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el informador informal

Otoño en el Montseny y sus alrededores, con los sentidos a flor de piel

Caminar en otoño por los bosques es tan sugerente como hacerlo durante el resto del año,  si no fuera por los mensajes que la naturaleza envía a los sentidos en esta estación.
Todas las montañas son idóneas y respresentativas. Cojamos una cercana, el Montseny. Quien no la conozca puede situarla y conocerla por una de sus riquezas, que explotan muchas compañías de agua mineral embotellada. Pretendo que una chica como tú conozca una montaña como ésta. Para ello te relataré una experiencia.
Soy víctima de tus bromas cuando te digo que me gusta caminar y que, desde hace años, participo en caminatas de larga distancia. Me dices que vigile con la edad, con la vista no muy afortunada que tengo, con el corazón y con los abusos que provoca en las articulaciones hacer más de cincuenta kilómetros seguidos. Tienes razón pero ya sabes, uno sigue haciéndolo aunque haya achaques y los resultados nunca se sitúen entre los mejores. Todo lo contrario.
El Montseny es un pulmón natural de la provincia de Barcelona. Y es el punto de partida o de llegada de muchas travesías. Los de ciudad echamos la adrenalina, nos ponemos a prueba, vemos nuestras limitaciones y nos maravillamos de una naturaleza diversa que te sorprende en cada estación. Quien nos convocó en esta ocasión fue la Agrupación Científico-Excursionista de Mataró. Organizan muchas actividades a lo largo del año. En esta ocasión, fíjate en el nombre, La Marxassa. Imagínate cómo será si la comparas con otra más familiar que la llaman La Marxeta. La Marzassa recorre una distancia de 63 kilómetros con un desnivel acumulado de 3.110 metros. Lo de menos es el tiempo que se tarda. Los más rápidos y los más lentos los iguala el camino.
La gente de la organización es admirable. Un día al año, hoy por ejemplo, se dedican a ayudar a quienes se apuntan a La Marxassa. Son espléndidos, con una ilusión que la transmiten  a quienes llegamos cansados. Su nivel de atenciones, excelente. Son el ejemplo de tanta gente que organiza cosas para que otros disfruten, sin recibir a cambio nada más que la satisfacción de haber contribuido a hacer la vida un poco más agradable a los demás.
Imagínate un sábado 22 de octubre a las 5 de la mañana en Mataró. Gente de mjuchos sitios que han acabado su semana laboral e inauguran el fin de semana con un madrugón con el único objetivo de recorrer tantos kilómetros. Algo  encontrarán para hacerlo. Intentaré transmitírtelo.
Subir a uno de los autocares que te lleva al punto de salida, a la ermita de Sant Martí de Montseny, significa descubrir a gente intrépida que se pone a prueba física y mentalmente. No sólo cuenta el físico. Si tu cabeza no aguanta los contratiempos corporales, si escucha demasiado los pequeños problemas de tu organismo, la retirada es la más fácil solución.  La comodidad es una enemiga de la lucha, de eso que llamamos tú y yo como la conquista de lo inútil. La carretera, de noche, te anuncia en cada curva que estamos en otoño. Los remolinos de tantas hojas secas, las hojas amarillentas de los árboles y el continuo desprendimiento de éstas con el viento te sitúa en el otoño en el Montseny. Una estación que te mostrará su colorido aspecto a medida que la luz puede con las tinieblas de esta hora tan temprana. A las 7 de la mañana es de noche pero los músculos está esperando el inicio. Justo ahora. Los tramos de bajada continua en fila son la antesala de caminos más anchos, pistas y algunos tramos de carretera.
A estas horas, los pájaros ya entonan sus cánticos y el incesante murmullo de tantas bajadas de agua son dos músicas naturales en el camino. El agua, tanta agua como brota en esta montaña, mucha de la cual servirá para ser explotada por multinacionales que han tomado el Montseny al asalto. La embotellan, explotan los acuíferos y a veces, sólo dejan en los lugares pocos puestos de trabajo y mucha contaminación de plásticos y derivados.
Continuos repechos te ayudan a calentar los músculos y a probar tu estado físico. Fíjate, es fácil confiarse y en los primeros momentos desgastar tus reservas sin pensar en el largo camino que te espera. Al final aprendes de tus torpezas, prometes corregirlas la próxima vez pero te ocurrirá otra cosa, te volverás a prometer no caer y así sucesivamente. Caminar así es un continuo aprendizaje y la perfección está más en acomodarte a las circunstancias que en soñar situaciones ideales.
El Montseny siempre es amable y en otoño más. Espacios como la Font Martina, Fogars de Montclus, Campins, son nombres en medio de los cuales se ven arroyos de folleto turístico, cascadas de agua de postal y la típica vegetación caducifolia que te muestra tantos matices de colores en sus hojas. El suelo es una muestra de productos que son un regalo comestible. Los erizos de las castañas te descubren esos frutos típicos de primeros de noviembre, los madroños adornan los caminos con tantas frutillas rojas desgranadas a tu alrededor, las setas están a tu disposición en gran abundancia, los palosantos o kakis, los higos de las chumberas y, por encima de todo, la gente que participa.
Las personas de estas largas caminatas de resistencia son diversas. Sin embargo, el camino une y a menudo muestra las mejores cualidades que llevamos las personas llevamos escondidas en nuestro interior. Por ejemplo el compañerismo, la solidaridad y la ayuda. Ya sé, me dirás que habrá de todo. Cierto. Pero yo tengo grandes recuerdos de las aventuras por los senderos y caminos. Sales con un grupo de amistades y el recorrdido sitúa a cada uno en su lugar, con sus circunstancias. Quedarte solo te da la oportunidad de escucharte a ti mismo, de ir con la mente en blanco, de oír esa música que te brinda el MP3 o de compartir tramos con tra gente que va sola también. La aventura a veces está más en cómo se llega que no en el final.
Sant Celoni, Sant Martí de Montnegre, Vallgorguina, el Santuari del Corredor, Sant Martí de Mata, Mataró. Sitios de paso que estaban llenos de tanta gente que practicaba el ocio a su manera. El camino fue una muestra de la actividad humana más diversa: amantes de las setas, leñadores, paseantes, deportistas que entienden el camino como nosotros, amantes de la buena mesa en tantos restaurantes como hay, y vehículos. Muchos vehículos de todas clases y colores. A veces ya son plagas peligrosas. Como la moda de los todoterrenos que parecen los amos y señores. O las motos de cross y la última especie de invasores, los quads. Según quien conduzca estos artefactos, caminar puede convertirse en un peligro. Su única ley es la velocidad y la demostración de la fuerza que da el precio del aparato y la ostentación. Debe ser la única aventura semanal de sus propietarios. Y le llaman deporte.
No quiero cansarte más con mi particular forma de aventura. Sólo incidir en el valor humano de la gente. Lo digo siempre: la gente, el paisaje y la organización justifican no dormir, participar y cansarte. Hablé con varias personas y descubrir en especial a una. Hubo un hombre que subió conmigo en el autocar que me transmitió su testimonio y experiencia con la Núria-Queralt, una caminata mítica que yo he hecho en dos ocasiones. También, con la Matagalls-Montserrat de este año, un reto pasado por muchos litros de agua al principio. Su experiencia la compartió conmigo tanto que me sentí como su compañero de fatigas. Pero mi gran descubrimiento fue una chica con la que compartí los últimos quince kilómetros. Era de Sabadell y se llamaba Montse. Iba sola y padecía algunos problemas parecidos a los míos. Ambos pagábamos el tributo de la distancia pero queríamos llegar.
Te aseguro que hablamos de muchas cosas y que supimos llegar al final. Para mí fue un ejemplo de querer y poder, de enfrentarse a un último tramo con tendinitis pero con mucha ilusión. Créelo, me enseñó mundo y me transmitió la ilusión de alguien mucho más joven que yo que tiene muchas ilusiones. Imagínatelo, creí subir al Kilimanjaro cuando ella me explicaba su aventura con su compañero por tierras de Tanzania. O sus experiencias por otras tierras africanas o de América latina. Y, sobre todo, su ilusión por acabar La Marxassa. Créeme, sentí una gran alegría interior por ella al final. Luchó y lo consiguió, fue una recompensa más. Como estoy seguro de tantas como tendrá, aquí en estas caminatas o en la vida en general.
No me preguntes si vale la pena participar y ver el otoño así. Claro que sí. Tendré agujetas pero volveré a otra de estas conquistas de lo inútil. Tú y yo llamamos así a estas aventuras en que el valor es físico y espiritual. El del dinero se lo dejamos a otros, a los de siempre.
 

 

2 comentarios

Jut* -

eNaS*


LAIAAA

MEMEE

BERTAAA

MELL

TETEE

COLAAA

MARR

US KERUUUUUUUUU

SOC LA JUDITH xD

Jut -

Necesito abundancia de luz en el monseny para mañanaa