigue en su territorio. Está orgulloso de su hijo mecánico, de cómo un día dudó entre quedar en el pueblo y seguir con el campo o irse a un taller cercano. Como ha pasado en muchas familias, desearle lo mejor a un hijo o hija es que se marche. Y así tenemos a nuestra amada Castilla. Quizá derrotista pero también con nuevos proyectos que, de momento, son islas. Ya hablaremos otro día de más observaciones castellanas. Mientras, un brindis por tantas personas labradoras del campo castellano. Y el que se quiera reír, que vaya aun taller. A ver si lo arreglan.

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